En menos de una semana, enmedio del Festival Internacional de Cine de Morelia y de los preparativos de la Noche de Muertos, el corazón del centro histórico de la capital michoacana ha sido violentado en dos ocasiones, uno por integrantes del llamado Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS) y el otro por miembros de la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga.
En ambos casos, ante la pasividad de la fuerza pública, dedicad a solo a impedir el ingreso al Palacio de Gobierno del Estado, provocaron despiadadas acciones contra sinúmero edificios coloniales que conforman el patrimonio cultural de la humanidad, un título otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
No, no había razón para crear un caos indiscriminado, sobre todo en forma cobarde, agudizada por el riostro cubierto con pasamontañas, como si eso los hiciera revolucionarios. Y, así, con palos en manos, casi sin ton ni son se dedicaron al lanzamiento de bombas molotov, el apedreamiento de cristales, el pintarrajeo de fachadas y de vehículos, situados a su paso.
Vandalizaban, a la par de tratar y eventualmente lograr confrontaciones no cuerpo a cuerpo con una policía impávidamente firme, con el rumiar a flor de piel; en los hechos, los guardianes estaban en la zona cero de la frase: abrazos y no balazos, aunque seguramente ni los querían abrazar y si lanzarles balas de goma y hasta retarlos, uno por uno, a golpes.
Si, dos veces en que el corazón del histórico moreliano fue vejado tan impunemente que la gente sospecha que se está a nada de la anarquía, de la ingobernabilidad y de la ley de la selva…