Desde que comenzó la invasión en 2022, 226 centros de enseñanza han sido destruidos y mil 779 dañados, de un total de aproximadamente 14 mil 600 en todo el país
Leópolis, Ucrania. Unos 2.3 millones de niños ucranianos regresan este lunes a las clases con el inicio del nuevo curso, pese a los constantes ataques rusos contra zonas civiles, aunque muchos de ellos siguen sin poder encontrarse cara a cara con sus compañeros al estudiar de forma remota para minimizar el peligro.
En una breve ceremonia en el Instituto Integrado de Primaria y Secundaria Nº 49 de Leópolis, que comenzó con un minuto de silencio por todas las víctimas de la guerra, el foco de atención eran los 65 niños de primer curso, a punto de acudir a su primer día de escuela.
Tras cantar el himno nacional y tras un breve baile para ayudar a despertar a los niños todavía somnolientos, cada uno de ellos hizo sonar simbólicamente una campanilla para señalizar el inicio de las clases.
Más tarde, en el aula, después de las presentaciones iniciales y cuando habían empezado a hacer los primeros ejercicios, el sonido escalofriante de una sirena antiaérea les obligó a interrumpir la clase y a refugiarse en el sótano a prueba de bombas del viejo edificio.
Niños de diversas edades esperaron juntos a que pasara la amenaza de un avión Mig-31k ruso, equipado con misiles capaces de alcanzar en minutos cualquier rincón de Ucrania, mirando sus móviles o cantando juntos para pasar el rato.
«Para mí, la guerra sigue pareciendo una pesadilla de la que estoy a punto de despertarme. Para ellos, es una realidad normal», dijo a EFE una maestra, Oksana Lavrenchuk.
Para muchos aquí, Lavrenchuk entre ellos, su trabajo es más una «misión» que una profesión.
«Tenemos que darles la certeza de que tienen un futuro, a pesar de todo. Es una guerra existencial, y les ayudamos a ser fuertes y a tener esta fe», explicó.
Sortear los desafíos
Afectadas por la crónica falta de financiación y con el Estado centrado en la defensa, muchas escuelas públicas se enfrentan a dificultades y los docentes cobran salarios del equivalente a entre 160 y 410 euros al mes, demasiado bajos para compensar el gigantesco esfuerzo que realizan.
Esta escuela, con la directora Uliana Gramolina al mando, ha aprovechado todas las oportunidades brindadas por el municipio, las organizaciones internacionales y las familias de los estudiantes para modernizar los enfoques pedagógicos y renovar las instalaciones, llenándolas de pizarras inteligentes, libros nuevos y mesas de ping-pong.
«Queremos asegurarnos de que los niños quieran estar aquí. Solo tienen una infancia», dijo a EFE Gramolina, y enfatizó que una escuela más interesante facilita a su vez a los maestros interesar a los niños en el estudio, abriéndoles más oportunidades de cara al futuro.
Esto no es una tarea fácil, admitió. Muchos estudiantes de último año se muestran apáticos e inseguros sobre su futuro, mientras que un 20 % tiene planes de emigrar al extranjero.
Los niños, expuestos a los horrores de la guerra por el casi constante acceso a internet y con familiares en el frente, también se han vuelto más agresivos, lo que ha provocado un aumento de los incidentes de acoso escolar.
Para hacer frente a estos problemas, la escuela emplea a varios psicólogos y recurre a nuevos enfoques, como la arteterapia, para fomentar la sanación psicológica.
Además, un centro situado en las instalaciones enseña a los estudiantes de secundaria a gestionar la agresividad, a utilizar armas de forma segura y adquirir habilidades necesarias en tiempos de guerra, como los primeros auxilios médicos.
La guerra también afecta a los maestros, explicó Gramolina, madre de tres niños y cuyo marido se unió voluntario al ejército. Sin embargo, el dolor personal se debe quedar en casa, ya que los docentes tienen que estar totalmente presentes para los alumnos, destacó.
Estudios a distancia o bajo tierra
El 15 % de los alumnos de la escuela son niños desplazados de otras regiones, algunos de la recientemente invadida región nororiental de Sumi.
«Es vital que puedan aprender a interactuar con sus compañeros, después de años sin una experiencia escolar real», dijo Gramolina.
Según el Ministerio de Educación, 100.000 alumnos más regresaron a las clases presenciales este lunes en comparación con el año pasado, pero un millón, sobre todo de zonas cercanas a Rusia o al frente, continúan sus estudios de forma remota debido al elevado riesgo.
Desde que comenzó la invasión en 2022, 226 centros de enseñanza han sido destruidos y mil 779 dañados, de un total de aproximadamente 14 mil 600 en todo el país.
Como reacción, se han construido 33 escuelas subterráneas en ciudades como Járkov (noreste), mientras que otros 300.000 niños siguen clases online desde el extranjero y otros 35.000 desde las zonas ocupadas por Rusia, para preservar sus lazos con Ucrania.