Hay artistas que exhiben algo más que una obra gráfica. A veces, el rastro que deja en uno mismo el recorrido de una exposición (¿serán trescientos, cuatrocientos pasos?) se convierte en una extensión necesaria de nuestro pensamiento
Rita Gironès
Hay artistas que exhiben algo más que una obra gráfica. A veces, el rastro que deja en uno mismo el recorrido de una exposición (¿serán trescientos, cuatrocientos pasos?) se convierte en una extensión necesaria de nuestro pensamiento. Hacerlo consciente implica dejarse llevar no sólo por lo que vemos, sino por lo que sentimos y pensamos. Y todo a raíz de lo que alcance a percibir nuestra mirada. Cuando hace algunos meses presentaba su exposición en Morelia, el artista colombiano abría nuevas interrogantes sobre los diferentes estratos del sentir. Trató de reunir todas las situaciones del alma humana en sus lienzos: lo bueno y lo malo; lo dramático; esa insistencia por olvidar y recordar que tiene el espíritu cual rueda incesante de la memoria. En definitiva, una indagación exhaustiva del alma humana. ¿Es posible crear una pintura comunicativa y, al mismo tiempo, disruptiva? Es cierto que resulta imposible contener la esencia del misterio de la humanidad, pero los artistas se acercan mucho en el intento. Prueba de ello son las eternas cuestiones contadas en clave contemporánea de Darío Ortiz. Nos encontramos frente a la contemporaneidad latinoamericana inspirada en una de las obras cumbres de la literatura durante la transición del pensamiento medieval al renacentista europeo. Su obra gráfica titulada “La Comedia” nos conduce a entender el arte como una fusión de temporalidades, pero con la siempre constante permanencia de la incógnita humana.
¿Qué querías ser de niño?
Yo quería ser astrofísico, pero sucede que en Colombia no se estudia Astrofísica, entonces empecé a estudiar Química. Me di cuenta que el camino que había elegido era muy largo, Química con un posgrado en Astrofísica. Y decidí pasar unos años estudiando Derecho, con un enorme fervor político. Un buen día, tras la muerte de muchos candidatos presidenciales, dije: ¡no, yo quiero algo de paz! Y me fui por la pintura, por el arte. Había pintado desde niño, aunque nunca estudié pintura.
¿Qué quieres ser ahora?
Sin duda, hoy quiero seguir siendo lo que soy: pintor.
Principal rasgo de tu carácter.
La persistencia.
¿De qué crees que sirve el arte en un mundo tan caótico como el que vivimos?
Pienso que desde el momento que el homínido puede llamarse ser humano es porque tiene la capacidad de hacer esas cosas inútiles que llamamos Arte. Inútiles para comer, para vivir en ellas; inútiles para lo mucho que hacen los demás animales, pero absolutamente necesarias para la existencia. No se puede prescindir del Arte. No se podría entender la cultura en ningún momento de la historia sin entender el arte. A veces los libros nos engañan y nos dicen que la historia de la humanidad es la historia de las batallas y de las guerras, pero no. La historia de la humanidad es la historia de los hechos culturales y cómo estos nos han transformado en lo que somos… para bien y para mal.
¿Qué importancia le das a las palabras? ¿Y al silencio?
Aparentemente todo son palabras, y es sabido que en el Arte Contemporáneo el verbo lo es todo: aquello que quieres decir, aquello que estás diciendo, en qué lugar dónde estás. Así ha sido desde siempre, pero yo creo que, en realidad, el trabajo artístico se define como se define la cadencia musical: no por el ruido, sino por el silencio. Es en los momentos de mayor silencio que puede hablar la obra.
¿De qué te sientes orgulloso?
De un pequeño museo que fundé en Colombia hace 22 años y que todavía existe, crece y goza de cierto prestigio. Lo fundé con mi papá enfermo. Lo hice porque yo viví una década fuera de Colombia y cuando regresé a la ciudad donde nací dije: “Aquí hace falta un museo”. Y hoy puedo decir que si hicimos algo importante fue el museo.
¿De qué te arrepientes?
La vida no da tiempo para arrepentimientos. La vida es un camino y todo son aprendizajes. Al final, cada equivocación, cada derrota, es un camino hacia otra cosa.
Si te pudieras sentar a platicar con algún personaje histórico, ¿con quién sería y de qué platicarían?
Así como está el mundo hoy en día, me encantaría tener una charla larga y seria con Churchill. ¡Tendría tantas cosas para preguntarle! Un personaje de la talla de esos, hoy cuando el mundo vuelve a dividirse, tiene una vigencia tremenda. Sus palabras frente al fascismo y su posición de resistencia, ante todo.
¿Qué música escuchas?
Soy muy ecléctico, pero la ópera me lleva a la concentración. La música clásica me ayuda mucho cuando estoy desconcentrado. En realidad, cuando escucho música, lo hago para crear una barrera de los ruidos del exterior… y de los ruidos de mi propia cabeza. Pero, sabes, no siempre trabajo con música, a veces trabajo en el más absoluto silencio.
¿Qué haría si fueras millonario?
¡Sería pobre! (Risas) Tengo una lista enorme y premeditada, llevo 56 años estudiando esa lista. (Risas) ¿En qué me gastaría hasta el último peso de esa fortuna rápidamente? Generando un museo más importante todavía y haciendo cincuenta mil cosas hasta volverme pobre.
¿Crees en el destino?
No, no soy de Edipo, soy de Orestes. Yo creo que construimos de alguna manera nuestro destino. Podemos cambiar lo que esté escrito y hacer nuestra parte...
¿Qué es para ti la Cultura, Darío?
La Cultura es lo que sucede cuando no estamos haciendo lo obligatorio.
Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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