Morelia, Michoacán, 21 de mayo de 2024.- San Bernabé de Jesús Méndez Montoya (quien era conocido sencillamente como “el Padre Méndez”) es el primer fiel de nuestra Arquidiócesis en llegar a los altares de la Iglesia Universal. Es, a la par, Santo de esta Iglesia particular de Morelia y de la Diócesis de Irapuato, pues Valtierrilla, Gto., municipio de Salamanca, el lugar de su sacrificio, fue hasta el año 2004 territorio de esta Arquidiócesis de Morelia, de manera que la Diócesis de Irapuato, además de ser dotada con extenso territorio y sacerdotes de Morelia, lo fue también con un Santo canonizado.
El 22 de noviembre de 1992, día de su Beatificación, la Congregación para la Causa de los Santos publicó el siguiente, muy sintético, Boletín: “Bernabé de Jesús Méndez Montoya nació en Tarímbaro, Mich. (Arquidiócesis de Morelia), el 10 de junio de 1880. Vicario de Valtierrilla, Gto. (Arquidiócesis de Morelia). Sacerdote que supo hacerse todo a todos, no escatimó medios para intensificar la vida cristiana entre sus feligreses.
Se sujetó a largas horas de confesionario, de donde salían los cristianos convertidos o con anhelos de mayor perfección debido a sus prudentes consejos. Convivía con las familias pobres, era un catequista y guía para los obreros y campesinos; y un asiduo maestro de Música que formó un buen coro para las celebraciones.
El 5 de febrero de 1928 entraron las fuerzas federales para sofocar un pequeño grupo de cristeros y se dirigieron luego a la casa donde se ocultaba el P. Jesús, quien trató de salvar un copón con hostias consagradas. Descubierto por los soldados, les pidió un momento para consumir el Santísimo Sacramento y le fue concedido. Después, con dulzura, se dirigió a una de sus hermanas y le dijo:
«Es la voluntad de Dios. Que se haga su voluntad».
Los soldados lo llevaron a unos metros fuera del atrio del templo y lo sacrificaron con tres disparos. El sacerdote, que aprovechó sus conocimientos humanos y su ciencia de Dios para hacer amar a Jesucristo, con su sangre proclamó su gran amor a Cristo Rey”.
El sitio de Internet del actual Santuario Diocesano de San Bernabé de Jesús (en que se constituyó la Parroquia de San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de la Escalera, de Tarímbaro, Mich., el año pasado por decreto del Sr. Arzobispo D. Carlos Garfias, ejecutado por él mismo) amplía y puntualiza los datos hagiográficos:
“Nació en Tarímbaro el 10 de junio de 1880. Ingresó al Seminario de Michoacán a los 14 años. Recibió la Ordenación Sacerdotal en 1906 y ejerció su ministerio en diversas parroquias. Fue un sacerdote dedicado a los fieles, asiduo en el confesionario, en la atención inmediata a los enfermos y en atender a las asociaciones parroquiales”.
“Agotados los recursos legales para derogar la ‘Ley Calles’ comenzó la lucha armada. Algunos vecinos de Valtierrilla quisieron sumarse a los cristeros, pero fueron delatados y se sofocó el levantamiento en el que el P. Méndez no había tenido participación alguna. En 1928, al entrar los federales al pueblo, el P. Méndez, que acababa de celebrar una Misa, trató de esconderse y salió de la iglesia llevando el copón debajo de la tilma”.
“Los soldados lo vieron y lo registraron, y al encontrar el copón lo reconocieron y lo tomaron prisionero. Logró consumir las hostias consagradas. La tropa lo llevó cerca de la plaza; lo sentaron en un tronco y comenzaron a dispararle, aunque ningún disparo hizo blanco. Entonces el oficial lo puso de pie, lo registraron de nuevo quitándole su crucifijo y medallas, y le dispararon hasta que cayó muerto. Los soldados se llevaron el cuerpo y lo pusieron en la vía del tren para que fuera despedazado, pero las mujeres de los oficiales lo quitaron de allí y permitieron que fuera velado y sepultado en Cortazar”.
“Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y fue canonizado el 21 de mayo del 2000”.
Su milagrosa intercesión
Allí mismo se refiere el siguiente hecho ocurrido en tiempos del Sr. Cura P. José Flores Gamiño: “El primer milagro que ha dejado sorprendidos a propios y extraños y que la Iglesia al parecer ha confirmado, es el de la señora Mª de Jesús Bautista de Ayala, quien tenía un tumor en el pecho. La iban a operar como recurso inevitable. Una noche antes de la intervención quirúrgica, la mujer fue a ver al P. José Flores Gamiño, actual párroco de la hermosa iglesia de Tarímbaro, quien le dio un pedazo de la tela del vestido que llevaba el padre Méndez el día que lo fusilaron. La buena mujer guardó con tal fe aquella reliquia, que al día siguiente, al presentarse a la operación, a los análisis previos, los doctores fueron los primeros sorprendidos al constatar que estaba completamente sana y que no existía ya el tumor”.
La cuna del Padre Méndez
“En lo que antes era la orilla del pueblo, en una casita muy humilde en el barrio de San Marcos, en la cabecera municipal de Tarímbaro, nació, el 10 de junio de 1880, un niño que llevó por nombre J. Bernabé de Jesús Méndez Montoya, de una familia muy pobre que se componía de 10 hermanos. […] Ayudaba a su padre en las labores del campo y en la carpintería.
En el templo parroquial, a su tiempo, recibió los Sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Bajo esas tejas de barro dormía y en sus sueños se veía sacerdote, por eso con mucha ilusión terminó su instrucción primaria en la escuela del lugar”.
“Entre esas paredes se llenó de amor y pobreza material, pero se hizo rico para repartir la fortuna de la caridad […]. El niño obediente en la escuela primaria y en el catecismo, de Misa y Rosario diario. En ese piso de tierra se hincó el adolescente y recibió en sus manos abiertas las lágrimas de su madre cuando se consagraba a Dios”.
“En el Seminario forjó su temple en el espíritu de entrega. El seminarista de conducta intachable que en vacaciones ayudaba a sus padres en las labores del campo y la carpintería y hasta daba clases en una escuelita, era amable y cariñoso con los niños pobres y los enfermos, con quienes ponía en práctica la Medicina homeopática”.
“Se ordenó sacerdote el 3 de junio de 1906, en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús. Sus primeras actividades pastorales las ejerció como vicario en Huetamo y Pedernales, en la Tierra Caliente de Michoacán”.
“Se daba tiempo para todo: fundar escuelas parroquiales, formar bandas de música, reuniones con niños, jóvenes y adultos para aconsejarlos y fortalecerlos, fundar cooperativas de consumo y abrir cajas de ahorro para prestar sin réditos […]
“Durante la Persecución Religiosa, estando como vicario en Valtierrilla, Gto., mucha gente le decía ‘Padrecito, vámonos a esconder al cerro’, a lo que contestó: ‘Jamás abandonaré mi rebaño, no pasará nada; además, ¡qué dicha sería ser mártir!’.
El domingo 5 de febrero de 1928, al levantarse se le oyó decir:
‘¡Hoy es el gran día!’
…frase que escucharon los que estaban cerca de él, incluyendo su hermana Luisa. Frase que repitió varias veces antes de oficiar la Santa Misa. […] Eran como las 7 de la mañana. El Padre estaba muerto a la vista de todos”.
“Ése fue ‘el gran día’ para él. Aunque ya tenía fama de santo, en su tumba empezó la veneración e invocando su intercesión. Dios otorgaba desde entonces muchos milagros. Personas de edad avanzada platican a sus hijos, nietos y familiares lo que él hizo y cómo murió por Cristo, se encomiendan a él en sus necesidades pues aseguran haber recibido por su intercesión curaciones y milagros, milagros que van creciendo, milagros documentados y firmados por doctores que no se explican las curaciones, y que sólo saben que fue invocado el Padre Méndez”.
“A partir de entonces se le conoció como Siervo de Dios y cuarenta y cinco años después se inició el proceso de beatificación, promovido por el P. José Flores Gamiño, quien estuvo al frente de esa comunidad por más de 35 años, pero no alcanzó a ver al P. Méndez en los altares, pues falleció el 5 de julio de 1992”.
Quien encabezó la delegación mexicana en la Beatificación del P. Méndez y otros mártires mexicanos en noviembre de ese año sería otro mártir (de nuestros tiempos), nacido y formado en el Clero de Morelia, D. Juan Jesús Posadas Ocampo.
El cronista J. Manuel Lara Martínez, quien asistió a la Beatificación de Cristóbal Magallanes y compañeros mártires (entre ellos el P. Méndez) refería que “más de diez mil mexicanos estuvieron presentes en la Basílica de San Pedro en el Vaticano el 22 de noviembre de 1992”. A ellos, en su homilía, el Papa Juan Pablo II dijo de los beatificandos: “Todos aceptaron libre y serenamente el martirio como testimonio de su fe, perdonando explícitamente a sus perseguidores.
Fieles a Dios y a la fe católica tan arraigada en sus comunidades eclesiales, a las cuales sirvieron promoviendo también su bienestar material, son hoy ejemplo para toda la Iglesia y para la sociedad mexicana en particular”.
La devoción a San Bernabé de Jesús es antigua; y después de su canonización ha ido creciendo poco a poco, como lo demuestra la erección de la Parroquia dedicada a él en la Col. Puerta del Sol, de Morelia, la veneración que de sus imágenes se tiene en altares laterales de la Catedral de Morelia y de la parroquia de San Luis Gonzaga, entre otras. (CON INFORMACIÓN DE: ARQUIDIÓCESIS DE MORELIA).