La despenalización del aborto es un gran paso, sin duda, porque eso garantiza que ninguna mujer, ninguna jovencita, ninguna víctima, tendrá que acudir a una clínica clandestina a arriesgar su vida con cualquier carnicero
Jorge A. Amaral
Por fin Michoacán dio el paso y la actual Legislatura local aprobó la despenalización del aborto hasta las 12 semanas de gestación. Ese tema estuvo en la congeladora durante mucho tiempo porque los panistas (de camiseta y de closet) lo aplazaron y los demás le sacaban a entrarle al debate.
En fin, se ha aprobado para gusto y regocijo de todas las mujeres que se han manifestado por su derecho a decidir sobre sus cuerpos y para pena de quienes defienden la vida mediante su postura conservadora. Esa legislación es apenas la punta del iceberg de la deuda histórica que el Estado mexicano tiene con las mujeres y que no ha terminado de saldar.
La despenalización del aborto es un gran paso, sin duda, porque eso garantiza que ninguna mujer, ninguna jovencita, ninguna víctima, tendrá que acudir a una clínica clandestina a arriesgar su vida con cualquier carnicero o con curanderas que le den a beber cualquier brebaje para abortar. Y es que, en realidad, penalizar algo no garantiza nada: ¿la penalización de las drogas ha disuadido su tráfico o consumo? Le digo esto porque, según especialistas, si una mujer está decidida (y muchas veces obligada) a interrumpir su embarazo, buscará someterse a un aborto, independientemente de si el procedimiento es seguro y legal o no, si es una clínica en forma o la trastienda de una carnicería. Y si no tiene el acceso a un aborto en condiciones médicas seguras, arriesgará la vida para interrumpir su embarazo. Pero además, los expertos señalan que si la mujer tiene complicaciones (hemorragia grave, infección, peritonitis y lesiones en vagina y útero, y consecuencias a largo plazo, como infertilidad) derivadas de un aborto no seguro o clandestino, difícilmente buscará ayuda médica profesional por temor a las consecuencias sociales y legales que esto le pueda acarrear.
Sí, ya sé lo que mucha gente está pensando, que si no quieren tener que abortar se abstengan de tener relaciones sexuales (claro que esas personas lo dicen mucho más feo, mas no vamos aquí a repetir tarugadas), pero esos discursos misóginos deben irse suprimiendo poco a poco, deben ir quedando en el pasado, y más cuando, según datos de Médicos Sin Fronteras, el aborto no seguro es una de las 5 principales causas de mortalidad materna, además de las hemorragias, infecciones, preeclampsia y eclampsia, así como el parto obstruido. Por esas 5 razones se da el 75% de las muertes maternas en todo el mundo, siendo el aborto no seguro el responsable de al menos una de cada 12 muertes maternas. De ahí la importancia de garantizar el aborto seguro, porque está comprobado que las muertes provocadas por abortos no seguros se reducen mucho cuando las mujeres tienen acceso a servicios médicos. Un ejemplo es Sudáfrica, donde, tras la legalización del aborto, en 1996, estudios confirmaron que al cabo de cuatro años, en 2000, la mortalidad materna por abortos no seguros se había reducido en un 91% y además, el número de mujeres con infecciones causadas por estos procedimientos se había reducido a la mitad. Pero también, así como la decisión de tener relaciones sexuales debe ser de cada mujer, también lo debe ser definir si continúa o no su embarazo, y si es una menor de edad, con más razón debe ponerse esa opción en la mesa.
Aunque ha habido reducción, en Michoacán, entre enero y agosto de este año, se registraron 6 mil 180 embarazos en niñas y adolescentes que van de los 10 a los 19 años de edad. Y dígame usted, ¿a qué le tira una chamaca de 10, 12, 16 o 18 con una cría? No es una mujer adulta, no es una persona con la suficiente madurez ni la solvencia para hacerse cargo de un bebé; sólo será una niña cuidando a otro niño, y peor si la obligan a vivir con el papá de la cría, posiblemente otro mocoso igual de falto de juicio. He visto a esas parejas de chamacos con un bebé apenas 15 años menor que ellos y, de verdad, lo primero que uno se pregunta es a qué le tiran, a cuántos planes, sueños, proyectos de vida, metas, estarán renunciando. Sí, ya sé, que se abstengan, que hay con qué cuidarse, pero aunque la información ahí está, aunque los métodos se encuentran en cualquier clínica del sector salud, en cualquier farmacia, es justamente la inmadurez de los chamacos lo que los hace dejarse ir a lo puro tarugo.
Paréntesis anecdótico: cuando mi hija mayor tenía meses de nacida, un día estaba yo en una farmacia haciendo fila para comprar productos propios de la lactancia. Atrás de mí estaba una pareja, ninguno parecía tener más de 18. Estaban nerviosos y cuchicheaban. Alcancé a escuchar que se echaban la bolita uno y otro. “Tú cómpralos y te espero afuera”, “no, vamos los dos”. Querían comprar condones. Pensé en ofrecerme a comprarlos por ellos pero pensé que se apenarían aún más, así que me quedé con el impulso metiche bien guardado mientras pensaba “más vale que se animen o en unos meses van a estar comprando lo mismo que yo”. Se cierra el paréntesis.
Todo lo anterior, salvo los datos, son mera opinión de un servidor, no diré qué es lo mejor o peor para una mujer por dos sencillas razones: no soy mujer y no me compete, pero soy padre y tío y no me gustaría verlas truncar sus sueños, su desarrollo, por una imprudencia. Es la razón por la que muchos padres optan por hacerse cargo del bebé cuando el aborto no es una opción moral o económica, y ojalá todos tuvieran esa solvencia económica y moral para decir “hija, tú sigue estudiando, te apoyamos con ese bebé” o “hijo, nosotros te apoyamos para que le pases pensión alimenticia, sigue estudiando y trabajas los fines de semana”, pero no siempre es así y los papás obligan a tener el bebé y además vivir juntos. Si se quieren, ya la hicieron, pero ¿y si no?
Sólo una cosa más antes de dejar este tema: despenalizar el aborto no significa, como los provida dicen, que el gobierno saldrá con su bolsita mágica y, como arrojando confeti, dirá “Yeah! ¡Abortos para todas!”. No, con la despenalización podrá ejercer ese derecho la mujer que se vea en la necesidad de hacerlo, y para ello el Estado deberá reforzar las campañas de información sobre salud reproductiva y educación sexual entre los niños y adolescentes, porque aunque la educación nos toca a los papás, en muchos casos hoy esa función se suplanta con los celulares y las redes sociales, porque el papá o la mamá prefieren tener al chamaquito pegado como ventosa a la pantalla del celular que ponerle atención a la cría.
Si usted tiene hijos o hijas, hable con ellos, edúquelos, concientícelos para que, ejerciendo su derecho a la educación y a un entorno sano, su hija no tenga que hacer efectivo el derecho a un aborto seguro. Es cuánto.
4. Mingus y la cumbia
Hacia la década de los 60, Charles Mingus ya había coqueteado con la música mexicana (“Tijuana gift shop”, “Los mariachis”) en el disco “Tijuana Moods” (1962), pero en 1977 fue convocado para musicalizar una película italiana sobre el tráfico de cocaína entre Colombia y Nueva York. Eso hizo que Mingus se fascinara con la música de raíz colombiana y realizara una de sus composiciones más fantásticas: “Cumbia & Jazz Fusion”, una suite de 28 minutos que mezcla sonido de big band, free jazz y ecos de la música de Nueva Orleans con la cumbia. La cuarta recomendación de esta columna en torno al latín jazz.
Quien acercó a Mingus a la música colombiana fue el saxofonista Justo Almario, que en 1971 era director musical de la banda de Mongo Santamaría. Según Jaime Andrés Monsalve en “Los años cumbieros de Mingus”, publicado en la revista El Malpensante, a principios de 1977 el contrabajista citó a Almario y un par de colegas colombianos (Alfredo Ramírez "el Opita" e Hiram Remón) a su casa de campo en Woodstock. Llegaron con una buena pila de discos de música folclórica: Los Gaiteros de San Jacinto, Lucho Bermúdez y la Orquesta de Pello Torres.
“Esto es música de mi raíz, de raíz negra”, dijo Mingus, e hicieron una maratónica jam session en la que develaron la rítmica de la cumbia. Luego de esa experiencia, Mingus trabajó para lograr esa fusión entre la cumbia y el jazz de avant garde.
La grabación de la suite se realizó el 10 de marzo de 1977. En el estudio confluyeron músicos de extracción jazzística como el trompetista Jack Walrath, el trombonista Jimmy Knepper, el saxofonista Ricky Ford y el pianista Bob Neloms, junto al legendario percusionista cubano Cándido Camero. El resultado trasciende la rareza, lleva al folclore colombiano a otra dimensión.
Escúchelo y encontrará a un Mingus distinto de otros discos, un Mingus más guapachoso pero siempre genial.