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El escenario para que una mujer sea la candidata de Morena a la gubernatura de Michoacán en 2027, parece irse acomodando. Los amarres políticos desde los equipos de Claudia Sheinbaum y el presidente Andrés Manuel López Obrador, así como algunas otras señales mediáticas en lo doméstico, así lo perfilan.

No en vano, el presidente estatal de Morena en el estado, Juan Pablo Celis, salió a afirmar esta semana que la candidatura femenina era un hecho. No lo planteó como posibilidad o como un escenario que podría presentarse, no. Lo dio por sentado.

¿Qué hace al líder morenista asegurarlo? Quizá lo sea el hecho de que, a nivel nacional, exista ya un acuerdo político para que dos estados vecinos de Michoacán lleven candidaturas masculinas. Es el caso de Colima, donde Sheinbaum ha palomeado la decisión de que Mario Delgado se baje de la Secretaría de Educación Pública antes de la mitad de su sexenio para registrarse como candidato al Gobierno de Colima, actualmente en manos de una mujer, Indira Vizcaino.

Quizá lo sea también el que López Obrador haya dejado allanado el camino para que, la sucesión en Guerrero, tenga un tufo nepotista: postularían al impresentable y estridente Félix Salgado Macedonio, quien de ganar la elección sucedería en el cargo a su hija Evelyn Salgado, aún y con todos los escándalos -incluso penales- que a cuestas carga ya el senador morenista. Con ello, le restituirían la candidatura que órganos electorales le tiraron en 2021 por su desaseo en el reporte de gastos de precampaña –mismo caso que ocurrió con Raúl Morón en Michoacán-.

Quizá lo sea también el que, en 2021, Morena postuló hombre en Michoacán y de que, todas esas señales, ya fueron perfectamente leídas por el sector femenino morenista y no pocas de ellas ya comenzaron a alzar la voz para que, finalmente, el criterio de la paridad de género no quede solamente en demagogia dentro de la 4T. Ya no decir de la pugna que traen las tribus morenistas que, desde ahora, están empujando fuerte a sus perfiles varones a un nivel de rudeza que podría llevarlos a una colisión demoledora.

En ese escenario, saltan en automático y de manera natural los nombres de al menos dos mujeres que, mediática y políticamente, reúnen el requisito para buscar la candidatura de Morena en el 2027: Fabiola Alanís y Celeste Ascencio.

La primera ya buscó ser candidata en 2015, pero en le recta final López Obrador se inclinó con María de la Luz Campos y después, con los años, compensó a Fabiola con la titularidad de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, posición desde la cual fortaleció sus lazos con el presidente y el obradorismo en general. Sin embargo, arrastra el negativo de haber perdido las internas para ser candidata al Senado y a la alcaldía de Morelia.

La segunda ha sido dos veces diputada federal y será, en septiembre, la michoacana más joven que haya asumido como Senadora de la República. Además, lleva consigo banderas altamente rentables en nuestros tiempos: es joven, es indígena –originaria de Paracho- y activista de la población LGBTIQ. En campaña, y sin tapujos, se declaró abiertamente lesbiana durante un debate. Y un valor agregado podría ser que no pertenece a ninguno de los grupos en pugna dentro de Morena.

Pero, en los cuartos de guerra ya deslizaron otro nombre que no estaba en el tablero ni en el radar: Camila Cárdenas Batel. El argumento de quienes la ven en la jugada, es que no importa su ausencia absoluta en la escena política y en los cargos públicos. Su activo es el peso del apellido y los amarres que su padre Cuauhtémoc Cárdenas haya tejido cuando decidió decantarse por Claudia Sheinbaum.

Con ese dato en mano, intenté escudriñar en los diferentes motores de búsqueda para conocer un poco sobre los pasos o actividades de Camila en los últimos años, pero no tuve éxito. De los hermanos Cárdenas Batel, es la que menos rastro ha dejado, excepto una foto que le tomaron junto a su padre y hermanos, en una reunión privada con la hoy Presidenta electa, realizada en enero de este 2024, previo a la campaña presidencial. ¿Qué conversaron? No trascendió.

Sobre el bajo perfil de Camila, un experimentado político que estuvo en una de las mesas donde el nombre de la más joven de los Cárdenas Batel emergió, me intentó despejar el panorama recordando que algo similar pasó con Lázaro. De la nada –argumenta- Lázaro apareció para ser candidato a diputado federal por Apatzingán, de ahí a Senador y después gobernador (2002-2008). Todo, en buena medida, por el peso del apellido.

A eso hay que agregar, dice, la herencia del General Lázaro Cárdenas -y lo que eso aún representa en Michoacán, donde la foto con su hijo sigue siendo altamente rentable para los políticos de todas las marcas y colores, sobre todo en campaña- y de la propia Amalia Solórzano, la abuela de Camila y de quien, en Morelia, se honra su memoria con una presea que cada año otorga el Municipio a mujeres destacadas.

Aún y con todo ello, no veo a Camila rebasando por la derecha, le reviré a mi interlocutor. Al tiempo.

¿Quién sería el otro perfil que, en Casa Michoacán, se deliberó hasta el último minuto para designar al nuevo Coordinador del Sistema Penitenciario, tras la dimisión de Ignacio Mendoza?