Morelia, Michoacán

A una década de que la entonces Procuraduría General de la República (PGR) interviniera en el albergue La Gran Familia de Zamora, habló Eduardo Verduzco, quien narró el infierno que le representó vivir en lo que denominó “un reclusorio”.

Eduardo es la única victima (de más de 530) que, tras el activismo, amenazas de muerte, miles de horas de terapia, tomar antidepresivos y constantes evaluaciones psiquiátricas; logró tener resarcimiento del daño.

Eduardo es oriundo de Puebla, su familia lo rechazó. Ante medios de comunicación narra los maltratos de su madre: vendió a sus hermanos y a él lo entregó a una persona en Tepito, quien abusó sexualmente durante un año de él. Logró escapar, vivió en la calle, tenía once años.

“Vivía de lo que encontraba en los botes de basura, me acerqué a un DIF y me llevaron aun anexo y luego me llevaron a La Gran Familia en Zamora. Llegué y no vi a la pobre señora indefensa que pasaron en las noticias después del operativo. Era una persona imponente que daba instrucciones en el albergue, que parecía más un reclusorio”, detalló.

Al llegar al albergue, encontró barrotes tras barrotes con candados para evitar la fuga de niños que constantemente peleaban. “Los más grandes pasaron de ser víctimas a victimarios, ellos violaban a los más pequeños. ‘El Chivo’, ayudante de Mamá Rosa les picaba con un palo de bambú para llevarlos a comer papas con gusanos, tortillas enlamadas”, relató.

Eduardo narra que, al bañarse, los infantes se secaban con uniformes llenos de piojos, mientras Mamá Rosa se fotografiaba con autoridades políticas de la talla de los presidentes panistas Felipe Calderón Hinojosa y Vicente Fox.

“Si te escapabas el castigo era el encierro y una santa madriza. Te metían al cuarto que le decían el pinocho con una rendija y para salir, tenías que pedirle perdón de rodillas a Mama Rosa”, añadió.

Eduardo recalca que Mamá Rosa tenía un poder político inmenso pues se codeaba con organizaciones internacionales; obligaba a los infantes a aprender a tocar un instrumento para que hicieran presentaciones en el Palacio de Bellas Artes. Eso era la fachada del verdadero infierno.

“Fueron seis años de comer repollo en el que llegamos a encontrar ratas cocidas. Un año antes del operativo, el albergue recibió un millón de pesos de Sedesol para cambiar el piso, había buenos donativos, arpillas completas de comida y al final nos daban todo echado a perder”, recalca.

Castigos brutales, abuso sexual, e inclusive burlas de Mamá Rosa y sus secuaces, era parte de lo que vivieron las más de 500 personas que fueron identificadas como víctimas. A diez años, la herida sigue abierta, Eduardo señala que las víctimas siguen desamparadas.

Cuando se realizó el operativo, él tenía 18 años. Regresó a la Ciudad de México, a vivir en la calle, pero estaba roto: La Gran Familia le robó su vida. Al salir se dio cuenta que Mamá Rosa lo había registrado como su madre, pero con un acta de nacimiento apócrifa, no tenía identidad, no tenia oportunidad de conseguir empleo. No tenía nada.

Le tocó reinsertarse a la sociedad, tras mucho esmero consiguió trabajo y al darse cuenta de que no existía justicia para las víctimas, comienza el camino del activismo y se convierte en el foco para las víctimas del caso Mamá Rosa.

Rosa Verduzco Verduzco murió en 2018, sus acusaciones de trata de personas, perversión de menores, privación de la libertad, maltratos y abuso sexual nunca le llevaron a pisar la cárcel, evadió la justicia por su poder político apegándose al Acuerdo de Senectud.