Con gran esfuerzo, a lo largo de diez años ha logrado hacer del papel picado un negocio cultural y familiar
Erandi Avalos colaboradora de La Voz de Michoacán
Opopeo es una localidad del municipio de Salvador Escalante conocida por la producción de muebles de madera, lo que le ha valido el título de “capital mundial de la silla’’. Durante décadas la producción creció y creció hasta llegar a las quince mil sillas semanales, lo que obviamente tuvo un alto costo ecológico ya que no se reforestó adecuadamente. En esta tenencia tienen un alto grado de migración y es sabido que, como en todo el país, hay situaciones delicadas en materia de seguridad, al grado de que mucha gente teme por igual a la autoridad que a los bandidos, con pocas oportunidades de educación y de empleo. La arquitectura tradicional está desapareciendo, lo mismo que las calles empedradas, perdiendo así el pueblo su identidad colonial casi totalmente.
Es aquí donde José Ricardo Ángel Diego decidió que él abriría camino a una nueva tradición artesanal: el papel picado. Comenzó con la técnica del doblado que le mostró una señora que hacía las decoraciones para la iglesia. Después fue a Puebla a aprender técnicas más avanzadas. En aquel estado se encuentra Huixcolotla, donde casi toda la población se dedica a este oficio, tal como en Opopeo con las sillas. Allá tiene a su amigo y colega Carlos con el que colabora todavía. En Michoacán también tiene un colega, en Paracho: Pedro. Se pasan pedidos y se ayudan; ya que a diferencia de la mayoría de los artesanos, ellos no tienen una comunidad que los respalde y trabajan casi en solitario.
José Ricardo es hijo de migrante: su padre se fue hace más de treinta años y como tantos, olvidó a su familia. Su madre, delicada de salud, lo ha apoyado siempre. Con gran esfuerzo, a lo largo de diez años ha logrado hacer del papel picado un negocio familiar que los sostiene, enseñando a sus hermanos y sobrinos el minucioso arte de diseñar, doblar, acomodar, picar y recortar el delgado papel china. Lejos de los grandes concursos artesanales, su taller se dedica a cubrir pedidos en toda la región para las fiestas patronales, celebraciones familiares, restaurantes y negocios en temporada de Día de Muertos. Su labor es para la gente, para los santos patronos, para las quinceañeras, los funerales, los bailes, para el pueblo. Cuando los migrantes de Opopeo vieron su trabajo, comenzaron a pedirle diseños personalizados para llevar a Estados Unidos. Eso significa la difusión de su trabajo y un respiro en su economía.
Cuenta que en la Presidencia Municipal del pueblo le prometieron una constancia como el primer artesano de papel picado de Opopeo, pero que al final no se la dieron.
Además de papel picado, también elabora toritos de petate y de pirotecnia y se jacta de lo bien reforzados que los hace en comparación con otros. Es admirable cómo en un contexto nacional tan adverso, en el que muchos jóvenes, arriesgando incluso su vida y la tranquilidad de sus familias, caen en actividades peligrosas, este joven para sostener a su familia, se empeña en trabajar honestamente en lo que le gusta, en lo que le apasiona a pesar de tener tanto en contra. Así que ya saben, para su próxima fiesta busquen a este artesano que está comenzando en Opopeo la tradición del papel picado, que además de alegrar cualquier celebración, es amigable con el medio ambiente.