Por Asaid Castro/ACG
Morelia, Michoacán.– En un salón de espejos y pisos lisos, el sonido de las zapatillas se mezcla con las notas del piano, es ombligo de sama, 12 de noviembre, Día Mundial del Ballet, y en el Kirov Ballet Studio Morelia las alumnas —y un alumno— levantan los brazos siguiendo a su maestra, Daniela Lizeth García García, que corrige posturas y acompaña cada paso con paciencia.
El estudio, que este diciembre cumplirá 15 años, es reconocido por su enfoque profesional y humano, asegurando que «aquí formamos artistas, no atletas. El ballet no es un deporte, es un lenguaje que transmite emociones y sensibilidad».
En el Kirov hay niñas desde tres años y mujeres adultas que buscan reconectarse con su cuerpo y su mente. Muchas llegan por recomendación médica, en busca de salud mental o rehabilitación. «A veces llegan tristes, y después de un tiempo las ves sonreír y creer en sí mismas otra vez», cuenta la maestra, con una sonrisa.
Dice que el ballet también corrige carencias motrices propias de la infancia moderna, marcada por la pantalla, pues a veces llegan niñas que no saben correr o brincar sin caerse, y aquí aprenden a moverse con control.
La disciplina es parte esencial: uniforme completo, puntualidad y compromiso. Las alumnas de alto rendimiento entrenan hasta 20 horas por semana, preparando montajes como El lago de los cisnes, que presentarán en diciembre.
Aunque aún se percibe como una actividad femenina, Daniela insiste en abrir espacio para todos. Recuerda a un niño que abandonó las clases tras sufrir burlas. «No es que los niños no quieran —lamenta—, es que la sociedad no los deja».
Para ella, el ballet es la raíz de toda danza: una disciplina que enseña a moverse con intención y sentido. A lo largo del día, el salón se llena de historias: niñas que aprenden equilibrio, adolescentes que enfrentan miedos y adultos que, entre pasos, mejoran su ánimo.