Morelia, Michoacán, 06 de agosto de 1014.- Aclaración: El fondo del artículo lo constituye una breve reflexión, atribuida a Sir Francis Bacon, allá por 1620, y que en una traducción libre dice lo siguiente: “La mente humana, una vez que se ha formado alguna opinión, busca por todos lados elementos para apoyarla, y desecha o desprecia, aunque los haya en gran número y peso, cualquier hecho que apunte a lo contrario, con el objeto de mantener inviolable su verdad inicial”.
Entrando en tema. El término «cerebro político» se refiere al estudio de cómo los procesos cerebrales influyen en el comportamiento político y la toma de decisiones. Este campo, relativamente novedoso, combina neurociencia, psicología, ciencia política y sociología con la idea de entender mejor cómo y por qué nuestras inclinaciones políticas están enraizadas en la biología del cerebro. La idea primaria de esta investigación busca responder preguntas básicas, cruciales en realidad, sobre cómo y por qué los individuos desarrollan ciertas afiliaciones políticas y cómo estas pueden ser influenciadas por factores biológicos.
Primero: ¿Qué es el cerebro político? El concepto de cerebro político sugiere que las preferencias y comportamientos políticos no son meramente el resultado de factores sociales y ambientales, ni mucho menos surgieron por mera casualidad, sino que están profundamente influenciados por la biología del cerebro. Varios estudios han demostrado que ciertas estructuras cerebrales y patrones de actividad pueden correlacionarse con diversas tendencias políticas. Por ejemplo, investigaciones indican que personas con una amígdala cerebral más grande tienden a tener respuestas más conservadoras, mientras que una corteza cingulada anterior más desarrollada puede estar asociada con actitudes más liberales.
Un estudio de 2011 realizado por investigadores de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) encontró que los liberales y los conservadores muestran diferencias significativas en la estructura y la función de ciertas áreas del cerebro. Los liberales tendían a tener una mayor cantidad de materia gris en la corteza cingulada anterior, una región asociada con la gestión de la incertidumbre y los conflictos. En contraste, los conservadores mostraron una amígdala más grande, relacionada con la percepción del miedo y la respuesta a las amenazas.
Paso ahora a las características mentales y cerebrales de los políticos: Los políticos, debido a su rol y exposición constante a situaciones de alta presión y toma de decisiones, pueden mostrar características mentales y cerebrales distintas. Se ha observado que tienden a tener una mayor capacidad para gestionar el estrés y tomar decisiones rápidas bajo presión. Estudios de la Universidad de Harvard han señalado que los líderes políticos exitosos a menudo tienen una amígdala más activa, lo que les permite percibir y responder eficazmente a las amenazas.
Lo anterior nos da una luz para entender, cuando menos en parte, el porqué de la pobre situación económica-política-financiera-educativa que padece México desde hace varios sexenios
Resulta que, en contraposición a las teorías de Darwin, en el caso de los políticos en México tenemos una especie de «selección natural de los peores». Si Darwin nos habla de la «selección natural del más apto» para explicar la evolución de las especies, en México vemos año con año el deterioro de todos los partidos mismos que por norma seleccionan invariablemente lo peor, y vaya que no les cuenta trabajo.
Existe un ensayo realizado hace ya 15 años en la Universidad de Colonia por los sociólogos Erwin y Ute Scheuch, que escribieron «Pandillas, camarillas y arribismo». Su tesis central: «Los partidos establecidos están produciendo un fenómeno aciago, contrario a las teorías clásicas del ascenso y la selección política, pues en su triturante dinámica interna, no llegan los mejores sino los menos competentes, los de menor capacidad que, al carecer de alternativas en la vida profesional o civil, suelen sobrevivir en el partido merced a su fidelidad, tenacidad y constancia. Junto con ellos, se quedan también los más inmorales, los más inescrupulosos, los trepadores puros y duros, hábiles forjadores de clanes cerrados que no dudan en echar mano de cualquier añagaza para alcanzar su promoción».
Podemos concluir que nuestros políticos están lastrados por la peculiar dinámica de selección de los peores. Salvo excepciones, en la política mexicana abundan los profesionistas y personajes mediocres, que viven y actúan dentro de la política por la sencilla razón de que son incapaces de sobrevivir y triunfar en la dura vida real. Para ellos la única alternativa para no morir de hambre es archivar la dignidad, doblar la cerviz y cargar el maletín del jefe.
Mal asunto.