El tema del performance: una mujer que espera con angustia a que su hijo vuelva a casa. Tantos peligros fuera, tantas balas perdidas
Erandi Avalos
Entro, en personaje, al espacio escénico que hemos improvisado en la sala de mi casa; cargo con dos canastas, un moisés de mimbre, un tapete ovalado de chuspata comprado el día anterior en el mercado de Tzinzunzan, una calavera de panikua, una escoba de palma a modo de bastón de ciego. Dispongo tres lámparas alrededor del tapete para delimitar el espacio. Marc había sido muy claro: no empezaríamos las sesiones de preparación de la obra hasta que tuviera listos todos los accesorios. “En el teatro no se finge”, dice. Muy concentrado, está sentado en una esquina, observando y anotando cada movimiento, cada trazo, cada gesto.
El tema del performance: una mujer que espera con angustia a que su hijo vuelva a casa. Tantos peligros fuera, tantas balas perdidas. Me trago media sandía: verde, blanca y roja, los colores de México y de Gaza. Quiero salir del medio círculo. Bailo con la escoba. Juego con una pluma, sople y sople. ¿Cuándo volverá? Me vuelvo a sentar. Machaco chiles. Con un cucharón gigante doy de comer a un diminuto muñeco. Pura improvisación. El veredicto de Marc ante este primer ensayo: “Demasiadas acciones, empezadas, interrumpidas, que no conectan con la anterior y la siguiente”. Me sorprende la agudeza de sus observaciones ante lo que yo, primeriza, pensaba ocultar: “La escoba, ¿es una escoba o un bastón de ciega? ¿por qué gritaste: ¡Ay, mis hijos!? Es demasiado literal. El espectador entiende, no subrayes las cosas. Bien que el tapete-gabán lo utilices para figurar el espacio de la casa. En el teatro los objetos también juegan, se pueden convertir en lo que quieras”.
Caballeroso, pulcro y con tono siempre amable y gentil, está dispuesto a transmitir su experiencia y acompañar a otros en el camino del teatro, pero no duda en utilizar la autoridad natural de alguien que domina su oficio. Al respecto, en su libro El oficio del actor dice que este antiquísimo oficio “procede de un deber, que constituye un servicio, que cumple una función y que sus formas de ejercerse se asemejan a una ceremonia”.
Su forma de dirigir y de actuar es lúdica y enérgica a la vez: sabe que el teatro es tan importante y serio que la única forma de acercarse dignamente a esta actividad es jugando. La relevancia que tienen en su vida el juego, la comunidad, la pasión por el estudio, la protección de las lenguas en peligro de extinción y la multiculturalidad, se explican muy bien en el primer capítulo de su libro Las llaves de los campos: cuaderno de un regreso al jardín originario. En este, narra su nacimiento en el año 1949, en el pueblo fronterizo de Neunkirch-Sarreguemines; que en temporadas fue parte del departamento de la Mosela, Francia y a veces parte de Alemania. “No soy ni francés ni alemán. Tengo dos fotografías de mi abuelo como soldado: una de la Primera Guerra Mundial como parte del ejército alemán, otra de la Segunda Guerra Mundial con el uniforme francés”. Recuerda que sus padres y abuelos, además de francés y alemán, tenían como lengua materna una muy peculiar: el fráncico renano de Lorena, dialecto que tiene un origen multicultural y está casi extinto al día de hoy.
De su infancia y primera juventud guarda recuerdos felices: la solidaridad entre vecinos, las familias extendidas y que se apoyaban mutuamente, grupos de scouts, los juegos colectivos que llenaban su infancia de esperanza. “La generación de mis padres y abuelos sobrevivió al horror de la guerra con la ilusión de que no se repetiría. Yo nací en ese clima: los Treinta Gloriosos, entre 1945 y 1975, cuando todo parecía posible”. En medio de ese periodo de euforia, descubrió el teatro: primero con muñecos y marionetas improvisadas para su familia, más tarde en pequeños montajes en los campamentos de verano. La revelación definitiva llegó a los doce, cuando un profesor de francés le ofreció escoger entre estudiar griego o integrar un grupo de teatro. Desde entonces su vínculo con el teatro se hizo más fuerte, aunque ahora es muy distinto a aquellos primeros acercamientos a través de Molière.
“Me llamas cuando tengas todo realmente listo”, me vuelve a decir. “Explora hasta el cansancio las posibilidades de cada elemento que utilizas en escena hasta que se conviertan en extensiones de tu cuerpo. Limpia tus gestos a través de la repetición y exploración de infinitas variaciones hasta el agotamiento. Llega a lo que queda cuando no queda nada”.
Al término de cada sesión me pregunto: ¿qué hace aquí un director de este nivel en Michoacán? ¿Por qué no se quedó en Francia? Él tuvo muy clara esa respuesta desde muy joven. Lo impulsaba la curiosidad por lo que había más allá del Mediterráneo y del Atlántico y el teatro le abrió las puertas del mundo. A los 17, mochila al hombro viajó a Argelia. Vivió dos años en Marruecos y dos en Libia. Cursó el doctorado en Estudios Teatrales por la Universidad de París III-Sorbona Nueva con mucha libertad y casi sin necesidad de asistir presencialmente; ahí se sumergió en el pensamiento de Bertolt Brecht, sobre quien escribió su tesis a inicios de los ochenta. Pero pronto se alejó de los cánones académicos para adentrarse en experiencias de teatro alternativo, talleres de formación de actores y congresos que vinculaban arte y educación. “Me interesaba un teatro que no se conformara con repetir fórmulas obsoletas, sino que naciera del cuerpo, de la energía, del juego”. Con esta claridad, desde 1990 ha colaborado de diversas formas en varios grupos de teatro experimental.
Fundador de la línea de trabajo formativo y creativo “Cuerpoesía” parte del cuerpo como materia del teatro, en la frontera entre la danza, el circo y la actuación. “Lo que propongo no es teatro ni danza: es el vacío que existe entre estos”. Su impecable forma de dirigir y enseñar es resultado de una larga carrera: Théâtre du Fil en Francia, Escuela de Expresión y Psicomotricidad Carme Aymerich de Barcelona, España, miembro fundador de los Colectivos Teatros del Otro y Teatros en Movimiento; decenas de artículos publicados y varios libros lo sostienen como investigador de artes escénicas.
Hoy, después de dos décadas en México, habla de un “doble exilio”: ni francés ni mexicano. Se fue de Europa desilusionado por lo que considera un clima cada vez más asfixiante, y en México ha encontrado lo que llama “el lugar menos malo posible”, un espacio desde donde seguir creando. Su crítica es clara: “El teatro en Europa y aquí está moribundo, reducido a repetir formas vacías o espectáculos de consumo. Lo esencial —el juego, la experiencia compartida de actuar— se está perdiendo. Y el juego, como decía Lautréamont de la poesía, tendría que estar hecho por todo el mundo. El teatro, también”. En sus montajes más significativos no estuvieron nunca los grandes escenarios oficiales, sino los talleres con jóvenes en situación vulnerable, personas con discapacidad, presos, migrantes. Allí, en el margen, ha encontrado la fuerza del teatro vivo.
“Siempre me preguntan de qué lado estoy. Yo no estoy de ningún lado. Estoy en medio, entre fronteras. Y desde ahí intento hacer teatro con lo que somos, con lo que resiste y con lo que todavía puede imaginar”. Sus cursos y talleres de teatro físico en varios países de Europa y América Latina han dejado una estela de actores que exploran la teatralidad desde una práctica diferente a lo convencional.
“¿Has trabajado? ¡Esa cuchara, explora mil formas en las que puedes usarla, hasta que de tanto verla, oírla y sentirla pierda su significado y surja su esencia!”. Para Marc, el teatro (o en su defecto el teotro) es “un juego minuciosamente arreglado en el que el actor no es ni el sujeto ni el objeto, sino el lugar”. “Erandi, solamente deja que el teatro ocurra a través de ti”.
Marc comienza un ciclo de talleres titulados “Cuerpoesía: una aventura de teatro físico”, que habrá que aprovechar. En ellos los participantes van a reconocer, explorar y disfrutar los múltiples recursos de la expresión y comunicación no verbal y del movimiento corporal creativo, hasta llegar a armar una composición escénica colectiva. Cualquier interesado tendrá acceso, en congruencia con su deseo de que todos puedan acceder a este maravilloso juego que es el teatro.
*Gracias a B.C. por acompañar el proceso y la escritura.
Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com