Lo que al principio se develaba como una historia de crimen, se fue tornando en una trama psicológica, donde ahora el interés principal era entender a este personaje desde su interior

Juan Pablo Arroyo Abraham, colaborador La Voz de Michoacán

Existe una línea muy delgada entre la razón y la locura, y a veces, al vulnerar esa frontera, podemos transitar libremente entre ambos mundos. ¿Pero qué sucede si nos estancamos en la oscuridad? ¿Qué pasa cuando la frontera crece sus murallas y ya no podemos volver?

En el año de 1954 nace en Miami, Florida, William Stanley Milligan, conocido como el violador del campus o Billy Milligan, quien a finales de la década de 1970 cometió varios delitos graves, entre ellos tres violaciones. En esa época, cuando la psicología todavía no aceptaba la condición de Personalidad Múltiple como un trastorno mental, e inclusive la rechazaban tajantemente, la doctora Stella Karolin decide, a la par con los abogados de Billy, utilizar este trastorno como tesis para su defensa. El resultado: William Stanley Milligan fue sentenciado a cumplir su condena en un hospital psiquiátrico y no en una prisión. Por primera vez en la historia, la ciencia reconocía que todos podríamos padecer de esta condición ajena a nuestro albedrío, que las múltiples personalidades capaces de cometer todo tipo de actos atroces, eran reales.

Este caso fue tan notorio que a raíz de él, Daniel Keyes, escribió en 1981 el libro The Minds of Billy Milligan. Después James Cameron intentó hacer una película basada en esta misma historia (pero no lo logró por no llegar a un acuerdo económico con el titular de los derechos) y en el 2021 Oliver Megaton dirige el documental Monstruos internos: Las 24 caras de Billy Milligan, en el cual Billy devela que también fue autor de algunos asesinatos, entre ellos el de su sobrina.

Fue en el 2023 cuando se estrena en Apple TV la serie The Crowded Room (La sala llena de gente o la sala llena), protagonizada por Tom Holland y cuya trama retrata el caso de Billy. Esta obra creada por Akiva Goldsman incluye también en su reparto a Amanda Seyfried, Emmy Rossum, Sasha Lane, Will Chase, Lior Raz, Laila Robins y Henry Eikenberry.

El primer episodio inicia cuando Jason Isaacs, el personaje interpretado por Holland, camina nerviosamente por Rockefeller Center en Nueva York. Trae una pistola en su mano y lo acompaña una mujer, Ariana (Sasha Lane). Siguen al supuesto padrastro de ella. Al estar cerca de él, ella lo incita a matarlo. Dubitativo, Jason le dispara pero falla. El caos reina en la plaza, la gente corre despavorida y el padrastro, sorprendido, huye del lugar. La policía captura al atacante y es entonces cuando inicia la investigación y los interrogatorios con la psicóloga Rya Goodwin (Amanda Seyfried), en donde ella, asumiendo que Jason posee múltiples personalidades que lo orillaron a cometer los crímenes que se le imputaban y en contra de todo pronóstico, logra demostrar la enfermedad del inculpado.

Durante sus diez episodios, The Crowded Room, nos obliga a transitar entre la realidad y la fantasía, en donde su frontera siempre se mantiene vulnerada, y esto definitivamente se traslada al espectador confundiéndolo constantemente, ya que Jason a ratos se transforma en su alter ego valiente y golpeador, Yitzhak (Lior Raz), para defenderse de sus “amigos” abusadores, o en ocasiones en Mike (Sam Vartholomeos), personaje extrovertido y exitoso en el ámbito adolescente, o en Jerome (Levon Hawke) símbolo de la parte artística y creativa, e inclusive encarna a dos personajes femeninos, Annabelle (Emma Laird) y Ariana. Sí, la chica que lo acompañó en la primera escena. Es decir, Jason estaba solo en Rockefeller Center. Ariana, quien representaba sus impulsos más oscuros, nunca existió.

Todo esto lo vamos descubriendo gradualmente, cuando la policía le muestra a Jason que esos acompañantes imaginarios que él describía en cada momento, no estuvieron ahí. En las cámaras de seguridad solo estaba él; tanto cuando golpeó a sus abusivos compañeros así como cuando le disparó a su padrastro, entre muchas otras escenas donde sus alter ego interactuaban con él.

Lo que al principio se develaba como una historia de crimen, se fue tornando poco a poco (magistralmente diría yo) en una trama psicológica, donde ahora el interés principal era entender a este personaje desde su interior, y en donde todos aquellos datos que resolverían este supuesto rompecabezas policiaco, quedaban obsoletos. El proceso judicial se tenía que enfocar, según la psicóloga, en entender la condición mental de Jason, y ésta sería la única manera de que en lugar de terminar en una prisión, Jason pasara su condena en un hospital psiquiátrico.

Así como en la película Bardo (2022), Alejandro González Iñárritu muestra a su mini padre que se le aparece al personaje principal en un baño, lo cual causó opiniones encontradas en los espectadores y hasta risas en otros, en The Crowded Room, Akiva Goldsman corre el mismo riesgo de ser criticado. Conforme avanza la trama a través de sus capítulos, el creador de esta serie nos muestra visualmente como es el interior de la cabeza de Jason: una bodega lúgubre y oscura donde viven sus siete “yoes”. Esto, a pesar de sonar ridículo, el autor lo resuelve de tal forma, tan orgánica y tan natural, que más que estorbar al ritmo de la historia, fortalece su argumento. Akiva nos regala una imagen surrealista cuyo impacto es totalmente realista. Es decir, ver a los siete Jasons interactuar en este espacio ficticio que representa al cerebro, es todo un manjar visual y narrativo, y lo más importante es que nos ayuda a entender el dilema terrorífico que experimenta una persona con múltiples personalidades, con esta condición que actualmente se le llama Trastorno de Identidad Disociativa (TID).

Pero ¿cómo tener empatía con un violador y asesino?, pues sí. Como resultado de la impresionante interpretación de Tom Holland y el dominio de su técnica actoral en pro de la verosimilitud, Tom nos transporta, a veces sensiblemente y otras agresivamente, sobre un camino sinuoso y en ocasiones peligroso, hacia un destino incierto, en donde a pesar de saber que él es un delincuente, nos vestimos, como espectadores, con su piel, y buscamos entender sus razones, y porqué no, nuestras razones.

Es común que a temprana edad, cuando cursamos la primaria, secundaria e inclusive la prepa, nos sentimos insatisfechos con nuestra identidad. Si somos muy nobles (y por lo tanto víctimas del bullying), desearíamos ser el “rudo” de la escuela para poder defendernos. Si carecemos de herramientas para conquistar a una persona, quisiéramos ser ese galán que puede con todas o con todos. Si estamos gordos, queremos ser flacos, si tenemos el pelo chino, lo queremos lacio, y así sucesivamente. Es decir, no queremos ser quienes somos, no nos gustamos y nos encontramos todo tipo de defectos.

Pero la cuestión es que no existe el modelo humano perfecto, y es ahí cuando comienza el dilema de que no podemos contar con las características físicas y mentales ideales en un solo ser, de que realmente lo que nos atrae de otras personas es un pedacito de él o ella. Por lo tanto, y aquí viene lo bueno, nuestro “alter ego” no es uno solo, son muchos, y es cuando adoptamos las virtudes de diversas personalidades, tratando con ello de ser perfectos (según nuestro modelo ideal).

Pero diferenciando a una persona “cuerda” de una “demente”, en donde este último pierde todo contacto con la realidad y carece de juicio, una de las características principales del TID es que el sujeto que la sufre padece de amnesia disociativa, o sea que no recuerda sus múltiples facetas de comportamiento ni la transición entre una y otra, y es esto precisamente lo que los psicólogos utilizan como argumento para catalogarlo como un trastorno: la falta de control sobre sí mismo, lo cual exime al “enfermo” de cualquier responsabilidad llevada a cabo durante su actuar con sus diversas personalidades. Y aquí surge la duda: ¿realmente Billy era inocente? ¿O fue un excelente actor que supo disfrazar sus crímenes con ayuda de su terapeuta?.

Espacio Solaris es un espacio de exhibición cinematográfica independiente, alternativo e incluyente ubicado en el corazón de la ciudad de Morelia. También es el hogar del podcast Butaca 39 y de la Muestra de Cortometraje Contemporáneo 5C.

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