Las generaciones de mestizos, criollos y naturales, comenzaron con la contraparte de las corridas de toros y crearon el espectáculo ahora tan mexicano del jaripeo.
Gonzalo Reyes / La Voz de Michoacán
Agosto es el mes del prólogo para los espectáculos al aire libre, sobre todo para dar inicio a las temporadas de jaripeos, que se practican en los estados del sur y centro de nuestro país, donde tal actividad ha cobrado tanta expectación debido al carácter histórico y tradicionalista desarrollado por la producción ganadera que, de un pasatiempo en estas arduas jornadas, es donde derivan las diversiones de la gente del campo y que en su desarrollo ponen en juego hasta su vida misma.
Cuando se implementaron las tardes de jaripeo como atractivo para el público y sobre todo para los protagonistas, por lo general como exhibición de muestra de las faenas, los vaqueros las realizaban cuando completaban una engorda de ganado; cuando conducían las manadas de los potreros al corral de las poblaciones donde los compradores de las vacadas, estaban expectantes del desarrollo productivo y así montados a caballo llegaban con los arreos y estos quedaban a la vista del público.
Esa era la ocasión para que los caporales expusieran sus habilidades en el manejo de los rebaños y se mostraban con la capacidad para seguir afrontando la producción, que de ahí pasaba a las grandes ciudades donde se destinarían a estas reses para el abasto y era la ocasión para mostrar lo que hacían en los rudos campos. Y así comenzaron a surgir retos entre los vaqueros para ganarse los favores primero del dueño de las haciendas que los podían colocar en mejores posiciones.
Por lo tanto con mejores sueldos a su trabajo y para sobresalir ante la mirada de los compradores de ganado que los pudieran contratar ya en las explotaciones finales, donde el trabajo era de menor intensidad pero de mayores dividendos, Su orgullo era mostrase como el mejor y entonces ya, antes de embarcar a los semovientes a su destino final, se les veía diestros y valientes al desafiar en la monta a los toros: y así de lo que era un trabajo que ahí finalizaba en la crianza de reses, hacían del acontecimiento una gran fiesta, que engalanaban las mujeres y admiraban los hombres de poder.
En estos sucesos de siglos atrás en la época de la colonia y de un catolicismo imperante, cuando se llegaba la fecha de la conmemoración del santo patrono, donde se criaba ganado mayor; ya no realizaban arreos para la comercialización del ganado. Ya con toda la expectación que despertaban aquellos antiguos jaripeos, ahora los realizaban como tal en exhibiciones de su maestría y juntaban y conducían a los semovientes mejor desarrollados para realizarles la faena que habría de llenar de colorido y movimiento sus fiestas y con toda la intención se mostraban como expertos vaqueros.
Ya de plano en una tarde de bullicio y animación, con música, comida y bebidas, con todo el pueblo e invitados, en las que ya eran plazas de toros y con la presencia de las reinas y princesas elegidas para premiar a los vaqueros. Efectuaban los viejos jaripeos. Igual en otro evento de relevancia que no fuera católico, los hacían y así nació la tradición del campo, de distraer y recrearse con el ganado.
Por lo general estos festejos se realizaban en las comunidades apartadas, ya que hace siglos, la tradición española de la tauromaquia prevalecía en las ciudades donde se concentraban la mayoría de peninsulares que eran designados para controlar los destinos de lo que fue la colonia del reino en el nuevo mundo; por lo que en las ciudades influía la tradición española, que además sirvió para ejercitar a sus soldados en la guerra contra los moros, cuando se adiestraban lanzando a los toros.
Y así las generaciones de mestizos, criollos y los pocos naturales que quedaron, ellos, derivado de su trabajo sobre el ganado y con la anuencia del dueño encomendero de las haciendas en las que laboraban, comenzaron con la contraparte de las corridas de toros y crearon el espectáculo ahora tan mexicano del jaripeo, que cuando y una vez ya en nuestro país independiente, lo dotaron de reglamentación. Y confederado lo convirtieron en el deporte nacional por excelencia y es lo que actualmente es la charrería, que propiamente son los jaripeos, pero sancionados en suertes y con reglas.
La evolución de la esencia de aquellos encuentros con el ganado mayor y que realizaba la gente del pueblo, no estuvo sujeto a reglamento, lo único era el mostrar superioridad y dominio sobre los elementos de que se disponía para su trabajo ganadero y de sustento, que eran bovinos y equinos, había que dominarlos y mostrarle al mundo quien mandaba y tenía más valor y mejores aptitudes.
Las fechas para hacerlo, fueron las notables del calendario católico y por igual para los momentos cívicos de casos que han marcado la historia; y así en un largo y complejo andar, este espectáculo rudo y burdo del campo, llegó a las ciudades, donde el concepto de superioridad siguió imperando ya con premios para los que se atrevían a desafiar al ganado que cada vez lo escogían de mayor potencia y peligro, para darle un grado de mayor expectación a cada evento que realizaban.
Ya en estos últimos siglos con los jaripeos actuales, la época de lluvias impide el pleno desarrollo y continuidad de las temporadas que se empezaron a forjar de hace unos 70 años a la fecha, con los eventos que acapararon la atención del público de las ciudades, pero en las comunidades alejadas se tenía que cumplir al pie de la letra en sus fechas tradicionales, marcadas por la iglesia católica y a pesar de los torrenciales aguaceros aun así desarrollaban sus jaripeos y festejos de fiesta; y lo siguen haciendo como es el caso de tantas celebraciones del mes de agosto que acaba de terminar.
En el caso de los jaripeos de continuidad, los que se realizan por gusto y en temporadas donde el factor económico es predominante, suspenden por las lluvias debido al bajo afluente del público que paga su boleto por presenciar la suerte de los jinetes que cobran por montar. Ahora durante el mes de septiembre en las plazas del jaripeo donde continuamente los realizan, ya están reiniciando sus preparativos y la expectación como cada año de apertura de sus temporadas sigue vigente.
Actualmente con dos versiones de la jugada de toros, los del estilo tradicionalista a caballo, pero con toros bravos y los de montas a cajón que son predominantemente musicales; ya en las plazas de temporadas fijas están dispuestos a seguir dando continuidad al espectáculo más tradicionalista del mexicano. Son varios estados los que se han involucrado de lleno al espectáculo ranchero del desafío a los toros y es gratificante el comenzar a recibir las invitaciones para estar presentes en algunos festejos por venir; y sobre todo para integrarnos a este trabajo que de cualquier forma nos da sustento a miles y muchísima gente que estamos involucrados en el desarrollo de los jaripeos.
De la misma forma, durante las fechas festivas de las comunidades que redondean sus fiestas con jaripeos ya los tienen estructurados para seguir perpetuando sus tradiciones, muchos son por cooperación de los mismos habitantes de esos pueblos y muchas ya son de carácter monetario donde un grupo de entusiastas exponen sus capitales en esta forma de trabajo, que de cualquier manera atiende el aliciente por dar continuidad al trabajo que del desafío a los toros ha contribuido a forjar el carácter histórico, tradicionalista, folclórico y cultural de los pueblos de México.
Septiembre es el mes donde se perciben mayores expectativas a lo nuestro, casi todos estos 30 días son festivos en el territorio nacional. Y es cuando los colores patrios le dan el sabor de autenticidad a todas las actividades que se realizan en conmemoración a la celebración de las gestas que dieron identidad y estado de derecho a los que formamos parte de nuestro país, que antes que otra cosa se identifica con el campo, con el ganado mayor y donde caballos y toros son parte fundamental del desarrollo de casi todas las celebraciones que se conmemoran en este, el mes patrio.
El mismo que da comienzo a las temporadas del jaripeo en las plazas que están al aire libre, donde se percibe con más intensidad la emoción y colorido de las tardes de toros, así que de septiembre en adelante y en la mitad de los estados, del centro sur del país, la magia del toro regresa a inundar los sentidos de nuestra mexicanidad; octubre continuara de plácemes y los jaripeos irán cobrando mayor intensidad, para recibir al revolucionario noviembre, que trae 2 fechas memorables y que tienen que ser redondeadas con tardes de toros, el día de muertos y el día de la revolución, para cerrar en diciembre que es cuando la mayoría de mexicanos radicados en el país del norte, vienen para integrarse a sus festejos y revivir y vivir con intensidad las grandes tradiciones, que de enero a mayo seguirán en vigencia, mientras llega la nueva temporada de lluvias para marcar un breve receso y esperar que pase junio y julio y seguir con las temporadas y grandes jaripeos que solo en México, es posible vivir con su identidad propia, que ha marcado una historia, tradición y su cultura.