Mujeres leyendo a mujeres, mujeres leyendo a escritoras, escritoras leyendo a escritoras, es sin duda uno de los actos políticos que más nos representan culturalmente en la última década
Farah Wesley colaboradora de La Voz de Michoacán
Mujeres leyendo a mujeres, mujeres leyendo a escritoras, escritoras leyendo a escritoras, es sin duda uno de los actos políticos que más nos representan culturalmente en la última década, el cual traza una línea directa en materia de perspectiva de género.
Hasta hace menos de un siglo, el quehacer de las escritoras no era bien visto desde ninguna óptica. Algunas de sus obras veían la luz bajo algún seudónimo varonil. Para las mujeres, denostadas y marginadas en todo estrato social, era complicado verbalizar sus opiniones. Esta situación nos lleva a pensar que quizá hemos admirado la escritura de los hombres por siglos sin imaginar que bien podría tratarse de ideas de mujeres difuminadas en lo “correcto”, porque el nombre de un varón era lo aceptado.
Bajo ese tenor fue floreciendo, desde lugares oscuros, la escritura femenina.
Con el tiempo, observamos que las mujeres escribimos como mujeres. Los temas que nos interesan son muy distintos, y debe validarse desde dónde los emitimos.
En la disyuntiva de lo que escribimos y para qué lo hacemos, encontramos la figura de la madre y las maternidades desde varias aristas, que pasan por la abnegación a la rebeldía, y del remanso a la violencia que conlleva la palabra maternar.
La representatividad que una madre puede manifestar desde lo colectivo a lo individual tiene infinitas variantes. Precisamente en esta coyuntura se encuentra la obra escrita por Guillermina Murillo Barriga, Muñeca, libro que vio su primera edición en 2023, editado por Silla Vacía y arropado por los premios “Palabras de Colibrí” de la Secretaría de Cultura de Michoacán.
Entrar en la narrativa de Muñeca es evocar a las madres que aún existen en nuestra contemporaneidad, y que se niegan a ver lo duro que puede resultar maternar, al mismo tiempo que romantizan las violencias, las cuales abarcan muchas cuestiones: desde la obstétrica, la de la representación de una mujer en el embarazo, la de tener un hijo o muchos, la obligación de atenderlos, el trabajo de su manutención, la diferencia de edades, así como la que existe entre los unos y los otros como familia, hasta la figura autoritaria del padre, representante de un patriarcado que todavía se sostiene con los señalamientos a qué tan “bien” o tan “correctamente” ejercemos nuestro derecho a ser madres.
La obra de Guillermina impacta con frases sutiles que exponen con gran vigencia la vida de estas mujeres. Nos narra que, al tener “cargadas” a las mujeres, se garantizaba un control para que éstas no salieran de sus hogares; así, se mantenían embarazadas la mayor parte de su vida y dedicaban otro largo tiempo a la crianza.
Al describir a Muñeca, Guillermina no sólo nos cuenta con familiaridad a la mujer que la inspiró, sino que además nos lleva a recordar a nuestras abuelas, tías, vecinas o a nuestra madre. Expone también a la mujer estresada por la vida diaria, las interminables horas de trabajo no remunerado en casa, el temor de sus propios pensamientos en soledad. Describe cómo estas madres entregaron cada uno de sus días para sostener familias insostenibles, dar apoyo para consolidar a sus hijos como adultos autosuficientes, y cómo han sido invisibilizadas por la sociedad que las sigue romantizando, sociedad en donde las mujeres debemos tener como eje central a nuestras hijas e hijos y, para poder tener un valor social, se nos debe juzgar desde la expectativa de ser la buena compañera y la buena madre.