La industria del turismo ha ganado terreno en las últimas décadas, llegando a ser una de las principales actividades macro y microeconómicas internacionales
Erandi Avalos colaboradora de La Voz de Michoacán
La industria del turismo ha ganado terreno en las últimas décadas, llegando a ser una de las principales actividades macro y microeconómicas internacionales. Sigue creciendo y en algunas ciudades su impacto en la vida cotidiana representa un problema, como en el caso de Barcelona, donde los ciudadanos ya se manifiestan contra el turismo masivo. El deseo de conocer lugares remotos y de compartir la cultura propia es casi innato en el ser humano; y con todos los avances en tantas áreas, cabe hoy el cuestionarse si las formas de viajar pueden ser más amables, respetuosas e incluso interesantes. Posiblemente sí. En general para los artistas lo es: la intención de vincularse a través del arte con el lugar visitado, con sus habitantes, enriquece al que va y al que recibe.
Cuando un viaje hacia afuera se acompaña de un viaje interior, la magia ocurre. La gran literatura está llena de ejemplos de viajes iniciáticos que el mitólogo Joseph Campbell detalló en El héroe de las mil caras, publicado en 1949. No es necesario ser un héroe o heroína para hacer lo propio, así que con afán de aventura y cambios, retomé el gusto y el valor de la presentación pública de lo que me gusta llamar: ritual performativo, así que como parte de la invitación para llevar un poco de Michoacán a Rotterdam, colaboramos con el artista Toine Klassen, quien tiene una larga trayectoria en el performance. Esto ocurrió en Wolk, un espacio comunitario de arte y conciencia de Róterdam, Países Bajos, gracias a la generosidad de todos los amigos que ayudaron a que este intercambio cultural se hiciera realidad.
El tema a explorar fue la dualidad, el claroscuro del ser. Combinamos elementos michoacanos: tierra, billetes, una máscara del reconocido artesano Felipe Horta, de Tócuaro, un rebozo; con elementos de impresionante estudio de Toine: alas de uno de sus avatares (creaciones para sus performances), collares de valvas del Río Mosa y un bastón tallado con el escudo mexicano que tenía entre sus miles de objetos. El proceso creativo fue fantástico: dos niños grandes jugando seriamente a traer una idea a lo tangible. Buscamos la forma de integrar a los espectadores y todo sucedió fácilmente. La invitación a observar nuestro lado oscuro e integrarlo. Nada más aterrador que asomarnos a nuestros abismos. A esa parte que casi todos ven de nosotros y aún así nos aferramos arduamente a mantener en la sombra. Pauline Scheurs cerró el performance con su armonio y su voz, complementando la conexión con los asistentes.
¿Qué es el arte si no un acto de magia? No hablo del virtuosismo, que sin duda se agradece en cualquier manifestación artística. Me refiero a la necesidad de comunicarnos con nuestros semejantes utilizando las herramientas y elementos que están a nuestro alcance. Esto lo aprendí muy bien de los artistas de la iniciativa holandesa-mexicana La Pureza del Arte: muchos ni saben que existe la Teoría del Arte, ni les interesa. Pero en ocasiones es más difícil desaprender que aprender y a mí me tocó desaprender para liberarme y salir del clóset artístico. Me pregunto: ¿Cuanta gente andará por ahí siendo albañiles, oficinistas, amas de casa o adictos al cristal que no saben que son artistas? Que ven, perciben y reflexionan sobre su entorno pero no saben que existe el arte. El arte es una forma de vida que ninguna escuela puede enseñar (si bien puede ayudar a conocer y perfeccionar técnicas, claro está). Lo mismo que la filosofía, la teología y la cocina.
“El arte no cambia nada, el arte te cambia a ti” , dijo el sabio David Lynch. Pero si uno cambia, el mundo cambia. No hagan turismo. Viajen. Dejen algo de sí a donde vayan, algo más que la huella de carbono que implica el moverse a un lugar lejano. Atrévanse a explorar su lado oscuro y traerlo a la luz: ahí hay poder.