Para construir y de-construirnos, cada actor tiene su propio método en términos actorales

Rita Gironès colaboradora de La Voz de Michoacán

El otro nos modifica, y eso es condición en términos actorales. Andrés Montiel, capaz de reinventarse constantemente, trabaja en el finísimo manejo de las emociones, pero esto no sólo aplicado a la actuación, “esa es una práctica por la que estamos aquí”, dice, “para buscar y buscarnos”. Para construir y de-construirnos. Y si cada actor tiene su propio método, ¿por qué no habría de tenerlo cada una de las personas? El mundo va muy deprisa, no perdamos la oportunidad, complejísima, de aprender de él. Para el actor mexicano, una base sensorial, la concentración o el sentido de la verdad del otro, lo llevan a la grandeza del oficio. Para Andrés, además, lo guía una vulnerabilidad que se fortalece sin tregua.

¿Qué querías ser de niño?

¡Oh, quería inventar cosas! Cuando me lo preguntaban decía que quería ser inventor, todavía sin saber qué inventaría.

¿Qué quieres ser ahora?

Quiero seguir inventando cosas, pero ahora desde la ficción. Quiero seguir creando. Me doy cuenta que aquel sueño de niño estaba vinculado a lo creativo. Y pase lo que pase más adelante, siga en la actuación o no, me aseguraré que esté relacionado con la creatividad.

Principal rasgo de tu carácter.

¿Positivo o negativo? (Risas) Excepto en mi profesión, soy muy testarudo, muy terco, para bien y para mal. Y eso te puede impulsar a realizar grandes cosas, pero no siempre es bueno. Estoy aprendiendo, cada vez más, a escuchar, a valorar las opiniones y los consejos.

¿Cuándo decides encaminarte a la actuación y convertirla en oficio?

Desde niño, por mi madre que era muy cinéfila, me hice muy cinéfilo. Pero fue hasta mi adolescencia que empezó mi verdadera inquietud. En algún momento de chiquito me veía que quería formar parte de algo así -me sigue pareciendo algo mágico-, pero no sabía desde dónde lo iba a abordar: como director, escenógrafo, actor, etc. Y ya en la adolescencia me quedó más claro que quería ser actor. Fue cuando vi la película Serpico y el trabajo de Al Pacino que me voló la cabeza, y dije, yo quiero hacer eso.

¿En qué punto convergen la actuación y la vida?

Creo que mientras más humanos busquemos ser, más podremos conectar con los demás. El trabajo del actor también es así. Cuanto más honesto eres con lo que estás haciendo, cuanto más te dejas vulnerar como persona ante el personaje o la historia, más podrás conectar con la gente. No es que uno persiga eso, pero se trata de sensibilizarnos. En la vida cotidiana tenemos mucho miedo a vernos vulnerables, frágiles, defectuosos. Y creo que mientras más, como actor, te abres a eso, el público se identifica. Es un gran hallazgo reconocernos vulnerables y que no somos perfectos.

¿Qué importancia le das a las palabras, y al silencio?

Ambas tienen un peso por igual. En los silencios están muchas reflexiones y se puede decir mucho. Y las palabras tienen un peso muy poderoso. Lo vemos en todos los ámbitos: por ejemplo, en la literatura, cómo a través de la palabra escrita nos transformamos de mil maneras.

¿Qué películas ves en tus ratos libres?

Veo de todo. Soy un cinéfilo empedernido y no me gusta ser prejuicioso con ningún género en especial. Últimamente quizás, el género que me ha gustado menos es el terror, porque es muy predecible, pero trato ver de todo.

¿Qué personaje te gustaría interpretar?

Cualquier personaje que mueva algo en los demás. Por ejemplo, Wim Wenders conjuga eso en la mayoría de sus trabajos. Tiene 3 de mis películas favoritas: la más reciente, “Días Perfectos”; “Las Alas del Deseo” y “Paris, Texas”. Te deja semanas y semanas reflexionando, y preguntándote cómo es posible que sus personajes alcancen ese nivel de honestidad. Entonces te diría que no pienso en un personaje en especial, sino me gustaría ser capaz de lograr mover y conmover mediante mi trabajo actoral.

¿Con qué personaje histórico te sentarías a platicar y de qué?

¡Oh, qué bonito sería! Con Leonardo da Vinci. Y más bien le diría, habla tú. (Risas) Por favor, ¡ilústrame! Quizás en algún momento le preguntaría, ¿cómo le hiciste? Y sabes, lo más impresionante es que nunca fue a la escuela, todo sucedió por la incansable curiosidad que tenía de todo… Una curiosidad infinita.

¿Qué cualidad admiras de las personas?

La generosidad, la bondad.

¿Qué detestas en los demás?

La hipocresía.

¿De qué te sientes orgulloso?

Quizás de mi apertura. Yo era, particularmente de adolescente, un muchacho retraído. Era introvertido y todavía tengo esos rasgos de timidez, me costaba abrirme con las personas. Entonces el haberme parado por primera vez en un escenario frente a un público, ¡no sé cómo lo logré! La actuación me ayudó muchísimo. Fue lo mejor que pudo haberme sucedido. Además, empecé en el teatro que requiere de mucha disciplina y mis maestros se encargaron de darme la dirección precisa que necesitaba.

¿Qué es para ti la Cultura, Andrés?

Absolutamente algo vital. Si no hay Cultura, no hay equilibrio. No me imagino un mundo sin Cultura. Y eso abarca la música, la pintura, el teatro, … sin eso no hay sabor. La vida sería muy desabrida.


Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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