Con el auge de las redes sociales, el discurso de odio en línea puede producirse y compartirse con facilidad y de forma anónima, por lo que es necesario identificarlo y detenerlo.
Redacción / La Voz de Michoacán
Morelia, Michoacán. En el lenguaje común, la expresión “discurso de odio” hace referencia a un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión, la identidad género u orientación sexual) y que promueve la violencia y la intolerancia, además de que puede poner en peligro la paz social, advirtió la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El efecto devastador del odio, por desgracia, no es nada nuevo. Sin embargo, su escala e impacto se ven ahora aumentados por las nuevas tecnologías de la comunicación. El discurso de odio —también en Internet— se ha convertido en una de las formas más habituales de extender una retórica divisoria a escala mundial, poniendo en peligro la paz en todo el mundo.
Con el objetivo de defender los derechos humanos y avanzar en el Estado de derecho, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció este 18 de junio como el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio.
A pesar de sus efectos nocivos, no existe una definición universal de discurso de odio de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos. El concepto todavía se debate ampliamente, sobre todo en relación con la libertad de opinión y expresión, la no discriminación y la igualdad.
Aunque esta no es una definición legal, abarca un sentido más amplio que "una instigación a la discriminación, la hostilidad o la violencia" — que está prohibida de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos, el discurso de odio posee tres características esenciales:
- Se puede materializar en cualquier forma de expresión, incluidas imágenes, dibujos animados o ilustraciones, memes, objectos, gestos y símbolos y puede difundirse tanto en Internet como fuera de él.
- Es “discriminatorio” (sesgado, fanático e intolerante) o “peyorativo” (basado en prejuicios, despectivo o humillante) de un individuo o grupo.
- 3 Se centra en “factores de identidad” reales o percibidos de un individuo o grupo, que incluyen: “su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia o género”, pero también en otras características como su idioma, origen económico o social, discapacidades, estado de salud u orientación sexual, entre otras muchas.
Es importante destacar que el discurso de odio solo puede dirigirse a individuos o grupos de individuos. No se incluyen las comunicaciones que pueda haber entre Estados y sus oficinas, símbolos o funcionarios públicos, ni tampoco entre líderes religiosos o dogmas de fe.
La proliferación del contenido de odio en línea ha ido acompañada del incremento de la desinformación que puede ser fácilmente compartida a través de las herramientas digitales. Esto está creando retos sin precedentes para nuestras sociedades, ya que los gobiernos luchan por hacer cumplir las leyes nacionales a la escala y velocidad del mundo en línea.
A diferencia de los medios de comunicación tradicionales, el discurso de odio en línea puede producirse y compartirse con facilidad, a un bajo coste y de forma anónima. Puede llegar a un público de todo el mundo y diverso en tiempo real. La relativa permanencia del contenido de odio en línea supone también un problema, ya que puede resurgir y (volver a) ganar popularidad con el paso del tiempo.
Saber en qué consiste y controlar esta narrativa de odio en las distintas comunidades y plataformas en línea es fundamental para moldear nuevas respuestas. Pero los esfuerzos se ven a menudo paralizados por la misma magnitud del fenómeno, las limitaciones tecnológicas de los sistemas de supervisión automatizados y la falta de transparencia de las empresas que trabajan en línea.
Mientras tanto, el creciente uso de las redes sociales como arma con la que extender discursos divisorios y de odio se ha visto favorecido por los algoritmos de las empresas de Internet. Esto ha intensificado el estigma al que se enfrentan las comunidades más vulnerables y expuesto la fragilidad de nuestras democracias a nivel mundial. Asimismo, ha provocado el escrutinio de los operadores de Internet y desencadenado preguntas acerca de su función y responsabilidades al infringir daño en el mundo real. Como resultado, algunos Estados han empezado a pedir responsabilidades a las empresas al respecto de moderar o eliminar contenido que pueda considerarse en contra de las normas establecidas, suscitando inquietudes sobre las limitaciones de libertad de discurso y censura.
A pesar de estos retos, las Naciones Unidas y muchas otras partes implicadas trabajan por encontrar formas de contrarrestar el discurso de odio. Esto incluye iniciativas para fomentar mayores competencias básicas en materia de información y medios de comunicación entre los usuarios en línea, mientras se garantiza el derecho a la libertad de expresión.
Con información de www.un.org/es