En el marco del encuentro “Identidad cultural: ramas y técnicas del arte popular en Michoacán”, Perla López Bautista y Guillermina Ascencio Mateo han generado distintos espacios y estrategias para generar redes de apoyo y generar ingresos propios.

Abril García / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Frente a las violencias sistémicas que enfrentan las mujeres en las comunidades indígenas de Michoacán, Perla López Bautista y Guillermina Ascencio Mateo han generado distintos espacios y estrategias para visibilizar estas agresiones, compartir sus experiencias y generar ingresos propios.  

En el marco del encuentro “Identidad cultural: ramas y técnicas del arte popular en Michoacán”, Perla López Bautista expuso sobre la creación de la red “Mujeres constructoras de paz” (Mucpaz), un espacio que surge de la necesidad de tener donde “reír, llorar y convivir”.

La psicóloga reveló que parte de la construcción identitaria y cultural de sus comunidades es reproducir prácticas de violencia por parte de los hombres hacia las mujeres, por lo que se buscó construir espacios donde se pudiera prevenir, visibilizar y charlar con las víctimas de violencia de género de su comunidad.

“Justo es levantarnos en contra de nuestros saberes de nuestra comunidad. Porque en las comunidades originarias las mujeres no tenemos que rebasar a los hombres en términos de autoridad”, puntualizó.

La conferencista contó que al principio resultó complicado establecer estas reuniones debido a que no tenían un espacio físico en donde hacerlas y a que eran rechazadas socialmente por considerar que eran grupos de “mujeres contra hombres”. Así mismo, otra de las dificultades que enfrentaron fue el tener que apresurar los diálogos para poder cumplir con sus labores domésticas.

A medida que transcurrió el tiempo y se sumaron personas al grupo, instituciones como el Centro Estatal de Prevención del Delito y Participación Ciudadana (CEPDPC) y Secretaría de Igualdad Sustantiva y Desarrollo de las Mujeres Michoacanas (SEIMUJER) contribuyeron a formalizar la red y a recibir apoyos gubernamentales.

Mediante esta red, se han organizado distintas actividades de recuperación de los espacios públicos, de cuidado hacia las infancias de la comunidad y de visibilización de la violencia de género, tales como marchas por las calles de Cherán, pintar las bardas de la iglesia y de la cancha, un campeonato de básquet y fútbol y la gestión de una escuela de música.

Sin embargo, lo que pareciera ser la principal fortaleza de la red, es que se han gestionado materiales e insumos para la fabricación de prendas artesanales, mismas que pueden ofertar en tianguis y brindarles su independencia económica. “En lo que platicamos una temática, ellas están bordando”, contó la fundadora de la red.

En este mismo tenor, Guillermina Ascencio Mateo, dio una conferencia sobre las acciones que realizó en la comunidad de La Cantera.

Durante su puesto como jefa de las Guardias Comunales de Tangamandapio, tuvo la oportunidad de ver que las mujeres eran violentadas, invisibilizadas y silenciadas a manos de varones. “Los hombres decían que las mujeres eran para estar encerradas haciendo tortillas”, expuso.

Desde esta posición, como encargada de las kuarhichas, tuvo la posibilidad de ayudar a cientos de mujeres que habían sido agredidas por varones, ya fuera por violencia física, verbal, económica o vicaria. Contribuyó a impartir justicia en términos de reconocimiento de hijos e hijas; pensiones alimenticias y detenciones de agresores.

Sin embargo, durante este proceso, identificó que una gran cantidad de estas víctimas no podían separarse de sus maridos, quienes eran sus agresores, debido a que dependían económicamente de ellos. Así, reconoció la necesidad de generar estrategias para que estas víctimas de violencia de género pudieran tener su independencia financiera y, por consiguiente, separarse de sus parejas abusivas.

En este sentido, gestionó talleres ocupacionales del Instituto de Capacitación para el Trabajo del Estado de Michoacán (ICATMI) dentro de su comunidad, para que las mujeres pudieran aprender estilismo, panadería, repostería y modismo y laborar poniendo uñas acrílicas, elaborando uniformes escolares, vendiendo pizzas o cortando el cabello.

Así mismo, consiguió la integración de mujeres en el puesto de kuarhichas, labor que tradicionalmente es propia de los varones. “Esas eran las que tenían las ganas y las garras para seguir trabajando y saber darles el trato a otras mujeres”, agregó la educadora.