Nuestra nieta vive sola, renta una casita en el centro del pueblo. Es una joven a quien le gusta leer, tocar la guitarra y ayudar a los demás

Nuestra nieta vive sola, renta una casita en el centro del pueblo. Es una joven a quien le gusta leer, tocar la guitarra y ayudar a los demás.

Nosotros vivimos ahora en Balcones y desde aquí arriba, por los ventanales, podemos ver el centro de la población. Sin quererlo, todos los de este nuevo fraccionamiento somos testigos de lo que ocurre allá abajo.

Hace tres días, la tromba inundó el centro del pueblo. El torrente se llevó a tres personas, sus cadáveres fueron encontrados a dos kilómetros. Hoy cumplo 80 años y mi esposa y yo sabemos que no hay nada que festejar, nos sentimos afligidos.

Nos resulta conmovedor ver desde acá arriba a nuestra nieta sacando el agua de su casa con cubetas, lo hace sin descanso durante varias horas, pero luego sube a la azotea con su guitarra, saca un banco y empieza a tocar. También canta, no la escuchamos ni le vemos el rostro, pero sabemos que canta.

Tiene la espalda bien derecha, la pierna izquierda está extendida y toca el suelo, en el muslo de la derecha apoya el instrumento. Alrededor de ella se impone algo parecido a la quietud, círculo se seguidor imaginario, luz sobre luz.

De alguna manera inexplicable estamos seguros de que interpreta algo tan triste como la muerte de quienes se ahogaron. Sabemos que su canto es una forma extrema del llanto. Al poco, mi mujer empieza a derramar lágrimas calladas.

La imagen de la nieta a mí también me provoca un nudo en la garganta. Al cabo, concluye como si hubiera enterrado a alguien y soltara sobre la tumba un puño de tierra. Ahora camina por la azotea con la cabeza gacha. Después de un rato, decide bajar y continúa sacando agua. La vida no se seca sola.