Miguel Ángel recorrió casi todo el país, conociendo y registrando rincones de paisajes poco explorados: barrancos, bosques, playas, ríos, desiertos, montañas
Erandi Avalos, colaboradora La Voz de Michoacán
Miguel Ángel Antúnez Baza es un fotógrafo mexicano que estaba destinado a andar por el camino del arte. Su formación artística comenzó en la infancia al lado de su abuela Carmen Carrillo de Antúnez, destacada pintora, escultora y dibujante mexicana quien se distinguió por su destreza técnica y su prolífica obra relacionada con los pueblos originarios. Carrillo de Antúnez fue una mujer adelantada a su época. Aprendió en el Museo de Historia Natural de Nueva York y en el Museo Field de Chicago sistemas de construcción de dioramas y métodos museográficos. Fue la encargada de los talleres del Instituto Nacional de Antropología e Historia donde se crearon los dioramas de Cacería del Mamut en Tepexpan, la Ceremonia de Invocación de la lluvia y la maqueta del Mercado de Tlatelolco. Entre muchas otras actividades, viajó por todo México conociendo y registrando danzas y tradiciones de los pueblos originarios, muchas veces acompañada de su gran amigo fotógrafo Luis Márquez Romay, quien dicho sea de paso, visitó Janitzio en 1923, cuando la celebración del día de muertos no se abría a los turistas todavía. Fruto de esa visita, Márquez Romay escribió el argumento de la película Janitzio, dirigida por Carlos Navarro y estrenada en 1935. En ocasiones Miguel Ángel acompañaría a su abuela en estos viajes también, conociendo de primera mano un México paradisiaco.
Así creció Miguel Ángel, rodeado de arte y artistas, sin saber todavía que él también lo sería.
Estudió Agronomía dos años en la Universidad Autónoma Chapingo y ahí surge la oportunidad de comenzar a trabajar. A sus veinte años, consiguió trabajo en Jalapa, Veracruz, en las extintas Comisión Nacional de Fruticultura y el Instituto Mexicano del Café, dependencias del gobierno que se habían descentralizado a este estado, que en aquel momento conservaba aún más su riqueza natural.
Ahí conoce a científicos, biólogos, agrónomos con gran experiencia en arboricultura, rama en la que se especializó y como parte de su trabajo, comenzó un registro fotográfico de árboles frutales, algunos de los cuales, nos cuenta, que están casi extintos. También fotografió las diferentes actividades de campo entre los trabajadores de las dependencias, campesinos y agricultores. Esto le permitió viajar y continuar su formación autodidacta como fotógrafo al servicio de su trabajo, pero debido a su inquietud artística innata, también abrió las puertas a la exploración estética de este oficio. Usando las cámaras analógicas del momento, fotografió en formato 35mm registros botánicos que, estuvieron desde el principio orientados hacia lo artístico, acercándose cada vez más hacia ese lado de la técnica que, en nuestros días se encuentra en desuso desde la aparición de la fotografía digital.
Cámara en mano, Miguel Ángel recorrió casi todo el país, conociendo y registrando rincones de paisajes poco explorados: barrancos, bosques, playas, ríos, desiertos, montañas. Una de las cuestiones que más ha impactado a Miguel Ángel es el cambio que muchos de estos lugares han sufrido a lo largo de los años. Cuenta cómo en ocasiones se quedó sin aliento, descorazonado, ante la desaparición de una parte del bosque, o incluso de algún árbol específico que por su majestuosidad había atrapado su mirada, y de regreso a ese lugar pasaba a saludarlo como si de un viejo amigo se tratara, sólo para descubrir que alguien lo había cortado ya. Esa situación se fue incrementando más y más hasta hacer casi irreconocibles paisajes antes bellísimos de nuestro país. Aquí reside uno de los superpoderes de la fotografía: dejar constancia de algo que ya no es más.
A pesar de sus inclinaciones artísticas, por mucho tiempo el oficio se quedó en lo institucional, pero debido a la calidad estética de sus imágenes, de manera natural se fue extendiendo a espacios culturales y artísticos, llegando a exponer en la Ciudad de México en múltiples exposiciones colectivas, entre las que destacan El mito de los volcanes. Popocatépetl e Iztaccíhuatl, presentada en el 2005. En esta exposición se mostraron obras de artistas tan importantes como: José María Velasco, el Doctor Atl, Joaquín Clausell, Saturnino Herrán, y de los fotógrafos Armando Salas Portugal, Michael Calderwood, Hugo Brehme, Charles B. Waite y Pablo Ortiz Monasterio. La prestigiosa editorial RM editó un catálogo en el cual la excelente fotografía de Miguel Ángel fue impresa a doble página. Ha expuesto también en muchos proyectos colectivos dentro y fuera del país. Su trabajo forma parte de publicaciones como: Arbórea de la Universidad Metropolitana de la Ciudad de México, Amigos de Bellas Artes, Black and White, entre otras, y se han utilizado como portadas de libros de literatura en editoriales mexicanas y españolas.
Esto lo ha logrado sin dedicarse a fondo a la difusión de su obra. Sin embargo, a la luz de los años, Miguel Ángel se ha dado cuenta de que su archivo requiere ser resguardado de la mejor manera, ya que contiene algunos miles de negativos, fruto de su trabajo durante más de cincuenta años recorriendo el país. Actualmente está organizando gran parte del mismo para concretar la donación a una institución que tenga la capacidad de resguardar, catalogar y difundir su trabajo a nivel internacional.
Viajero empedernido, desde la década de los setenta, Miguel Ángel conoció Michoacán y quedó prendado de su belleza natural, que desafortunadamente ha mermado desde entonces. Vivió por muchos años en la Ciudad de México, y harto de las vicisitudes que implica, decidió venir a vivir a Pátzcuaro desde hace cinco años. Es aquí donde inauguró hace algunas semanas una selección retrospectiva de 52 imágenes capturadas en 35 mm impresas en piezografía blanco y negro. La temática es la naturaleza y la abstracción.
Esta muestra fotográfica puede visitarse en el Taller Galería La Sirena, previa cita al teléfono y whatsapp 452 108 9840. Vengan a ver las fotografías de Miguel Ángel. Tal vez estarán frente a la imagen de un árbol, de un bosque que ya no existe pero quedó capturado por su fina mirada.
Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”.