La crisis de inseguridad en Michoacán genera tensiones entre el estado y la federación, afectando la estabilidad política y social.
Michoacán se ha convertido en una olla de preocupaciones para el Gobierno de la República. La crisis de inseguridad que tiene colapsada a la entidad, tensó la cuerda entre estado y federación tras el asesinato del líder limonero, Bernardo Bravo Manríquez el pasado 19 de octubre, y la rompió de plano el primero de noviembre, con el homicidio del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez.
Y es que si bien, el asesinato de Bernardo Bravo fue motivo de fuerte atención y cuestionamiento de la opinión pública en lo estatal y nacional, lo cierto, es que el de Carlos Manzo, trascendió fuertemente a lo internacional, pero sobre todo, se volvió en una bola de fuego que ha golpeado duramente al gobierno federal, y le ha reventado a la propia presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Son diversas las versiones que corren sobre el estado en que se encuentra la relación entre Estado-Federación, cuentan los que saben que la interlocución federal ha sido, después del sábado, con el segundo de a bordo en la administración estatal, aplicando la ley de hielo a quien está al mando.
Las versiones señalan que la recurrencia y gravedad de los fuegos que se generan en Michoacán y sobre los que la federación tiene que intervenir para intentar apagarlos, ha llegado a nivel de hartazgo por convertirse en potente combustible para la crítica a la Cuarta Transformación en el país y en particular para la presidenta de la República.
Lo vivido el domingo en Palacio de Gobierno, fue un hecho inédito en la historia contemporánea del estado, ni siquiera suscitado en las movilizaciones que en su momento registró el Movimiento Democrático Magisterial, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, o los estudiantes normalistas.
El incendio del Palacio Municipal de Apatzingán el pasado lunes, evidenció que la herida por el asesinato de Bernardo Bravo sigue más que abierta, y las agresiones físicas directas a funcionarios de primerísimo nivel en el sepelio de Carlos Manzo, evidencian una indignación social que difícilmente se apaciguará en lo inmediato.
Cuentan también que esta crisis y la situación que priva entre federación y estado, ha puesto de capa caída a quienes desde el círculo del poder estatal, habían echado toda la carne en el asador para fortalecer sus aspiraciones por la candidatura guinda a la gubernatura del estado, pues sus posibilidades habrían quedado totalmente canceladas.
Dicen que a río revuelto ganancia de pescadores, y en ello están fincando sus esperanzas desde la oposición quienes abiertamente buscan colgarse de la crisis por la que atraviesa Michoacán, su gobierno estatal y el partido en el poder por los hechos ocurridos.
La falta de capacidad para recomponer su capital político, echa hoy mano de la indignación popular para allegarse de adeptos, aunque de fondo carezcan de planteamiento o interés distinto a quienes hoy ejercen el poder.

