El maestro teje “al viento”, rápido, preciso y sin moldes, estas artesanías se han realizado en Tzintzuntzan desde hace siglos y por generaciones
Erandi Avalos colaboradora de La Voz de Michoacán
La sencillez del maestro Antonio Cornelio Rendón contrasta con la complejidad de su mente. Tiene el don de ver de manera natural las oportunidades y las posibilidades que la vida le presenta, el valor de atreverse a tomarlas y la fuerza de hacerlas realidad.
Aprendiz de sus padres y abuelos, desde joven tuvo el sueño de llevar más allá las técnicas de la p’anikua, y lo logró. Esta artesanía de fibra vegetal utiliza el tallo del trigo tejido para formar figuras. Dependiendo del tipo de semilla el tallo será duro, semiduro o blando. Además se separa en corto, mediano y largo y estas combinaciones servirán para distintos tipos de tejido. Lo traen campesinos de Cuajo y de Azajo a vender en el mercado tradicional de Tzintzuntzan que se hace cada domingo y reúne a muchas comunidades. Por un momento el maestro Antonio pensó que sería buena idea que el trigo se sembrara en Tzintzuntzan, ya que deja mayores ganancias que el maíz y es ahí donde se teje; pero su sangre p’urhepecha lo hizo entender rápidamente que la relación social, afectiva y económica entre comunidades es mucho más importante que pensar de manera acaparadora y egoísta.
Esta artesanía color sol se ha realizado en Tzintzuntzan desde hace siglos, sin embargo, el maestro Antonio la ha llevado a otro nivel: partir del pedido de una persona muy cercana, comenzó a tejer las estrellas que comúnmente se utilizan para navidad, con la diferencia que éstas miden de cinco a diez centímetros y muestran técnicas de tejido básicas, y las del maestro llegan a medir hasta poco más de dos metros y combinan las técnicas más comunes y también otras más complejas que él ha ido explorando y añadiendo. Teje “al viento”, rápido, preciso y sin moldes. Ni bien termina un nuevo modelo, ya está imaginando el siguiente proyecto, lo que lo ha llevado a crear no solo las estrellas sino también objetos utilitarios, decorativos y piezas diseño de modas de su autoría y en colaboración con diseñadores profesionales. Ha mostrado su trabajo en pasarelas importantes como la Mercedes Benz Fashion Week y próximamente en un evento del Día de Muertos en Ámsterdam, Países Bajos. Trabaja también en el concepto de una puesta en escena en el majestuoso atrio de los olivos, con vestuarios de p’anikua.
Ganador de múltiples premios nacionales e internacionales, alienta a sus discípulos y a sus colegas a tomar el tiempo necesario para trabajar cada pieza detalladamente, cuidando la factura, dejando volar la imaginación y perdiendo el miedo a hacer las cosas de manera distinta a otros, ya que en ese así uno se acerca al autoconocimiento y al goce creativo. Además, el precio y el valor de la pieza en cuestión aumenta considerablemente al ser mucho más refinada y original. También insta a las instituciones a fomentar la p’anikua creando estrategias que incentiven a los artesanos a no abandonar el oficio. Es muy triste ver cuando un colega deja la artesanía por falta de ingresos. Propone la creación de más concursos y más proyección internacional. Él ha logrado subsistir de su trabajo todo el año y no únicamente por temporadas y va acompañado en este viaje por su esposa Bertha Villagómez, sus hijas Gabriela, Verónica, y ahora su yerno Misael Barriga, quienes también son parte del taller y siguen sus pasos.
¿Será que los mexicanos deberíamos ser cada vez más como el maestro Antonio? No conformarnos con un resultado mediocre y exigirnos la excelencia. Buscar no la cantidad sino la calidad. Compartir con otros nuestros saberes para que no se pierdan y atrevernos a trabajar con empeño y alegría por aquello que nos hace felices y que aporta belleza al mundo.
Alegra el saber que en Michoacán hay gente maravillosa y creativa; y alegra más que algunas están en Tzintzuntzan, el pueblo de los colibríes. En la calle Tariacuri 440 encontrarán a una de estas luminarias mexicanas que además tiene piezas para todos los bolsillos.