Que nunca más una niña que ha sido abusada tenga que crecer no sólo con el trauma de lo sucedido, sino con la rabia de ver que su atacante siguió como si nada
Jorge A. Amaral
Ya es oficial: Claudia Sheinbaum es presidenta electa de México, y con eso se ratifica el hecho de que, por primera vez en la historia de este país, una mujer gobernará. Ya no tras bambalinas, ya no como el poder atrás del trono, sino de forma constitucional.
El fenómeno Sheinbaum es curioso porque rompió con dos creencias de la política: la de que México no estaba listo para tener una gobernante, y la segunda, que un candidato necesita carisma para obtener la simpatía ciudadana. Sea como fuere, al avalar el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que Claudia Sheinbaum ganó bien y en la legalidad, y con ello entregarle su constancia, se echan por tierra las teorías conspiracioncitas de los articulistas y analistas detractores del régimen.
Y es que en los últimos meses muchos analistas se dedicaron a poner en evidencia lo que, según ellos, fue un fraude monumental, cibernético, excéntrico, maniático de una narco elección de Estado, en la que metieron la mano los cárteles de la droga, Vladimir Putin, Nicolás Maduro, Hugo Chávez, Fidel Castro y hasta el mismísimo camarada Iósif Stalin, para hacer de México una Venezuela del norte, porque vamos hacia el comunismo, el socialismo, el marxismo y todos esos “ismos” feos que no le gustan a la gente bien, la que sí genera empleos para los pobres y riqueza para ellos. No exagero, he leído y escuchado cada cosa.
Pero no todo es dulce, porque con el triunfo de la morenista ahora tenemos garantizados otros seis años de escuchar las mismas monsergas, el mismo discurso clasista y racista de quienes se sienten superiores a los aplaudidores del régimen dictatorial. Entre eso y otros seis años de mañaneras, no sé qué es peor.
Otros seis años tendremos que escuchar a quienes, sin argumentos en la mano, sin un solo dato duro, sin nada que lo confirme, lanzan ataques sólo para manipular a mis tías panistas, pero bueno, a estas alturas ya deberíamos estar acostumbrados, llevamos 12 años escuchando esos discursos: los últimos seis de la campaña de AMLO y el sexenio de su gobierno.
Pero por otro lado también seguiremos viendo a aquellos que no cuestionan, que no critican, que dicen que está bien sólo porque el gobernante lo dice, pero así es esto y ni modo.
Lo que sí es que ahora vamos a tener presidenta y no es cosa menor, porque en un país tan machista y misógino las mujeres han tenido que ir rompiendo lo que algunos llaman “techo de cristal”, pero que muchas veces es una losa de concreto, un auténtico colado. Habrá que ver cómo se portan las fuerzas armadas, pues ahí todavía priva el machismo.
El tener mujer presidenta abre la posibilidad de que el Estado mexicano trace sus políticas desde una perspectiva de género para empoderar aún más a las mujeres, que se acaben las juanitas de la política, esas que son postuladas a regidurías o diputaciones por cuota de género pero al final son reemplazadas por hombres. Se abre la posibilidad de que se dé una lucha aún más fuerte contra la violencia de género en todas sus formas, que se brinde atención a las víctimas, que se establezcan castigos más severos contra los agresores, y no hablo del fulano ese de la casa de los famosos que hizo enojar a la chaviza, sino a los agresores de verdad.
De verdad espero que el que una mujer esté en la Presidencia se traduzca en que una víctima de feminicidio no tenga que ser una jovencita de buena posición social para que se busque justicia para ella y el Estado se la brinde, sino que se haga justicia a todas esas mujeres de comunidades rurales, de pueblos, de colonias periféricas, que sufren agresiones por parte de sus padres, hermanos, primos, parejas, exparejas, jefes y compañeríos de trabajo. Que nunca más una niña que ha sido abusada tenga que crecer no sólo con el trauma de lo sucedido, sino con la rabia de ver que su atacante siguió como si nada. Eso es lo que yo espero, lo que deseo, ya lo que suceda es otra cosa.
Lo cierto es que estamos en una época de empoderamiento femenino, en la que Xóchitl Ruiz, segunda al mando en la dirigencia estatal del PRI, pudo salir de closet y decir “sí, señor, yo soy lesbiana” (estrellita en la frente si lo leyó con la tonada de aquella canción de El Komander), y desde la diversidad sexual participar en la contienda, poniendo en claro que una mujer ya no tiene que fingir lo que no es para hacer carrera política, sino que puede ser candidata desde su trinchera de la disidencia sexual. Bien por ella.
Pero ahí no paró la cosa, porque además, hay ocho nombres que quedarán escritos con letras de oro en el arcoíris de la diversidad, porque se atrevieron, dejaron de fingir que son machitos cisgénero heteronormados por el patriarcado falocentrista y decidieron pelear por su derecho a postularse como lo que son: valientes mujeres trans.
No sólo eso, porque no sólo sentaron precedentes al postularse, sino que ahora gobernarán sus municipios con la falda bien puesta, dándole ese toque femenino a sus políticas públicas, porque no se vaya a pensar que sólo son una partida de pelafustanes aprovechando la laxitud de las leyes y los huecos en las normas, no se vaya a creer que son hombres registrándose como mujeres trans sólo porque había que cumplir con la cuota de género y contribuir a la estadística nacional.
No, Rubén Torres García, del PRD, de Charapan; Jorge Luis Estrada Garibay, del PRI, PAN y PRD, en Ecuandureo; Octavio Chávez Aguirre, del PT y el PES, de Lagunillas; José Enrique Mora Cárdenas, del PRD, de Purépero; Daniel Herrera Martín del Campo, de MC, de Tanhuato; Martín Alexander Escalera Bautista, de Más Michoacán, de Peribán; Apolonio Ureña Martínez, de Morena, y Verde, de Tumbiscatío, y Alberto Orobio Arriaga, de PAN y PRI en Ziracuaretiro, son ocho valientes mujeres trans que ahora llevarán las riendas de sus municipios. Un aplauso de pie, así se hace, muchachas, porque los michoacanos sabemos que para nada son unos oportunistas ni usurpadores de derechos que son capaces de lo que sea, de las peores bajezas, con tal de llegar a un puesto público. No, para nada; al contrario, las reconocemos como lo que son: ocho mujeres valientes, con la falda bien puesta, que rompen estigmas, y sabemos que con su valentía inspirarán a otras, porque simple y sencillamente yo me pregunto qué hubiera escrito Neruda, qué habría pintado Picasso si no existieran musas como ustedes. Salud, chicas.
El arte de la negación
En días pasados paró el corte de limón en Tierra Caliente. Rápido el secretario de Gobierno, Carlos Torres Piña, dijo que se debía a que el precio se había desplomado y no era redituable. A los dos o tres días de dicho eso, el mismo gobierno desplegó un importante operativo policiaco en la región para, según ellos, garantizar la seguridad de la zona, sobre todo a los limoneros.
Ya no entendí: si el alto en las actividades se había debido a una caída en los precios, ¿a punta de pistola institucional iban a aumentarlos? Si todo es paz y calma en la región, ¿para qué tanto policía? ¿No que todo está seguro? Claro que la población dice otra cosa y se siguen denunciando las extorsiones a toda la cadena productiva por parte de la delincuencia organizada. Pero ya sabemos que el gobierno es maestro en el finísimo arte de negar la realidad esperando que así ésta cambie. “No lo veo, no sucede; si lo veo pero niego su presencia, no está”. Esa es la receta y al menos a ellos les funciona, porque la ciudadanía tiene otros datos: según datos del Inegi de este año, en la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, Michoacán es el segundo lugar nacional en percepción de corrupción, con un glorioso 88 por ciento, sólo por debajo de Chiapas, que tiene 88.3 por ciento.
¿Y esa agua qué?
Cuando el presidente municipal de Morelia rindió su tercer informe de gobierno, al destacar las obras que ha realizado su administración, habló de los trabajos en la zona de Policía y Tránsito y aledañas. Todo muy bonito, un discurso padrísimo en un ambiente fenomenal ante la plana mayor de la política y el servicio público del estado.
En ese momento, mientras leía su discurso, el alcalde moreliano se dirigió a Adrián López Solís, fiscal general del estado, y le aseguró, como quien tiene los pelos de la burra en la mano, que la Fiscalía no volvería a inundarse.
Pues qué le cuento: la mañana del viernes 16 de agosto, tras una lluvia que duró toda la noche, esa y otras partes de Morelia amanecieron inundadas. Me recordó a Wilfrido Lázaro Medina, cuando presumió la remodelación de la Calzada Juárez (si alguien me lee fuera de Morelia, es la del Zoológico) hasta dijo que no volvería a inundarse por todo lo que habían hecho ahí. Llegando la temporada de lluvias fue la primera avenida de la ciudad que quedó bajo el agua.
La lluvia no es culpa del alcalde, tampoco que la gente sea cochina y arroje su basura por doquier, pero es bueno aprender a medir el alcance de las promesas. Es cuánto.