Las posturas neofascistas y neonazis en países como México y Perú, disfrazadas de ideología, sólo son un autoengaño para proyectar sus propias inseguridades
Jorge A. Amaral
En 1998 se estrenó “Historia americana X” (“American History X”), un drama que presenta la historia de Dereck Vinyard, un neonazi que, luego de pasar un tiempo en la cárcel por matar a unos afroamericanos que intentaron robar su camioneta y con los cuales realmente se ensaña, ahora, desnazificado por la vida en la cárcel y un maestro que ve en él el potencial para erradicar la plaga del odio, debe lidiar con su fama del pasado, lo que de él esperan sus antiguos correligionarios y mentores, pero, sobre todo, debe enfrentarse al germen del supremacismo, que ya está diseminado por toda la humanidad de su hermano menor. Si no la ha visto, se la recomiendo, es un excelente filme de Tony Kaye, además de que las actuaciones de Edward Norton y compañía son muy buenas.
El pasado 30 de noviembre, un alumno de la Preparatoria San Andrés, de Guadalajara, fue detenido por intentar cometer lo que él mismo esperaba que fuera una masacre al interior del plantel, donde atacó con un martillo a dos de sus compañeros al tiempo que su teléfono transmitía todo en redes sociales.
Esa mañana, en el salón de clases, el muchacho se levantó con toda calma y, acercándose por la espalda, atacó a martillazos a dos muchachos. Mientras unos salían corriendo al sentirse en peligro, un joven se le acercó por la espalda y lo sujetó, logrando someterlo en espera de que la Policía llegara a detenerlo.
Cuando la Policía lo detuvo, los agentes revisaron la mochila del atacante: además del martillo con el que agredió a sus compañeros, tenía un arma blanca y una botella con alcohol.
Aunque sus compañeros lo describieron como una persona muy reservada, que siempre se sentaba al fondo del aula y nunca participaba en las clases, en sus redes sociales ya había señales de alerta. "Ya vamos bien equipados para la fiesta de este sábado, esto va a ser nacional", publicó el 27 en un mensaje acompañado de una fotografía en la que él sujeta un hacha negra y un cuchillo. Dos días después, el 29, en la víspera del ataque, publicó “no crean que unas lágrimas y pésames me van a detener e invertido suficiente dinero en esto para este día, mañana muchos se alegrarán otros me maldeciran pero yo sigo adelante con la misión. SIEG HEIL que empiece el show” (sic). Además de esa frase usada durante el Tercer Reich, la banderita de Alemania y un emoji que semeja el saludo nazi, en la publicación aparece el martillo del ataque, la misma hacha negra, un reloj, unos guantes negros, un chuchillo y la indumentaria de ese día: una gorra y un pantalón con camuflaje, unos tenis negros y una playera con símbolos nazis. Según investigaciones, en sus redes sociales, el joven preparatoriano afirmaba su odio al comunismo y la religión y en otros posteos se ufanaba de descuartizar animales muertos que hallaba en la calle.
Por fortuna el muchacho no tuvo acceso a armas de fuego y además era bastante torpe o débil o falto de preparación, porque, sabiendo moverse, con un martillo y un cuchillo se puede hacer mucho daño. Si esto se hubiera dado en Estados Unidos, en lugar de dos muchachos con golpes de martillo, el resultado hubiera sido de varios muertos y heridos.
En México siempre ha habido grupos conservadores y ultraconservadores, y en el siglo XX datan, por lo menos, de la Guerra Cristera. Ahora esos grupos se expanden teniendo como principal herramienta las redes sociales y demás foros de internet, donde se difunden ideologías contrarias al feminismo y los derechos de la comunidad LGBT, con duras críticas hacia la migración, sobre todo la que proviene de Centro y Sudamérica, y que suelen disfrazarse de opositores al gobierno federal morenista. Algunos de esos grupos se cobijan en el Partido Acción Nacional, otros desdeñan al PAN por considerarlo una “derecha cobarde”, que no ha sabido hacer frente a Morena y lo que creen que representa, porque además hay que decir que para estos personajes, todo lo que no sea ultraderecha es “comunismo”, aunque no sepan ni siquiera lo que el comunismo es. Pero además, en la medida en que las mujeres han adquirido derechos y autonomía, muchos jóvenes se vuelven más conservadores y reaccionarios, teniendo como caso más emblemático al influencer Temach, quien se hizo viral por llamar a cancelar la marca Adidas por retirarle el contrato a un rapero que golpeó a su novia.
Si bien los neonazis mexicanos son grupos pequeños, muy aislados, sin espectro político como parta incidir en la vida pública, sí hay grupos más amplios y poderosos y que sí difunden sus posturas con gran éxito, como los provida, los nacionalistas que adoran la memoria de Iturbide, Maximiliano y Porfirio Díaz, y que se oponen a las políticas públicas con perspectiva de género o con un enfoque de inclusión a la comunidad LGBT. Son los mismos grupos que desean que Trump mande soldados a México para poner fin a la migración a través de la frontera sur.
Pero aunque sean poquitos o no sean visibles, no se debe olvidar el historial de estos grupos en nuestro país, porque hay que recordar que en noviembre de 1922, justo después de la Marcha de Roma, con la que Mussolini llegó al poder, en México se fundó el Partido Fascista Mexicano, que se oponía a los preceptos agrarios de la Revolución. El partido no duró mucho, pero sus miembros siguieron activos y sus ideas continuaron diseminándose por un país al que la Revolución le había dado tanto como le había quitado, dependiendo de en qué bando se estuviera.
Las ideas antiagraristas y sumamente religiosas que enarbolaron aquellos primeros fascistas se enquistaron en otras expresiones de derecha. En la década de los 30, en reacción a las políticas de Lázaro Cárdenas, surgieron grupos como Acción Revolucionaria Mexicanista, conocidos como los “camisas doradas” (no se confunda con los “camisas pardas” de Hitler) y que reprodujeron postulados esenciales del nazismo: anticomunismo y racismo.
En Europa, cuando los Aliados derrotaron al Eje poniendo fin a la Segunda guerra Mundial, se llevó a cabio una desideologización en algunos países que habían sido dominados por Alemania, y se pensó que eso significaba el fin de las ideologías tanto nazistas como fascistas, pero en España el franquismo sobrevivió a la guerra y por ello Franco, mientras trataba de deslindarse de sus antiguos aliados, exacerbaba el catolicismo para poner distancia respecto del paganismo nazi. Ese movimiento de Franco tuvo efectos en los grupos ultraderechistas y conservadores de México, los cuales dieron pie a la creación del Partido Acción Nacional, en cuyas filas se colaron antiguos simpatizantes de Franco, Hitler y Mussolini.
De esta mañana los simpatizantes de esas ideologías pudieron hacer política en México al amparo legitimador de un partido legalmente establecido, como expone el académico Alejandro Quintanar en un artículo publicado en La Jornada, quien señala la cercanía del PAN con el escritor simpatizante del nazismo Salvador Borrego, quien incluso impartía charlas antijuaristas a los militantes albiazules en la década de los 60. Más para acá, en 2013, el PAN en el Estado de México eligió como dirigente estatal a Óscar Sánchez, un conocido pronazi de aquella entidad y que fue candidato al Senado.
Ahora bien, con el ascenso de personajes como Donald Trump en Estados Unidos o Javier Milei en Argentina, en México los discursos de ultraderecha se han radicalizado aún más, pues entre las filas de estos grupos hay quienes simpatizan con la nazismo y el fascismo, y se vio acrecentado a partir de que López Obrador llegó a la Presidencia en 2018, ratificándose con el triunfo de Claudia Sheinbaum en este año, lo que da pie y alienta a que esos personajes que están en la sombra salgan a esgrimir opiniones tendientes a ese radicalismo, acusando que vivimos bajo un régimen comunista y alentando a la violencia hacia quienes ellos perciben como enemigos.
Lo anterior me lleva a una reflexión: las posturas neofascistas y neonazis en países como México y Perú, disfrazadas de ideología, sólo son un autoengaño para proyectar sus propias inseguridades (nótese que quienes han lanzado ataques armados en escuelas, iglesias o centros comerciales, tanto en Estados Unidos como el muchacho de Guadalajara, son tipos marginados, resentidos), pues no admiten que ellos también serían víctimas del odio racista en Europa, y en la Alemania nazi también estarían rumbo a la cámara de gas. Y es que, si bien los nazis alemanes odiaban a los judíos, los neonazis estadounidenses odian a los negros y a los migrantes no europeos, y neonazis de Europa odian a los musulmanes, los neonazis mexicanos, la mayoría morenos, sólo odian lo que ven en el espejo. Es cuánto.