Trump es el nuevo héroe americano y, orquestado o no el atentado, no hay que olvidar que un héroe que actúa y mueve masas es más útil que un mártir que sólo inspira
Jorge A. Amaral
El atentado contra Donald Trump la semana pasada le dio un nuevo aire al Partido Republicano, que al final decidió ungirlo como su candidato presidencial para las elecciones de noviembre. Ese atentado le sentó tan bien a Trump, que pareciera haber sido diseñado sólo para eso.
No se me tache de conspiranoico, quizá sólo fue una feliz coincidencia, pero, si analizamos los videos del atentado, la gente alrededor de Trump parece estar viendo cualquier cosa, no un ataque armado, con personas más preocupadas por enfocar su celular que por ponerse a salvo. A menos que usted sea fotoperiodista o camarógrafo, difícilmente va a arriesgar su vida por una buena toma en primer plano. Casi cualquier persona, al escuchar balazos, busca ponerse a salvo, al carajo las imágenes. Pero le digo, es sólo una vaga especulación mía, porque todo se ve muy orquestado: Trump hablando, disparos, el candidato se agacha tras el podio, el Servicio Secreto lo rodea, algunos agentes están tan norteados que ni siquiera sacan sus armas, pese a lo que en ese momento debía tomarse como amenaza inminente para todos los presentes, que más bien parecían estar viendo un partido de tenis. Al final, de atrás del podio, emerge un empoderado y políticamente renacido Donald Trump, con su cabello como si nada pero la sangre escurriendo desde su oreja. El momento es épico y será considerado de las imágenes emblemáticas del siglo XXI: Trump alzando el puño, con la sangre escurriendo desde su oreja hasta la mejilla, al tiempo que los asistentes corean enardecidos “¡iu-es-ei!, ¡iu-es-ei!”. Al ver esas imágenes, en mi mente sonó el magistral solo de guitarra de “Free bird”, de Lynyrd Skynyrd.
Si de por sí desde la anterior administración de Trump salieron de sus cloacas las milicias y los grupos de ultraderecha, que ven la migración como invasión, que consideran traidor y comunista a cualquiera que no piense como ellos, que asumen como una plaga a todo aquel que no se vea como ellos, que evocan el viejo sueño americano de la década de los 60, que tienen en nichos sagrados al General Lee y otros esclavistas, que pertenecen o descienden de miembros del Ku Klux Klan, que son integrantes de grupos supremacistas de corte neonazi, que alzan la bandera confederada para poner de manifiesto su ideología.
Esos grupos, integrados muchos de ellos por veteranos de Irak y otras guerras, se han sentido traicionados por los demócratas, pues sostienen que ellos les abrieron la puerta a los enemigos de Estados Unidos, esos contra los que han ido a luchar a Medio Oriente, y por eso creen que Estados Unidos debe recuperar su identidad, supremacía sobre las demás naciones y, sobre todo, las oportunidades para los americanos de bien. Esos veteranos, déjeme decirle, me recuerdan demasiado a los veteranos alemanes de la Primera Guerra Mundial al ver en lo que su país se había convertido. Y por eso la figura de Donald Trump me recuerda mucho a Hitler, porque a raíz de ese atentado, en que el republicano se sintió tocado y protegido por la mano de Dios (los conservadores de Estados Unidos son muy religiosos) se ha erigido un culto a su imagen, viéndolo como un enviado divino que llegará a salvar a su patria, el hombre que devolverá su grandeza a Estados Unidos, que limpiará de antifas y criminales su país para rescatarlo de la drogadicción y la pobreza en que muchas ciudades están sumidas.
Con ese atentado Trump se acerca más a la Presidencia porque del otro lado no hay mucho con qué defenderse: un Biden cada vez más norteado, apoyando a Ucrania y a Israel con millonarios recursos mientras el país se sume en el fentanilo y la metanfetamina. Entonces, por eso ha habido momentos en que pienso que el atentado pudo haber sido planeado para darle a Trump una imagen más heroica, justo lo que Estados Unidos necesitaba. Y si no fue planeado, le cayó como anillo al dedo.
Claro que ahora en México hay preocupación porque volverán los amagos del muro fronterizo, el discurso racista y las restricciones y amenazas en materias comercial y diplomática. Por ejemplo, ya Trump dijo que no permitirá la instalación de plantas chinas en México. Usted pensará en la soberanía nacional, que esos son asuntos que sólo competen a México, pero desde hace mucho este país no tiene una soberanía real, dado que su gobierno y economía viven sujetos a lo que suceda, se diga y se decida en aquel lado de la frontera. Claro, Trump no va a mandar soldados a impedir la eventual instalación de esas plantas, pero sí puede poner aranceles a todo lo que se exporte de México a menos que el gobierno de Sheinbaum obedezca. Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos, en tanto que su territorio, puede poner los muros que quiera, pero además puede volver a obligar a México a ser el muro, haciendo que el gobierno arrecie las políticas antimigratorias en la frontera sur, devolviendo a Centro y Sudamérica a los migrantes. ¿Puede hacer algo el gobierno de México para no acatar las órdenes de Estados Unidos? No, nada, absolutamente nada. Allá lo saben y por eso lo han usado a su favor por lo menos desde la Guerra Fría.
Por lo pronto Trump es el nuevo héroe americano y, orquestado o no el atentado, no hay que olvidar que un héroe que actúa y mueve masas es más útil que un mártir que sólo inspira, y los sectores más conservadores y de ultraderecha ya están lo suficientemente inspirados. Al tiempo.
Me tapo un ojo, me tapo el otro…
Espero el día en que las autoridades aprendan a ver la realidad como es, no como quisieran que fuera. Soy un convencido de que negar la realidad no la cambia y esconder los zapatos bajo la cama no soluciona el desorden, sólo lo oculta. Siempre que surge una situación crítica la autoridad la niega hasta donde puede, y al llegar al punto insostenible, la matiza y desacredita a quienes digan lo contrario.
La violencia en la Sierra Costa es un hecho, las cuotas, extorsiones, balaceras constantes y reclutamiento forzado de jóvenes por parte del crimen organizado ahí están, no se han ido, y hacer contención en medios no hará que eso cambie, evitar que la gente se entere no lo va a solucionar, claro, en el entendido de que haya la intención de solucionar los problemas, porque pareciera que es no interesa, sólo importa, como cuando Salvador Jara despachaba en Casa de Gobierno, nadar de muertito y seguir cobrando hasta el final de la administración.
Al gobierno en México nunca le han gustado las voces críticas, recordemos el terrible control que la dictadura de Porfirio Díaz hacía sobre los medios críticos: reventaban instalaciones, decomisaban imprentas y encarcelaban a los responsables. Décadas después, cuántos críticos y activistas fueron asesinados, desaparecidos o encarcelados.
Hoy los gobiernos siempre tienen un boletín para desmentir cualquier cosa y en Palacio Nacional hay una conferencia cada mañana para hacer contención de daños en lo que le toca al gobierno federal. De esa manera es que las oficinas de comunicación social de los gobiernos estatales dejan de ser canales de comunicación y difusión de la información para convertirse en guardaespaldas los funcionarios en turno para facilitar la administración de los problemas, para negar su existencia, para minimizar a quienes lanzan críticas y hasta desvirtuar a quienes señalan sus fallas y omisiones. ¿Recuerda usted a la nana del Conde Pátula? Ni más ni menos.
A lo mejor lo digo sin conocimiento de causa, porque lo más de cerca que he estado frente a los poderosos ha sido en una rueda de prensa preguntando y tomando nota, nunca comiendo o cenando con ellos, mucho menos departiendo en sus fiestas, y por eso desconozco el lado humano de los políticos. Quizá por eso no tengo la visión gansteril que muchos compañeros de gremio desarrollan al paso de los años. Y es que me viene a la memoria una reportera que hacía un excelente trabajo, que incluso era incómoda y aguerrida y por eso se ganó una buena reputación, pero, al ser considerada por el gobierno, se convirtió en todo lo que siempre criticó. Por eso creo que alguien que ya estuvo en esa posición de guarura mediático de un político, funcionario o gobernante, más vale que le eche ganas para seguir dentro del presupuesto porque, a menos que sean dueños de sus propios medios informativos, la experiencia enseña que difícilmente regresan con éxito y credibilidad a la prensa: ya los chupó el diablo. Es cuánto.