Tarímbaro, Michoacán
José Chávez Vázquez se llama. Su vida refleja una profunda conexión con la tierra y el arte. La ha dedicado a dos oficios tan distintos como complementarios: la agricultura y la artesanía.
Desde que sale el sol se sumerge en los surcos de los campos de cultivo, donde siembra con esmero y pasión hortalizas que llegarán a la mesa de muchos morelianos.
Su día no termina ahí. A media mañana José cambia el azadón por herramientas de artesano y se dirige al ayuntamiento. Ahí trabaja como maestro de ese oficio. Aquí, junto a su compadre y amigo de toda la vida, Sergio Pérez Reyes, imparte talleres que enseñan a crear, cómo no, toritos de petate y tapetes de aserrín.
Como buen labriego es madrugador, su jornada comienza a las seis de la mañana, no tan temprano, pero lo necesario para asegurar que las labores en la parcela terminen antes de que el sol esté a plomo.
“Este ha sido el peor año de todos”, suelta José, refiriéndose a los desafíos que ha enfrentado en la agricultura, un testimonio de la resiliencia que caracteriza a muchos campesinos.
Una condición médica reciente le ha obligado a reducir su tiempo en los plantíos. “El doctor me recomendó que ya le bajara poquito al campo y que tratara de buscar un trabajo donde fuera más tranquilo”, cuenta.
Esta recomendación lo llevó a aceptar un puesto en el ayuntamiento, donde su talento como artesano ha sido muy valorado. Pocos como José para “darles vida” a los toritos de petate.
Es modesto y no se considera un artista en el sentido tradicional, pero su habilidad para transformar materiales simples en obras de arte lo dice todo. Sus tapetes de aserrín, con diseños creados por su amigo Sergio, más sus ideas, son una muestra del talento y la creatividad que fluyen en él. “Yo le doy las ideas y él es el que diseña”, dice con modestia.
A pesar de las dificultades, José muestra su actitud positiva y un fuerte sentido de comunidad. “Aquí le damos un rato y luego me voy”, dice sobre su rutina mostrando cómo ha logrado equilibrar sus dos pasiones. Para José, la vida es una conjunción de trabajo duro y creatividad, una danza constante entre la tierra y el arte.
En esta localidad de Tarímbaro, José Chávez Vázquez es más que un campesino o un artesano; es un símbolo de la perseverancia y la multifacética identidad de aquellos que, como él, encuentran en sus raíces y tradiciones una fuente inagotable de inspiración.