Durante la última década ha enfrentado problemas por la plaga de lirio, provocada por la constante entrada de aguas residuales y materia orgánica.
Arved Alcántara / La Voz de Michoacán
Desde su construcción en 1939, la Presa de Cointzio ha tenido un doble papel en la vida de los morelianos: si bien su principal función es abastecer una tercera parte del agua que consumen en Morelia, también ha servido como lugar de esparcimiento para miles de familias.
Para los habitantes de la capital michoacana, durante varias décadas fue una tradición organizar una “carnita asada” a la orilla de la presa de Cointzio, en el laguito, donde familias completas, grupos de amigos e incluso parejas de enamorados convergían en este espacio para pasar una tarde de domingo con la bonita vista. Sin embargo, la falta de lluvias en los últimos años y las condiciones de seguridad mermaron esta práctica. El bajo nivel de la presa y las constantes noticias de asaltos e incluso asesinatos en sus alrededores terminaron por ahuyentar a los visitantes.
En el pasado, se trataba de espacios libres en los que la gente únicamente tenía que escoger el mejor árbol o lugar sombreado para pasar la tarde; actualmente, múltiples predios se han privatizado y cobran por disfrutar de la vista.
Ya sea para nadar o pescar, la presa se hizo famosa como lugar de esparcimiento, y aunque ya no es lo mismo que en años anteriores, algunos espacios cercanos, como el balneario, siguen siendo muy visitados, sobre todo durante la Semana Santa.
Esta vista y su composición boscosa han atraído el desarrollo habitacional y de cabañas, lo que ha generado deforestación y, con ello, la degradación del entorno natural por la erosión de los suelos, lo que a su vez ha provocado el azolve del espejo de agua.
La presa, al igual que muchos cuerpos de agua de nuestro estado, ha sido afectada por la influencia humana. Las aguas que alguna vez fueron transparentes se han convertido en agua “charandosa”, un color derivado de la gran cantidad de tierra que se azolva por la erosión, lo que da este peculiar tono a la presa en varias épocas del año.
También ha enfrentado en la última década problemas por la plaga de lirio, provocada por la constante entrada de aguas residuales y materia orgánica; la maleza acuática ha generado un impacto visual negativo para los pocos visitantes que aún acuden a este espacio.
En cuanto al servicio de almacenamiento de agua, la presa abastece a cerca de 300 mil morelianos. Cuenta con una capacidad de 68.5 hectómetros cúbicos, de los cuales actualmente se encuentran cubiertos el 97.5 por ciento, lo que ha provocado que las autoridades estatales y nacionales programen desfogues que han terminado inundando zonas bajas de Morelia y cercanas a los ríos y drenes con que conecta el embalse.
En 1970, la presa tuvo el honor de ser sede del Campeonato Nacional de Motonáutica, donde se competía con embarcaciones de madera con pequeños motores fuera de borda, de 50 a 100 caballos de fuerza. También existían los hidroplanos, de tres puntos de apoyo, con motores altamente revolucionados y otras categorías con motores interiores.
Se realizaban competencias de motonáutica en lagos y ríos de ciudades como Puebla, Acapulco, Tampico, Veracruz, Tequesquitengo, Morelia y Valle de Bravo. Sin embargo, tras esa euforia, el deporte experimentó un letargo, hasta la intervención en Cointzio.
A partir del éxito de este evento deportivo, al año siguiente se atrajo a una mayor cantidad de deportistas a nuestro estado. El Segundo Maratón del Río Balsas, celebrado del 26 de diciembre de 1971 al 1 de enero de 1972, reunió a alrededor de 30 embarcaciones de México, Estados Unidos y Canadá. A la par de esa competencia, surgió el Club Aztlán, que organizó ininterrumpidamente cerca de 40 maratones en ríos como el Balsas, Usumacinta, Pánuco, Tampico, Papaloapan, Hondo, Coatzacoalcos, Nautla y Grijalva. Michoacán volvió a ser sede en 2017 de este deporte, más de cuatro décadas después.