La construcción de cantera ha convertido en una atracción turística, atrayendo a visitantes que vienen a aprender sobre su historia y admirar.

Arved Alcántara / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. El Acueducto de Morelia es uno de los monumentos más queridos y protegidos de la ciudad. Con una extensión de 253 arcos y mil 700 metros es el mayor elemento construido en cantera rosa de la ciudad y, con permiso de la Catedral Metropolitana, el símbolo más icónico de la capital michoacana. Durante casi dos décadas, el Acueducto apareció en los de billetes de 50 pesos, convirtiéndose en una de las imágenes más reconocidas de la arquitectura mexicana.

Construido con la tradicional piedra caliza rosada, presenta arcos de medio punto y una estructura que alcanza hasta 9 metros de altura. Se trata de una estructura imponente tanto por su tamaño como por su diseño. Los arcos, construidos en cantera rosa, además de cumplir una función estructural al soportar la canalización de agua, sino que también aportan una estética única que ha sido admirada durante siglos.

Esta cantera rosa, extraída de las cercanías de Morelia, es también el material predominante en muchas otras edificaciones del primer cuadro de la ciudad, vestigio de la época colonial de la entonces llamada Valladolid.

La construcción del Acueducto de Morelia comenzó en 1785 bajo la dirección del fraile franciscano Antonio de San Miguel, entonces obispo de Michoacán. Su objetivo principal era proporcionar agua potable a la creciente población de la ciudad, que hasta entonces dependía de fuentes y pozos que no siempre garantizaban un suministro adecuado y limpio. 

Cabe destacar que el primer acueducto de la ciudad se construyó poco después de la fundación de Morelia, en 1549. Esta primera estructura se levantaba sobre horcones o terraplenes, sobre los cuales se colocaban ‘canoas’ de madera (troncos largos y grandes tallados en el centro para formar una especie de canoa alargada), unidas por clavos o cuñas de tejamanil, permitiendo que el agua llegara a la ciudad desde la zona oriente.

Para el segundo acueducto, a finales del siglo XVIII se encargó un reconocimiento de la obra a los maestros Diego Durán y Valentín Elizarrazaz, quienes emitieron un informe con todo y presupuesto. Sin embargo, las sequías y la situación económica de la época mantenían las arcas vacías y a un importante porcentaje de la población sin trabajo.

Fue entonces que Antonio de San Miguel, mediante un edicto promulgado el 21 de octubre de 1785, proporcionó el dinero necesario para comenzar la construcción y contratar a la gente de la región; otro de los objetivos de esta obra era proporcionar empleo.

El uso del Acueducto como sistema de suministro de agua concluyó en los primeros años del siglo XX, pero, aunque ya no cumple su función original, el Acueducto de Morelia sigue siendo un símbolo con el cual se identifica a la ciudad.

Su conservación y protección continúan siendo una prioridad para la mayoría de los ciudadanos y autoridades, quienes reconocen su valor histórico y cultural. A pesar del vandalismo y accidentes de los cuales ha sido “víctima”, es de notar que una de las características más notables es su resistencia. A pesar de haber sido construido hace más de dos siglos, ha resistido el paso del tiempo y las inclemencias del clima.

Además, su conservación y se han llevado a cabo diversos trabajos de restauración y mantenimiento para asegurar que esta joya arquitectónica se mantenga en buen estado.

La construcción de cantera ha convertido en una atracción turística, atrayendo a visitantes que vienen a aprender sobre su historia y admirar. En particular, las noches en Morelia ofrecen una vista espectacular del acueducto iluminado, destacando aún más su belleza y convirtiéndolo en un punto focal para actividades culturales y recreativas.