Abogado y exprofesor universitario, Humberto Urquiza es una figura esencial en la institucionalización de la cultura en Michoacán.

Víctor E. Rodríguez Méndez

Estar en el momento y el lugar adecuados, como él mismo lo dice, le ha valido a Humberto Urquiza Marín la satisfacción de sus logros en la función pública, lo que le ha llevado a ser una figura esencial en el devenir de la cultura institucionalizada en Michoacán: desde su paso por el incipiente Fonapas, su participación en la fundación del Instituto Michoacano de Cultura –del que fue director en la que se considera una de las etapas más importantes de la hoy desaparecida dependencia estatal– y hasta su colaboración para la conformación de la actual Secretaría de Cultura, en la que tuvo también un paso breve como asesor en otras administraciones.

Conversar con Humberto Urquiza sobre el desarrollo cultural en Michoacán es imprescindible para conocer los entretelones de creación de la actual infraestructura que concierne al gobierno del estado. Abogado y exprofesor universitario, egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a sus 79 años los recuerdos le fluyen con soltura, aportando datos, fechas, nombres y más de una anécdota sobre lo que ha sido su experiencia como funcionario cultural. Irrebatiblemente, ha sido artífice y promotor de eventos que han dejado huella tales como la Fiesta Michoacana y el Festival Internacional de Poesía en Morelia, además de la Muestra del Textil en Miniatura, el Festival de Órgano de Morelia, la Feria Nacional de la Guitarra de Paracho, la Feria y Concurso Nacional del Cobre Martillado de Santa Clara del Cobre y como fundador del Concurso del Traje Regional Michoacano y de la celebración anual del Domingo de Ramos en Uruapan, desde 1978, así como la remodelación completa del Museo de Arte Contemporáneo (posteriormente Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce).

Sentado en una mesa de café para esta entrevista, Humberto Urquiza parte de un recuerdo fundamental que tiene que ver con el ex gobernador Carlos Torres Manzo, quien en su administración (1974-1980) impulsó inicialmente la creación de la Casa de la Cultura, junto a otro proyecto muy importante como fue la construcción del Teatro Morelos de Morelia, del cual se tomó después la decisión de ampliarlo para desarrollar el actual Centro de Convenciones, a la vez que se construían también el Orquidario, el Planetario y la Biblioteca Pública. Cabe señalar que todo este complejo fue ampliamente financiado por Fonapas (Fondo Nacional para Actividades Sociales), del cual Humberto Urquiza fue el único director general en Michoacán de 1977 a 1982.


En este entramado de relaciones públicas el promotor cultural revela que un factor esencial para el impulso a las instituciones culturales fue que, a finales de los setenta, a esas obras emprendidas por Carlos Torres Manzo se les dio continuidad con la llegada al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1980, lo cual no suele ser común en la transición de una a otra administración. “Aquí sí pasó”, dice. “Tuve la fortuna de juntar al gobernador en funciones con el entonces candidato a gobernador en presentaciones de libros u otros eventos. Con el cambio de gobierno, para sorpresa de todos el ingeniero Cárdenas me hizo saber que los proyectos en marcha iban a continuar hasta su culminación”. Más aún, se le dio el encargo de “fortalecer” las expresiones de los pueblos y comunidades con relación a sus fiestas tradicionales con el fin de promoverlas.

“Las tareas encomendadas incluían la búsqueda de formas para recuperar algunas danzas en desuso o que estuvieran a punto de desaparecer («porque nos importan», según me dijo el nuevo gobernador)”. Eso llevó a Fonapas a recorrer los pueblos y detectar sus respectivas necesidades de supervivencia cultural. “Fuimos impulsándolo todo, siempre partiendo de la idea del Concurso Artístico de la Raza Purépecha de Zacán”, del que Urquiza Marín, por cierto, es cofundador.

Nace el IMC

En 1980 se instituyó el Instituto Michoacano de Cultura (IMC) como organismo público descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propios, al que se le otorgó la responsabilidad de la Casa de la Cultura, Casa Natal de Morelos, Casa de Morelos, Museo Regional Michoacano, Museo de Arte Contemporáneo, Teatro de Michoacán José María Morelos y Pavón, Teatro Ocampo y la Orquesta Sinfónica de Michoacán, según el decreto oficial. “Empezaron a abrirse otras Casas de la Cultura con la intención de crear una infraestructura completa para que todas las actividades culturales tuvieran forma de desarrollarse”, apunta quien también fungió de 1997 a 2022 como subcoordinador de Proyectos Especiales del Auditorio Nacional. “No bastaba con tener un Instituto con pocos recursos si no había dónde formar talentos, o dónde atender los que existían o cómo darle salida a las actividades que los jóvenes realizaban”.

En 1981, Humberto Urquiza Marín fue nombrado director del IMC y su plan de trabajo lo dirigió en función de la relación que mantuvo con las comunidades. “Fortalecimos las expresiones auténticas de los pueblos originarios de Michoacán no solamente para que se conservaran, sino que se difundieran y promovieran, y se diera cuenta de ello en todo en todo el estado”.


El paso siguiente fue salir de Morelia y de Michoacán, por lo que se vislumbró esa proyección a los estados vecinos. Una vez que esa labor se hizo, empezó la promoción de la cultura de Michoacán en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, además de España, Francia, Japón y la Unión Soviética. Aquí es cuando surgió la “Fiesta Michoacana”, como efecto del Concurso de Zacán, y cuyo émulo ahora es la polémica “K´uinchekua”, una de las marcas insignia de la actual administración de Alfredo Bedolla Ramírez, realizada a través de la Secretaría de Turismo y con el apoyo de la Secretaría de Cultura en el Estado.

El concepto de la “Fiesta Michoacana”, señala Humberto Urquiza, se basó en estructurar el espectáculo de danzas y cantos como si se tratara de un día de fiesta tradicional de los pueblos originarios, desde el amanecer hasta la llegada de la noche. “Cada pueblo tenía su forma, cada uno reflejaba su propia creación cultural, pero al final era muy parecida a las otras”. Con una selección de los triunfadores de Zacán, esta “Fiesta Michoacana” llegó entre 1982 y 1983 al Palacio de Bellas Artes y el Auditorio Nacional en la Ciudad de México, máximos escaparates de espectáculos en México. En 1984, incluso, se contó con la asesoría de la propia Amalia Hernández, fundadora del Ballet Folklórico de México, con la intención de aportarle mayor teatralidad al espectáculo, con lo que se dieron exitosas presentaciones los siguientes dos años en Morelia y la capital del país.

Años después la “Fiesta Michoacana” se convirtió en una primera versión de la “K´uinchekua” actual, durante la administración de Jaime Hernández. Al respecto, Urquiza Marín es cauto al emitir una opinión, aunque señala que los criterios cambiaron bastante en cuanto a la selección de participantes, dado que no siempre eran invitados los grupos más representativos. “Tuvo un éxito menos profundo que la Fiesta Michoacana, pero fue un buen momento porque pensamos que iba a haber continuidad”. Sobre la “K´uinchekua” actual, sin embargo, no tiene una mejor opinión. “Veo que se presentan 70 grupos, de repente se apropian hasta del nombre y veo que manejan cosas que no son y no se vale alterar las costumbres de los pueblos purépechas, porque creo que desvirtúa lo esencial de la tradición michoacana”.

Una vida profesional dedicada a la cultura

Otros de los eventos importantes en los que estuvo involucrado Humberto Urquiza fueron las dos ediciones del Festival Internacional de Poesía, en 1981 y 1983, respectivamente, en los que estuvieron figuras de la talla de Allen Ginsberg, Günter Grass y Jorge Luis Borges, con autoras y autores nacionales como Homero Aridjis, Coral Bracho, Alí Chumacero, Ulalume González de León, Ramón Martínez Ocaranza, Elías Nandino, Tomás Rico Cano, Tomás Segovia, Ramón Xirau, Eraclio Zepeda y Gaspar Aguilera, entre otras y otros. Para el funcionario este festival representó “un éxito indudable para Michoacán, pero también fue un éxito para promover el estado de Michoacán y generar turismo”.

Con éste y otros logros, las satisfacciones son muchas para quien fue también director de Difusión Cultural e Intercambio Universitario de la UMSNH de 1975 a 1977. “Tengo más de la mitad de mi vida dedicado a la cultura. Fue una actividad que no tenía considerada porque no creo tener la sensibilidad artística o creativa, pero me tocó estar de una manera paulatina y sin intervalos”, dice sin falsa modestia.


En esta dinámica, Humberto Urquiza recalca como algo innovador el hecho de que se haya dado la continuidad gubernamental entre Carlos Torres Manzo y Cuauhtémoc Cárdenas, y, más aún, resalta la influencia positiva de las esposas de ambos gobernadores: Luz Alou de Torres Manzo y Celeste Batel. “Las dos mujeres eran apasionadas de la cultura, con relaciones increíbles en el medio cultural, y con un interés genuino en las actividades culturales. Esta fue la clave del desarrollo de la cultural en ese tiempo. Sin esta etapa, la infraestructura y la institucionalización de la cultura no hubieran sido posibles. De no haber sido así, quién sabe qué hubiera pasado”.

Humberto Urquiza no se guarda para sí mismo un mérito individual, y mucho menos tiene interés en sobredimensionar su participación en la cultura institucionalizada en Michoacán. Con mucha reserva, considera que tuvo “la enorme fortuna de estar presente en el momento en que todo esto pasó y me tocó estar ahí”.

Le pregunto su opinión sobre el ambiente cultural en la actualidad. “Muy flojo”, responde rápidamente. “Hay poca actividad de poca trascendencia, aunque no conozco más personalmente y no puedo juzgar porque sería irresponsable, pero —por lo que se ve— hay falta de conocimiento de quienes tienen a su cargo la cultura”.

Simplemente, un orgullo personal

Entre otros cargos ejercidos por Humberto Urquiza Martínez está el de coordinador general de asesores del Gobierno de Michoacán (2010-2012), asesor de la Secretaría de Educación en el Estado (2016-2017) y asesor de la Secretaría de Cultura de Michoacán (2017-2018) durante la gestión de Sandra Aguilera Anaya. Con una vasta experiencia sobre sus hombros y desde su retiro de la función pública, Humberto Urquiza señala que la cuestión de la cultura ha decrecido mucho hoy día. “Creo que no se va al fondo, quizá a veces por una equivocada valoración de lo que vale cada grupo de artistas, para que se recuperen, se rescaten y se valoren y se mantengan vivos”, señala.

“Hubo muchas cosas importantes, y una preocupación que tengo es, por ejemplo, sobre una cuestión arqueológica: ¿qué pasó con la colección de máscaras y su exposición permanente”. Esto lo lleva a reflexionar sobre la importancia de los museos: “Porque entendemos que un pueblo que no tiene un museo que recuerde algo de su pasado, es un pueblo que está condenada a perder identidad.

“Fue muy vasto lo que se hizo”, puntualiza. “Lo sustantivo para el tema es que se creó el Instituto Michoacano de Cultura, que es el origen de todo”.

—¿Fue un error hacerlo Secretaría?

—Sí, porque no estaba preparado. La Secretaría la creó Lázaro Cárdenas Batel (en 2004), y yo tuve algo que ver en eso; en ese entonces no había en todo el país otra Secretaría más que en el Distrito Federal, por lo que fue muy temprano para crear la Secretaría de Cultura. En su momento señalé que convenía que el Instituto se hiciera más viejo, pero que aportara las bases suficientes para crear la Secretaría de Cultura. Sobre los primeros directores —Octavio Vázquez y Luis Jaime Cortez— puedo decir que uno era pintor y le importaba la pintura, y el otro era músico y le importaba la música. Es un error darle un cargo semejante a alguien que no tiene un interés particular. Debió ser alguien distinto totalmente.

—Usted ¿hubiera tomado la titularidad de la Secretaría de Cultura en aquel momento?

—No. No fue por presunción, fue simplemente un orgullo personal que tenía que ver con que, si salí bien con el Instituto Michoacano de Cultura y con el ingeniero Cárdenas, intentar algo nuevo o una nueva etapa no me parecía adecuado como titular de la dependencia de cultura, porque con quienes quisieron trabajé como asesor, que es otra cosa. Había pasado un periodo que había descompuesto las cosas un poco, y hubiera sido revivir algo que había sido muy bueno. Finalmente, el resultado de todo esto es que se logró lo que el ingeniero Cárdenas quería: fortalecer las expresiones culturales de Michoacán y darlas a conocer; recuperar lo que ya estuviera perdido y crecer al interior del país y, lo más importante, salir al mundo. Ya no nos alcanzó para más.

—Su balance de todo ¿cuál es?

Tengo una enorme satisfacción por el tino de haber estado vivo en el momento y el lugar adecuados.