Morelia, Michoacán
Gaucho Gaucho, la más reciente obra de Michael Dweck y Gregory Kershaw, sumerge al espectador en una comunidad apartada de las grandes urbes argentinas. Descifra la vida del gaucho, conjunto social que parece haberse congelado en el tiempo, ajena al mundo moderno.
La cinta exhibida en el marco del 22 Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), es fruto de dos años de filmación, se caracteriza por una mirada externa que, sin embargo, logra capturar con sensibilidad la esencia de los gauchos. Dweck y Kershaw, quienes viajaron incesantemente entre Nueva York y Argentina para realizar esta obra, partieron de un interés inicial en esta figura icónica, transformando su curiosidad en un retrato íntimo y profundo de la vida gaucha.
Gaucho Gaucho es una exploración de la libertad, tanto en un sentido físico como espiritual. El filme nos lleva a los vastos campos del Valle Calchaquí, donde los gauchos, lejos de la modernidad, se conectan profundamente con la naturaleza. Esta conexión es simbólica, práctica y ritualista.
Desde la importancia de pedir permiso a la tierra hasta la habilidad de manejar un caballo o criar vacas, la película traduce con destreza las sutilezas de esta relación humano-animal. La destreza en el uso del lazo, la montura y el afilado de un cuchillo se presentan como habilidades necesarias, como rituales que fortalecen la identidad gaucha.
Dweck y Kershaw no limitan su lente a los hombres de mediana edad que tradicionalmente se asocian con el gaucho, sino que incluyen a mujeres, niños y ancianos en su exploración, dándole así al filme una dimensión de comunidad intergeneracional.
La película se convierte en una mitología viva, donde los gauchos y su entorno cobran una dimensión casi mágica. Figuras míticas, como la imagen del cóndor, y los paisajes del Valle Calchaquí realzan esta sensación de que lo que vemos es una crónica de costumbres, un modo de vida que transciende lo material.
La esencia de Gaucho Gaucho es la libertad, en el sentido físico de vagar por los amplios paisajes y al mismo tiempo, una libertad más profunda: la de vivir en armonía con la naturaleza, aferrados a una tradición que sigue resistiendo el paso del tiempo. Dweck y Kershaw logran, desde su visión externa, traducir esta experiencia única al lenguaje cinematográfico, regalándonos una obra tan introspectiva como visualmente deslumbrante.