Con Tlatelolco y el Halconazo aún sangrando, Avándaro fue una fiesta de libertad, paz y música, para luego volver a sentir el pie del gobierno con más fuerza en la espalda
Jorge Ávila / La Voz de Michoacán
Morelia, Michoacán. Este 11 de septiembre se cumplen 53 años de un evento que significó un parteaguas cultural, musical y hasta político en México: el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, celebrado en Valle de Bravo.
Yo no soy un rebelde de sin causa…
El rock en México siempre fue un fenómeno cargado de peculiaridades, puesto que desde finales de los 50 y en buena parte de los 60 no fue sino un reflejo de lo que se hacía en Estados Unidos, con versiones adaptadas al español como un esfuerzo de las disqueras para atraer al público joven, ese que ya no compraba los discos de Pedro Infante o Javier Solís, sino que quería consumir su propia música.
El rock and roll fue desde su inicio una música estigmatizada no sólo en México, sino en Estados Unidos, donde los jóvenes ya no sentían el mismo interés en bailar swing, sino que encontraron en la fusión de sonidos un sentido musical propio al mezclar géneros como el blues, el honky tonk, la balada irlandesa, el bluegrass y el country, para dar pie al rock and roll por un lado y al rockabilly por el otro.
Esa tendencia se manifestó en México, donde los jóvenes de la década de los 60 encontraron en Los Locos del Ritmo, Los Teen Tops, Los Hooligans y demás agrupaciones a sus ídolos, a las voces de una generación.
A medida que el rock and roll iba quedando a un lado para dar paso a la psicodelia en Estados Unidos, en México, el género poco a poco fue transfigurándose para ser lo que dio en llamarse A Go-Gó, un estilo que conservaba mucha de la inocencia de la primera parte de la década, pero con mayor sexualización. Los vestidos de lo que hoy se conoce como estilo pin-up dieron paso a las minifaldas y los bikinis.
Make love, not war
Mientras la psicodelia se iba apoderando del espectro musical juvenil en Estados Unidos, en México también había lo suyo, aparejado a movimientos sociales que devinieron en masacres como la del 2 de octubre de 1968.
Así fue como el rock, que en un principio mostró la rebeldía de los jóvenes de finales de los 50 y mediados de los 60, hacia el final de la década se erigió como banda sonora de una lucha ya no sólo por tener una identidad propia, sino por causas colectivas más políticas, como el antibelicismo que se reflejó en el repudio a la guerra de Vietnam, o bien las luchas estudiantiles y laborales, la conciencia ecológica y una nueva forma de ver la realidad por medio de plantas sagradas y drogas duras.
Aunado a todo lo anterior, el pavor de los regímenes tanto en Estados Unidos como en México: el comunismo, con el que muchos jóvenes simpatizaban, lo entendieran o no.
Así llegamos a la década de 1970, específicamente a 1971, año en que aún estaba fresca la herida del 2 de octubre, en que aún sangraba la sociedad por la matanza del Jueves de Corpus, el Halconazo, ocurrido el 10 de junio de 1971.
El rock para esa época ya no era el de Elvis Presley o Jerry Lee Lewis, sino que el gusto musical de los jóvenes estaba más enfocado a grupos extranjeros como The Beatles, Rolling Stones, The Grateful Dead, Santana, Canned Heat, The Who, The Yardbirds, Cream, Janis Joplin, Jimmi Hendrix y otros tantos.
En México también se había dado un cambio de hilos, pues los amantes del rock ya no buscaban a Enrique Guzmán o César Costa, ahora llenaban los cafés y demás establecimientos donde se presentaran La Revolución de Emiliano Zapata, Three Souls In My Mind, Bandido, Los Dug Dug’s, Tinta Blanca y un larguísimo etcétera. Cabe señalar que todos los grupos cantaban en inglés, y no era, como criticaba Parménides García Saldaña, por malinchismo, sino porque si cantaban en español se enfrentaban a la censura y su música no se programaba en la radio, que aún era reacia al rock.
En esa época se hacían procesiones a lugares como Real de Catorce o a Huautla, Morelos, en busca de María Sabina, con la intención de vivir experiencias extrasensoriales con distintas plantas sagradas.
El festival
En Estados Unidos ya se habían realizado eventos que congregaron a decenas de miles de personas, como el Monterey International Pop Music Festival, que se llevó a cabo del 16 al 18 de junio de 1967, o el también mítico Woodstock, del 15 al 18 de agosto de 1969.
Pero en México aún no se realizaba algo similar, hasta 1971, en que tuvo lugar el primer evento multitudinario de rock en nuestro país. Los días 11 y 12 de septiembre se realizó un festival sui generis, en una época en la que cualquier aglomeración de jóvenes resultaba peligrosa y, por ello, no permisible, tanto que muchas de ellas terminaban a macanazos.
La idea del festival surgió en torno a una carrera de autos en el Estado de México, pero los organizadores querían darle mayor realce al evento. Así surgió Avándaro.
A principios de 1971, Alfonso y Eduardo López Negrete querían llevar a cabo la carrera de autos en la zona de Avándaro, pero la idea creció al surgir la idea de que la carrera culminara con una fiesta mexicana, dado que el evento estaba programado para septiembre.
Pero como los empresarios no sabían de organización de espectáculos, llamaron al productor de Televisa Luis de Llano; al productor, músico y periodista Armando Molina, y al proyecto se sumó también Justino Compeán, que en ese entonces era directivo de Coca-Cola. Incluso figuras sumamente oficialistas como Jacobo Zabludovsky participaron en la planeación.
Así se acordó que el 11 de septiembre sería el festival musical y el 12 las carreras. El programa musical lo integraban las bandas Three Souls In My Mind, Tinta Blanca, Dug Dug’s, El Amor, Bandido, Los Yaki, El Ritual, Peace and Love, La División del Norte, El Epílogo y Tequila, pues aunque se intentó que estuviera el grupo más importante del momento, La Revolución de Emiliano Zapata, no fue posible contratarlos dado que ya tenían esa fecha comprometida, y en cuanto a Javier Bátiz, él no pudo llegar por la aglomeración en el camino.
Los organizadores apostaban a reunir a 25 mil personas, pero desde días antes, miles y miles fueron llegando en carro, en camión y hasta caminando, y para el 11 de septiembre ya había más de 100 mil personas, y al final estuvieron en el evento más de 300 mil asistentes.
Así, debido a la gran cantidad de asistentes y a la torrencial lluvia, la carrera finalmente fue cancelada, y en la tarde del 11 de septiembre comenzó el festival, que se prolongaría hasta entrado el domingo 12 a mediodía.
El evento tuvo momentos álgidos que encendieron las alertas en el gobierno y que a la postre servirían para satanizar al festival, como cuando Peace and Love interpretó temas como “Marihuana” o “We got the power”, en la que cientos de miles de personas gritaban al unísono “¡tenemos el poder!”. Pero si algo enojó al gobierno y a Televisa fue cuando el vocalista lanzó “¡chingue a su madre el que no cante!”. Entonces la transmisión se interrumpió.
Además causó escándalo el caso de “La Encuerada de Avándaro”: una joven que se encontraba en el festival y en determinado momento decidió quitarse la blusa, lo que quedó registrado en diversas fotografías que se tomaron del evento. Por cierto, la joven, de nombre Laura Patricia Rodríguez González Alcocer, era de Monterrey, tenía 16 años en ese entonces y se despojó de la ropa, según entrevistas que dio tiempo después, en parte como un acto de liberación, aunque en otras ocasiones llegó a decir que en ese momento alguien le había ofrecido una playera alusiva al festival, pero para ello tenía que ponérsela en ese momento.
El fin de los conciertos
El saldo del evento fue blanco, salvo incidentes menores, y por testimonios de asistentes y cronistas, el festival se realizó en paz y armonía, con consumo de drogas, sí, pero sin desmanes, sólo la comunión entre el público y la música.
Pero al día siguiente del festival las rotativas de los diarios ardieron contra el evento, que fue retratado como una orgía de drogas y rock. Eso llevó a que todo tipo de tocada fuera suprimida, e incluso grupos extranjeros que estaban en el pináculo de su carrera no se presentaron en México.
Los cafés cantantes, donde se presentaban los grupos de rock, fueron cerrados, y en su lugar quedaron los hoyos funky, lugares donde, de forma clandestina, se hacían tocadas.
Por otro lado, nacieron las peñas, donde muchos rockeros cambiaron las guitarras eléctricas por acústicas para cantar canciones de protesta, lo que luego dio pie al rock rupestre, corriente encabezada hasta 1985 por Rodrigo González.
¿Organizado desde el gobierno?
El gobierno federal, encabezado entonces por Luis Echeverría, habría organizado el Festival de Avándaro, según información contenida en el expediente correspondiente de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), que tuvo acceso a una versión que circulaba entre panistas de la época.
El 27 de septiembre de 1971, durante una reunión en la casa del panista Manuel Gómez Zorrilla, a la que acudieron aproximadamente 40 personas, Eugenio Díaz, quien era jefe del XVII Distrito Electoral de Acción Nacional, señaló que Avándaro tenía la intención de desvirtuar los hechos del Halconazo.
“El festival (…) fue organizado por el gobierno federal, con lo que el Sr. presidente de la República quiso dar a entender que los únicos culpables de los acontecimientos ocurridos el pasado 10 de junio en la Ciudad de México fueron los jóvenes”, habría dicho el panista de acuerdo con el espionaje del departamento de inteligencia mexicano.
Los reportes de la DFS también dan cuenta de la identificación de distintos cuadros políticos estudiantiles y de exintegrantes del movimiento estudiantil del 68 que asistieron al festival. Más adelante relata un mitin que se llevó a cabo mientras las bandas de rock tocaban la madrugada del domingo.
“A las 1:30 horas, en el almacén de refrescos ubicado como a 800 metros de la parte posterior del templete, se efectuó un mitin con asistencia de 80 personas en el que hicieron uso de la palabra un joven y una señorita no identificados quienes hablaron de los problemas por los que atraviesa el magisterio, así como indicar estar en contra de la reforma educativa. Se pronunciaron por un aumento justo y equitativo para los maestros rurales”, se lee en la narración del hecho.
Una constante en los reportes de los agentes a sus superiores es el consumo de distintas drogas entre los asistentes, sobre todo marihuana y peyote, quedando documentado en algunas fotografías que se incluyen en el expediente y las que han sido testadas para proteger la identidad de los espiados en ese entonces. También se reportaron heridos por una pelea, robos de autos, tiendas y hoteles.
De acuerdo con uno de los informes fechado el domingo 12 de septiembre, que forma parte de la versión pública “Festival de Rock y Ruedas Avándaro” que el diario Milenio consultó, ese fin de semana donde se desarrolló el evento el consumo de drogas “fue en grado superlativo y alarmante, se calcula que un 70 por ciento de los asistentes consumió drogas”. Se informó que más de 500 personas tuvieron que ser atendidas por los servicios médicos debido al “excesivo consumo”.
En ese mismo sentido un reporte del 11 de septiembre relataba que el festival dio inicio ese sábado a las 17:00 horas, con la presentación de Grupo Sociedad Anónima, “dentro de un ambiente en el que se dan exhibiciones de steep-tease (SIC), desnudos y relaciones sexuales, mismas que se realizan en el lago y los riachuelos, a una distancia aprox. de 500 metros de la explanada, en donde se celebra este festival”.
La extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) vigiló muy de cerca la realización del festival, desde algunos días previos al evento, investigando a los organizadores e incluso unos días después, reportando las reacciones que generó en algunos sectores de la sociedad que estaban en contra de que se llevara a cabo.
Un documento de la DFS fechado el 25 de septiembre de 1971, unos días después de realizarse el festival, que cuenta con sellos de la Secretaría de Gobernación, relata la detención y posterior interrogatorio de Laura Patricia Rodríguez González Alcocer, por haberse desnudado cuando asistió al considerado primer festival de rock en México.
La Policía Judicial Federal fue la corporación policiaca que detuvo a la joven, debido a que el festival “degeneró en actos indecorosos y gran tráfico de enervantes, procediendo una de las asistentes, entre otras, a desnudarse públicamente al compás de la música moderna”.
Laura Patricia habría sido identificada por la policía luego de que una fotografía de ella desnuda fuera publicada en algunas publicaciones de la época.
Durante el interrogatorio relató que “sintió la esencia de la música y se inspiró desnudándose, pero posteriormente se decepcionó al verse en las primeras páginas de los periódicos, que con maldad la identificaban para causar la vergüenza de su familia”.
Después de Avándaro
La importancia de este evento para la escena del rock nacional tuvo dos caras. Por un lado, sirvió para mostrar la fuerza y la calidad de los músicos de la época, así como una identidad propia que se estaba construyendo en un momento en el que el género a nivel mundial estaba surgiendo como todo un suceso, ya no así como una moda, sino con compromiso social, con nuevas formas de percibir la realidad, con nuevas mentalidades, con nuevos avances en la experimentación sonora.
Por otro lado, tenemos la imagen que los medios de comunicación y el gobierno asustado con cualquier movimiento que tuviera que ver con la juventud de la época, pues al ver que este sector podía salírseles de las manos empezó una prohibición del género, lo que aletargó si crecimiento, ya que muchos músicos se quedaron sin sus medios de trabajo y los pocos que resistieron estuvieron en la clandestinidad, casi por una década, recluidos en peñas, disfrazados de trovadores, o en hoyo fonqui, donde se tocaba sin garantías de ningún tipo, más que el despiporre.
Después de subsistir en la clandestinidad poco a poco el rock mexicano salió de las profundidades en la década de los 80, con la apertura de las estaciones de radio que, aunque le daban más difusión a las bandas internacionales, empezaban a mirar la escena nacional, encabezada por Jaime López, Cecilia Toussaint, Kenny y los Eléctricos, Botellita de Jerez, Rostros Ocultos, Newspaper. Otro factor coadyuvante fue que en sudamerica el rock estaba sonando con mucha fuerza, uno de los eventos que impulsaron con mucha fuerza fue el de 1987 por BMG que lanzaría la primera convocatoria para un concurso de rock que dio pie a la serie de discos “Rock en tu idioma”.
De ahí surgieron Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio y Fobia. Más tarde vendrían otros concursos como el ”Metalaria” y ”La Batalla de las Bandas” que se realizaban año con año con una gran participación de bandas de la capital del país y del interior de la República.
Uno de los primeros sellos en editar rock hecho en México fue Comrock, fundado por Juan Navarro y Ricardo Ochoa. Ellos hicieron realidad los discos de Kenny y los Eléctricos y Ritmo Peligroso, además de formar los inicios del movimiento ”Rock en tu Idioma”. El éxito que tuvo el rock nacional en los 80 y 90 se debió a que una disquera transnacional, BMG, que abrió un subsello llamado Culebra, donde se dio oportunidad a muchas bandas, apoyando y respetando sus conceptos musicales, aunque no con los recursos que los músicos hubieran querido. Discos Culebra funcionó hasta 1997 y su cierre surgió discos Manicomio, que dio espacio a bandas como Control Machete, Azul Violeta y Molotov. Ya en ese momento el rock nacional es otra historia.