En América Latina, que es muy cercana en general a Estados Unidos, realmente era inevitable que tuviera un impacto psicológico en sus líderes y en sus poblaciones

Agencias / La Voz de Michoacán

En poco más de una hora, cuatro aviones comerciales con pasajeros se estrellaron en diferentes puntos de Estados Unidos en la mañana del 11 de septiembre de 2001. Dos chocaron contra las Torres Gemelas en Nueva York, uno se estrelló contra el Pentágono y el cuarto cayó en un campo, dejando en total casi 3 mil muertos.

Esta serie de trágicos incidentes se reveló luego como un esfuerzo coordinado por 19 secuestradores pertenecientes al grupo islamista al Qaeda, que perpetraron el mayor ataque terrorista en la historia de Estados Unidos.

La respuesta de Estados Unidos fue contundente y sus efectos aún se perciben hoy: Afganistán, presunto refugio de al Qaeda, fue invadido un mes después dando inicio a una guerra de 20 años; en 2003 llegaría el turno de Iraq, ambas acciones enmarcadas en la llamada “guerra contra el terrorismo”, y los controles migratorios se endurecieron en todo el mundo.

¿Pero cómo impactaron estos atentados en los países de América Latina, justo al comienzo del nuevo milenio? Esto dijeron especialistas consultados por CNN sobre los distintos efectos que los ataques tuvieron en la región.

Las primeras imágenes

“Creo que sentir que el coloso del norte se vio vulnerado en su ciudad principal, el punto de referencia de Occidente, ha tenido una tremenda repercusión en América Latina”, dijo Antonio Herrera Vaillant, analista internacional e historiador venezolano.

“En América Latina, que es muy cercana en general a Estados Unidos, realmente era inevitable que tuviera un impacto psicológico en sus líderes y en sus poblaciones. Eso puso a la región al lado de Estados Unidos, en general en esta situación y generó bastante solidaridad en su momento.

Al momento de los ataques del 11 de septiembre, Herrera Vaillant estaba siendo entrevistado por una radio en Caracas, junto al entonces secretario de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el venezolano Alí Rodríguez Araque. “Araque me preguntó qué creía yo, y le dije que estaba rezando que no fuera un ataque terrorista, que fuera un accidente. Porque si era un ataque la reacción iba a ser tremenda”, contó.

Para Roberto Izurieta, profesor en la Universidad George Washington, el impacto que se vivió en función de esta tragedia afectó no sólo a Estados Unidos, sino a todo el mundo y, sin duda, a la región. Ver el colapso de las Torres Gemelas, el sufrimiento y la tragedia, las personas que se lanzaban de las torres, esas imágenes quedarán marcadas en nuestras mentes para los ciudadanos del mundo”.

“Fue la mayor tragedia terrorista en territorio americano. Pienso que la inteligencia estadounidense ha hecho un buen trabajo para evitar que se repita. Las imágenes de la retirada de Estados Unidos de Afganistán nos recuerdan esta instancia: ISIS sigue siendo una amenaza, al Qaeda menos porque está más debilitado tras décadas de guerra”, dijo a CNN.

En 2001 Izurieta vivía en Arlington, Virginia, justo en frente del edificio del Pentágono. “Mi ventana del dormitorio miraba al Pentágono. Tenía que ir a la oficina y cuando salí del garaje vi la ola profunda de humo. Llegué a la oficina, encendí la televisión y vi que se incendiaba una de las Torres Gemelas, y vi en vivo cómo se estrelló el segundo avión”.

Relaciones entre EUA y América Latina antes y después del 11S

“América Latina y Estados Unidos habían tenido en la década de 1990 un relativo acercamiento debido a comuniones de agenda y consensos políticos”, dijo Arturo López-Levy, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Holy Names.

“Había una agenda fundamental en la cual las proyecciones norteamericanas habían sido de alguna manera aceptadas por las élites dominantes en América Latina”, explicó.

López-Levy, quien se encontraba recién llegado a Nueva York cuando los dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas, destaca tres áreas de encuentro: la no-proliferación nuclear y la adopción de una agenda de seguridad que incluía el terrorismo; la consolidación de la democracia representativa; el libre comercio y la negociación de una zona de libre comercio continental.

“Los defectos de esa agenda ya se empezaban a expresar en la alta votación que se dio por algunos partidos de izquierda en países como Brasil, Argentina, Uruguay y Chile”, señaló.

En 2005, durante la IV Cumbre de las Américas, la iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) promovida por Estados Unidos y Canadá fue duramente criticada por los gobiernos de Venezuela, Argentina y Brasil, y desde entonces no ha prosperado.

Por su parte, Izurieta dijo que “Estados Unidos por muchos años no ha desarrollado un plan lo suficientemente ambicioso para el continente americano. Percibo que cada país de América Latina podría llegar a tener, dependiendo de sus circunstancias, una plena cooperación con Estados Unidos”.

“Esto se agravó después de los atentados del 11 de septiembre”, señaló.

Para Eric Rojo, coronel retirado del Ejército de Estados Unidos y analista político, “Washington siempre ha tenido poco interés en América Latina, siempre ha estado más enfocado en este y oeste, en China, Japón y la OTAN. Después del 11S se creó el Comando Norte, México reaccionó a la mexicana”.

Aquel 11 de septiembre, Rojo se encontraba en Washington desayunando con su familia. “Mi hijo me dijo que un avión se había estrellado y pensamos que era un accidente”, contó.

Estados Unidos mira hacia Oriente

Un mes después del 11S, Estados Unidos lideró, en el marco de lo que llamó la “Guerra contra el Terrorismo”, una coalición de la OTAN que invadió Afganistán para derrocar al régimen talibán. En 2003 Estados Unidos invadió también Iraq. Desde ese momento, la mirada del país, y sus recursos, se han volcado en gran medida sobre el Medio Oriente.

“Obviamente, los recursos de Estados Unidos, aunque enormes, no son ilimitados, y sus patrones de gasto toman mayor prioridad donde se presume una nueva amenaza”, dijo Herrera Vaillant. “En el nuevo orden de prioridades se distrajo la atención a América Latina, una región que no ha sido centro de conmociones. Por cierto, la atención de Estados Unidos ha sido siempre más importante hacia Europa y Asia”.

Para López-Levy, “al poner el énfasis en otras regiones, termina por debilitarse la agenda de complementación de gobernabilidad democrática, porque pasa a un segundo plano, justo en el momento de la Carta Democrática Interamericana”.

La Carta Democrática Interamericana fue aprobada por la Organización de Estados Americanos (OEA) precisamente el 11 de septiembre de 2001, y establece, entre otras cuestiones, que “cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado” en el organismo.

“Es importante distinguir el impacto del 11S de la decisión de Bush de invadir Iraq. Eso tiene que ver con la magnitud. Ese impacto que le quita atención, recursos y buena voluntad a la región, ante la decisión de cambiar Medio Oriente completo, un proyecto neoconservador, Estados Unidos se hace intratable”, agregó.

Reforma migratoria truncada

Los atentados del 11 de septiembre tuvieron un enorme impacto en la política migratoria de Estados Unidos y en la situación global de los inmigrantes.

Shoba Sivaprasad Wadhia, profesora en la Universidad Estatal de Pensilvania, ha dicho que “la narrativa sobre la inmigración cambió drásticamente tras los trágicos acontecimientos del 11S”, en el prólogo del libro “El efecto del 11 de septiembre y su legado en las leyes de inmigración de Estados Unidos”.

“La mayoría de los secuestradores del 11S pudieron obtener un visado de un consulado estadounidense y entrar en Estados Unidos a través de un punto de inspección. Este hecho reveló una vulnerabilidad en el sistema de inmigración y planteó al gobierno de Estados Unidos la difícil tarea de abordar estos fallos”, señaló.

Entre algunas de las medidas resultantes figura la creación el Departamento de Seguridad Nacional (DHS,) y la abolición del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS), reemplazado por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).

Al respecto, López-Levy recordó que “en el tema de las relaciones hemisféricas había un proyecto serio de reforma migratoria. Estaba la idea del gobierno de [Vicente] Fox, que había pedido como un tema de política bilateral un proyecto de legalización del número altísimo de inmigrantes hispanos en Estados Unidos”.

A comienzos de 2001 los gobiernos de Estados Unidos y México comenzaron a discutir una posible reforma migratoria que incluía legalizar el estatus inmigratorio de mexicanos indocumentados y un programa ampliado de apertura a trabajadores temporarios, pero esos proyectos se estancaron tras los atentados del 11S.

“Además, en los años 90 empieza una discusión en la OEA por temas de seguridad por cuestiones de cambio climático. Esas dos cosas se frustran y paralizan lamentablemente. Hay que mirarlo como una baja de la prioridad de la región y una adulteración de la agenda”, indicó.

Rojo consideró que el impacto más fuerte en materia de seguridad es que se empezaron a crear unas barreras en Estados Unidos que no existían, especialmente con México, pero también con el resto de América Latina. “Para protegernos de los terroristas se redujeron los accesos y visas. Las embajadas se volvieron fortalezas y los procesos de ingreso se hicieron más difíciles. La relación fronteriza con México no se mejora”, dijo.

Izurieta, en cambio, dice seguir a la espera de que Estados Unidos desarrolle un “plan integral económico y social en toda la región”. “Para mí es parte de la solución integral a los problemas de migración: primero, una reforma migratoria y, luego, medidas para que la mayoría de los ciudadanos de América Latina prefieran quedarse y trabajar en sus países y no estén obligados a migrar”.

Recategorización de las amenazas

“La agenda de seguridad pública se desvió de acuerdo a las nuevas prioridades en Estados Unidos”, dijo, en tanto, López-Levy. “La adopción del paradigma antiterrorista no es lo más correcto para la situación de seguridad de América Latina”.

Carlos Medina Gallego, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Colombia, recordó que al momento de los atentados del 11S Colombia se encontraba en el marco de un proceso de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Un proceso muy accidentado porque la correlación de fuerzas estaba a favor del grupo insurgente y había un repliegue de las fuerzas colombianas”, dijo a CNN.

Al momento de los ataques, Medina Gallego se encontraba desarrollando un trabajo de investigación sobre el fenómeno del narcotráfico en el norte de Colombia, en una zona de alta conflictividad, contó.

“A partir de los atentados del 11S, la percepción de los actores armados en general en América Latina y en Colombia cambió, pasaron de ser grupos armados con una postura política a narcoterroristas. Eso hizo que se transformara en el orden jurídico internacional para tratar estos conflictos. Y hubo que esperar muchos años para que se abrieran los diálogos de paz. Transcurrió casi una década”, indicó, en referencia a las negociaciones iniciadas en 2012 por el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC que llevaron finalmente a un acuerdo.

“Como consecuencia de los atentados del 11S se transforman las relaciones militares de Colombia y América Latina con Estados Unidos. El desarrollo del Plan Colombia, que adquiere connotaciones regionales, es parte de ese proceso de recategorización de las amenazas. El país se va a transformar en un lugar estratégico de la seguridad hemisférica”, afirmó.

El Plan Colombia, concebido como una estrategia de cooperación militar entre Colombia y Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico y las guerrillas y canalizó fondos por  10 mil millones de dólares, fue lanzado en 2000. El programa finalizó en 2016, en medio del proceso de paz entre el gobierno y las FARC.