El Pentágono confirmó el despliegue del portaaviones USS Gerald R Ford en el Caribe, elevando la tensión militar entre EEUU y Venezuela.
El viernes 24 de octubre, EEUU sorprendió al Caribe al anunciar el envío del USS Gerald R Ford, el portaaviones más grande del mundo, a las costas del Caribe latinoamericano.
Esta acción, ordenada por el presidente Donald Trump, busca fortalecer la Operación Escudo del Hemisferio.
Según el Pentágono, el objetivo es “combatir el narcotráfico y desmantelar organizaciones criminales transnacionales”.
La medida se da en medio de una creciente tensión con Venezuela, tras la destrucción de lanchas sospechosas de tráfico de drogas por parte de embarcaciones militares estadounidenses cerca de las costas venezolanas.
Caracas ha denunciado este acto como una “agresión directa”.
Sean Parnell, portavoz del Pentágono, confirmó que el despliegue incluye un grupo de ataque naval con destructores, aviones F-35B y drones de reconocimiento MQ-9, operando bajo el Comando Sur con base en Puerto Rico.
Estas unidades trabajarán juntas para “detectar, vigilar e interrumpir las actividades ilícitas que amenazan la seguridad del hemisferio occidental”.
Despliegue militar
Este despliegue militar es el más significativo en la región en las últimas cuatro décadas, superando incluso al de la invasión de Panamá en 1989.
Con un desplazamiento de más de 100.000 toneladas y 5.000 efectivos a bordo, el Gerald R. Ford representa el poder naval de Estados Unidos.
Su presencia en el Caribe podría iniciar una nueva fase de confrontación estratégica en la región.
Expertos advierten que este despliegue podría aumentar las tensiones geopolíticas en el continente.
Universidades y centros de análisis militares señalan que “un incidente menor podría escalar rápidamente”, según analistas consultados por medios estadounidenses.
Sin embargo, la Casa Blanca insiste en que se trata de una “medida disuasoria” contra el narcotráfico y no de una operación militar contra un Estado soberano.
USS Gerald R. Ford
El USS Gerald R. Ford ya había operado en Europa y el Mediterráneo, apoyando ejercicios de la OTAN antes de ser redirigido al Atlántico Occidental.
Su llegada al Caribe subraya la creciente importancia estratégica de la región para Washington y aumenta la presión sobre los gobiernos latinoamericanos considerados hostiles.
