La Habana, Cuba

La actriz mexicana María Félix visitó La Habana dos veces y en ambas ocasiones fue la protagonista de escándalos que hicieron las delicias de sus muchos seguidores y del público capitalino en general, siempre a la caza de los “caprichos” de los famosos.

La actriz de “El peñón de las animas”, “Enamorada” y “La generala” recorrió por primera vez la capital de Cuba en octubre de 1949 para promocionar sus películas, y en aquella oportunidad, alojada en una suite del Hotel Nacional, deslumbró por la perfecta armonía de sus facciones, su semblante dominador, cejas épicas y paso de diosas.

Estuvo cinco días en La Habana durante los cuales los debates políticos y las denuncias de corrupción pasaron a segundo plano y el pandillerismo que agitaba la ciudad se calmó para que la dama durmiera placenteramente.

Se dice que desairó a más de un vanidoso al no asistir a las citas sociales con las que quisieron agasajarla. Sólo aceptó ir al cabaret Tropicana.

Cuenta el experto en farándula, Aldo Martínez, que en aquella oportunidad un hecho que sintió en su propia carne la consagró ante la prensa: cuando La Doña trababa de abrirse paso en un cine entre una multitud que le pedía autógrafos, regalaban poemas y flores, y tocaban su vestido, una mano peluda, sedienta de morbo y erotismo, se posó en la parte más estratégica de su anatomía…

Entonces, la estrella aseguró con genio: ¡No doy un paso más! Y llenó de espanto a los organizadores del evento.

Al otro día el diario Prensa Libre dio a conocer una caricatura en la que se veía una mano dentro de una caja de cristal con el siguiente pie: “Esta es la mano sagrada que tocó a María Bonita”.

A pesar de este percance, María Félix regresó a la Isla en junio de 1955 cuando los empresarios de la televisión, la radio y el espectáculo invitaban casi a diario a celebridades para tratar de echarle una cortina de humo a las protestas contra el gobierno antidemocrático de Fulgencio Batista.

En esta nueva aventura, la actriz, nacida en los Álamos, Sonora, en 1914, trabajó en el cabaret Montmartre y fue entrevistada en el programa de CMQ TV “Jueves de Partagás”, el cual no trascendió demasiado por el pésimo guion.

Luego, le organizaron el 28 de junio un hermoso homenaje en Radiocentro, el edificio emblema de la radio y la TV en Cuba, que se repletó con artistas, críticos, escritores y decenas de representantes de los medios.

Todos corrieron a su encuentro y ella, hierática, admirada y temida, hizo olvidar con una actitud distante a la mujer humana, dicharachera y simpática que se hospedaba en el hotel Comodoro en la lujosa barriada de Miramar.

Sin embargo, las preguntas que le hicieron fueron indignantes, a pesar de haber confesado con anterioridad que uno de los sueños de ella y Jorge Negrete (fallecido poco antes) era venir juntos a La Habana:

  • ¿Se considera más bella que la Lollobrigida (actriz italiana)?

Gina es una joven hermosa y una actriz con talento.

  • ¿Si no fuera María Félix quien le gustaría ser?

El hijo de María Félix…

  • ¿Es cierto que es usted lesbiana?

Si todos los hombres fueran como usted, particularmente, seguro lo sería.

  • ¿Está orgullosa de su rostro?

No tengo la culpa de que la naturaleza me haya dado una nariz como esta.

La antigua esposa del compositor Agustín Lara y del mismo Jorge Negrete respondió esta andana de cuestionamientos sin titubeos ni contrariedad aparente.

Su agilidad mental y su franqueza fueron sus mejores armas, aunque nunca se libró de la intriga, la incultura y el sensacionalismo.

Años más tarde en una entrevista que le hizo El Universal, María Félix recordó con alegría y cariño sus visitas a La Habana, donde estampó una leyenda que los años no han podido olvidar.

La Doña sigue siendo en la actualidad una de las figuras del espectáculo inolvidables más querida por los cubanos.