De Alucarda a Hermelinda Linda: el cuerpo femenino como figura del conflicto, la frustración y el trauma

Alejandro Sosa

La cinematografía mexicana, a lo largo de su rica historia, ha abordado la figura de la bruja o hechicera no solo como un elemento de lo fantástico, sino como un complejo espejo de las dinámicas sociales, psicológicas y hasta gremiales. Esta representación ha transitado desde el horror gótico hasta la comedia burlesca, consolidando al cuerpo femenino como un signo de conflicto, frustración y, en ocasiones, de una corrosiva envidia. Obras emblemáticas como Alucarda (Juan López Moctezuma, 1977), Veneno para las hadas (Carlos Enrique Taboada, 1984) y Hermelinda Linda (Julio Aldama, 1984) revelan personajes femeninos formados de oscuridad y resentimiento, cuyas corporalidades y discursos operan como metáforas de un deseo reprimido y sabotaje emocional.

La construcción narrativa de estas figuras femeninas se inscribe en un contexto sociopolítico específico. Lo que a primera vista se presenta como hechicería, en un análisis más profundo, es una representación simbólica del aislamiento, la pobreza, la represión sexual, la patologización del cuerpo o la frustración profesional. Estas figuras femeninas no solo encarnan una lucha contra sistemas que las excluyen, sino que también proyectan una furia intrínseca hacia aquellos que logran trascender sus propios confinamientos emocionales o materiales.

La Bruja Gótica y la Rebeldía Existencial: El Caso de Alucarda

Dirigida por Juan López Moctezuma y estrenada en 1977, Alucarda se erige como un referente ineludible del cine de culto mexicano. La película explora la intensa relación entre dos adolescentes huérfanas, Alucarda y Justine, en un convento regido por un dogma religioso opresivo. Alucarda, interpretada por Tina Romero, encarna una versión mexicana del arquetipo de la bruja joven, poderosa y profundamente trágica. Su posesión demoníaca no es un castigo sobrenatural, sino una visceral manifestación de su angustia existencial y de su rechazo a las imposiciones eclesiásticas. El cuerpo joven y poseído de Alucarda, convulsionado y sangrante, simboliza el conflicto entre el deseo, la culpa impuesta y la rebelión contra el statu quo. El fuego que consume el convento al final de la cinta es la metáfora definitiva de la liberación de una fuerza femenina que ha sido violentamente reprimida. La cinematografía de López Moctezuma, cargada de simbolismo y esteticismo barroco, subraya la idea de que la "magia" de Alucarda es, en esencia, la expresión desbordada de una subjetividad femenina en los márgenes de lo permitido.

La Bruja Psicológica y el Juego de Poder Infantil: La Crueldad en Veneno para las Hadas

Carlos Enrique Taboada, maestro del horror psicológico mexicano, nos ofrece en Veneno para las hadas (1984) una lectura mucho más sutil y perturbadora de la brujería. En esta obra, la figura de la bruja se encarna en una niña, Verónica (Ana Patricia Rojo), una pequeña manipuladora que construye un poder simbólico a partir del miedo que infunde en su ingenua compañera de escuela, Flavia (Elsa María Gutiérrez). Taboada representa la brujería no como un fenómeno sobrenatural, sino como un juego de poder infantil que desnuda la crueldad temprana y la arraigada necesidad de dominación, reflejo de un entorno familiar disfuncional y una carencia afectiva. El cuerpo femenino joven es, nuevamente, el campo de batalla de un deseo de control, del miedo a la soledad y de la imperiosa necesidad de sentirse especial en un mundo que a menudo ignora las complejidades emocionales de la infancia. La película, con su atmósfera opresiva y su enfoque en la manipulación psicológica, demuestra cómo la "magia" puede ser una herramienta para ejercer control y proyectar las propias frustraciones en el otro.

La Hechicera Grotesca y la Pobreza Humana: Hermelinda Linda

El punto más crítico y, quizá también, el más revelador sobre la representación de la bruja o hechicera en el cine mexicano, se alcanza con Hermelinda Linda. Este personaje, surgido de la historieta homónima de José Cárdenas y llevado a la pantalla grande en 1984 bajo la dirección de Julio Aldama, con la icónica interpretación de Evita Muñoz "Chachita", se distancia radicalmente de la estética gótica o psicológica de las obras previas. Hermelinda Linda es presentada como una mujer  desdentada, grotesca, resentida, manipuladora y empobrecida. Su existencia transcurre en un barrio popular, vendiendo brebajes y conjuros a una clientela tan marginal como ella. Su "magia" no radica en poderes espectaculares o sobrenaturales, sino en una astucia mezquina y en la capacidad de ejercer un control emocional sobre los demás a través de la calumnia, el engaño y el chantaje.

Hermelinda Linda es, por excelencia, la bruja social: aquella que obstaculiza el progreso ajeno porque es incapaz de lograr el propio. Es la figura que, en lugar de construir, sabotea; que no tiene deseo propio, pero se encarga de anular el de los demás; que no crea, pero critica con vehemencia. A nivel semántico, su personaje es una caricatura de la frustración y la mediocridad. Su cuerpo, a diferencia de la seducción trágica de Alucarda o la inocencia perversa de las niñas de Taboada, no seduce ni espanta: simplemente repugna. Es una representación física y visceral del fracaso vital, de la miseria humana en su expresión más cruda. Ahí reside su poder simbólico: en la capacidad de encarnar todo aquello que una mujer teme convertirse cuando su camino no se cumple, cuando sus aspiraciones se ven frustradas por la inacción o la malicia. El cine mexicano, al fusionar la comedia con una profunda crítica social en la figura de Hermelinda, nos ofrece una advertencia y un espejo grotesco de nuestras propias miserias y bajezas. La particularidad de Hermelinda Linda, su carácter caricaturesco y su vulgaridad, la posicionan como la representación más cercana a la realidad mexicana en cuanto a la figura de la hechicera o la "bruja pobre" de barrio. Su "magia" es la manipulación de la superstición popular y la malevolencia disfrazada de consejo.

Este personaje encarna esa figura de la que, tarde o temprano, la sociedad busca alejarse, por su naturaleza tóxica y su incapacidad de generar algo más allá de la discordia y el estancamiento. En ella se condensa la mezquindad de lo cotidiano y la envidia que corroe las relaciones humanas.

El análisis del cuerpo en el cine encuentra respaldo en obras clave. David MacDougall sostiene que el cuerpo fílmico es un territorio de sentidos culturales y emocionales; Laura Mulvey revela cómo el cuerpo femenino ha sido moldeado por la mirada masculina y también temido; Susan Bordo muestra que los cuerpos femeninos son campos de batalla simbólicos cuando rompen con las normas; y Armando Silva describe al cuerpo como lienzo de las ansiedades sociales. Desde la psicología, Wilhelm Reich y Alexander Lowen explican que el cuerpo acumula traumas y tensiones que se manifiestan en la forma y en el carácter. En ese sentido, figuras grotescas como Hermelinda Linda no son solo comicidad:

son cuerpos que encarnan un síntoma de un sistema que margina y luego ridiculiza. Como en las narrativas fílmicas, existen "hechiceras" en la industria que, desde su lugar de frustración y estancamiento, lanzan conjuros velados contra aquellos que avanzan. La envidia se disfraza de "opinión", el sabotaje se esconde bajo el manto de una supuesta "ética profesional", y su frustración se erige en una "crítica". En la era de las redes sociales, los hechizos ya no se lanzan en calderos humeantes, sino en publicaciones digitales, mensajes pasivo-agresivos y rumores insidiosos en el anonimato o la ambigüedad, ataques simbólicos y profesionales que no nacen del argumento, sino de la herida personal.

El cine mexicano, en su constante evolución necesita de nuevas generaciones que reconozcan la frustración como una etapa de todo proceso creativo, y que no se ponga en riesgo el progreso del arte cinematográfico; sino que ofrezca la  posibilidad de imaginar y construir futuros distintos y más colaborativos.

Espacio Solaris es un espacio de exhibición cinematográfica independiente, alternativo e incluyente ubicado en el corazón de la ciudad de Morelia. También es el hogar del podcast Butaca 39 y de la Muestra de Cortometraje Contemporáneo 5C.

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