La cantautora y multi-instrumentista moreliana da a conocer su primer disco solista

Víctor E. Rodríguez Méndez colaborador de La Voz de Michoacán

Todo en ella bulle a mil por hora. En su cuerpo y en su mente el arte fluye como un remolino de ideas y proyectos llenos de múltiples sentires. Nació y creció en un ámbito familiar pleno de filosofía y música, disciplinas en las que ha tenido una ardua formación académica; con el tiempo ha dado talleres para niñas y niños, impulsado proyectos en comunidades e incursionado en el teatro y el cine, además de bailar tango. De alguna manera, lleva, literalmente, la música (y el arte mismo) por dentro.

Nacida en Morelia hace 35 años, Ireri Almonte es cantautora indie-folk, multi-instrumentista, tololochera y filósofa. Se asume anticapitalista y feminista. Recientemente ha dado a conocer Ouróboros (2024), su primer disco como solista que combina la tradición con el uso de nuevas tecnologías, una obra cargada de simbolismos y pasada por un proceso de duelo y sanación que hoy día la motiva a “seguir cantando para la vida”.

Su iniciación musical fue con la guitarra popular y como pianista desde los 9 hasta los 20 años. A los 14 empezó a tocar el tololoche (su instrumento favorito), además de la leona, el bajo jarocho y otros instrumentos tradicionales de México como las jaranas, la vihuela y la guitarra de golpe; también toca el charango y el cuatro venezolano, además del violonchelo. A su tololoche lo considera “un compañero verdadero” porque está de su tamaño y porque no ha dejado de estar presente desde su adolescencia; se llama “Silvestre” (en honor al músico Revueltas), con el que Ireri se ha involucrado en la interpretación de diversos estilos y géneros como el jazz, la canción latinoamericana, el son, la música barroca y la experimental.

            La pasión artística en ella tiene como origen, según explica, cuando a los seis años padeció una enfermedad «extraña» que le produjo ronchas en todo el cuerpo, especialmente en las articulaciones; le daban fiebres altísimas y tenía dificultad para respirar, lo cual le impedía levantarse de la cama. Todo el primer año de primaria lo hizo estudiando sola en su casa, sin poder correr ni saltar como el resto de niñas y niños. Entonces, su papá le acercó varios libros y le enseñó a tocar la guitarra para «salvarla» de la soledad y la tristeza. “Fue la manera con la que aprendí a comunicarme con el mundo”, rememora Ireri en entrevista, “y lo fue a través de la imaginación, porque leer me hizo posible imaginar muchos mundos y eso hizo que mi sensibilidad se expandiera de una manera increíble. Para mí empezó a ser posible todo, porque lo leía en las novelas, y después con la guitarra empecé a hacer canciones desde niña”.

—¿Sería ése el momento mágico que definió tu vocación?

—Sí, pero también cuando cumplí seis años y mi abuelito paterno me dio mi primer libro que se llamaba El mundo mágico de los cuentos de hadas, o algo así, y tenía una dedicatoria que decía: «Para que las alas de la imaginación y la escritura te lleven a volar por donde tú quieras». A mí se me quedó muy grabado como una especie de encantamiento benigno y milagroso: pese a que esté o me sienta inmovilizada —como a los 6 años—, que no pueda respirar, no pueda pararme de la cama o cualquier situación de angustia, soledad o enfermedad, sé que tengo la imaginación que me permite volar, como me dijo mi abuelo.

Hija de madre filósofa y padre filósofo, y después de haber estudiado ella esa misma disciplina, a pregunta expresa Ireri reflexiona sobre su influencia en su quehacer musical. “La filosofía está en la música, totalmente”, señala. “Todo lo que soy no sería sin la filosofía, aunque muchas veces he renegado de ella. Mi hacer y mi ser en el mundo está atravesado totalmente por los pensamientos de las personas que he leído y lo que han provocado en mí. Creo que mi voz no es solo mi voz, sino es una síntesis, una interpretación, una asimilación y una reapropiación de todo lo que he leído”.

Para ella la filosofía y el pensamiento son un ejercicio de imaginación muy fuerte porque “no se puede filosofar sin imaginación: el arte, el activismo y la militancia también están atravesados por la imaginación, por eso me gusta mucho y cada vez le encuentro más sentido a la frase de los zapatistas: Imaginar otros mundos posibles”.

De vuelta a la música, Ireri ha participado con el grupo de música tradicional mexicana Media Luna (integrado por la familia Mejía Almonte), el Colectivo-LAS (junto a sus hermanas), el conjunto femenino de música tradicional de Tierra Caliente La Tolvadera, además del Circuito de Mujeres Creadoras: Sonororidades, y ahora en la CDMX con el ensamble femenino de percusión corporal y voz Aliento y Latido.

En la actualidad, Ireri ha emprendido una dirección en solitaria con su primer disco Ouróboros. “El camino de hacer mis canciones, mi propia música”, apunta Ireri, “es una búsqueda de mi voz propia después de que he trabajado mucho en la voz colectiva, incluso socialmente, porque tengo una formación militante y como activista”. Para ella es el momento de “conocer una voz que quizá tenía miedo de descubrir y de comunicar, es aceptar la voz propia y decirla”.

Sobre sus referentes literarios y filosóficos, sin dudarlo un instante menciona a José Revueltas. “No me entiendo sin José Revueltas. Mi música no se puede entender sin lo que he leído. Es que no veo el mundo bonito, y no porque no lo quiera ver bonito o porque no haya belleza; claro que hay belleza, pero es una belleza que parte de ver la realidad en su manera cruda y descarnada, tal como me enseñó Revueltas”.

Por otra parte, Jacques Derrida ha sido su gran referente filosófico para ella porque le ha enseñado a cuestionar absolutamente todo, según señala. “Me ha enseñado a pensarlo todo de otra manera, como ir poniendo todo sobre la mesa y saber qué puede ser de otra manera y pensar de dónde viene cada cosa”.

Aun cuando reconoce que sus bases musicales fundamentales son Víctor Jara (su “gran referente y guía”), Violeta Parra y Silvio Rodríguez, Ireri asegura que sus referentes principales son, en general, las y los cantores populares latinoamericanos, además de las músicas tradicionales del mundo y la música electroacústica contemporánea. “Cuando estudié composición en el Conservatorio de las Rosas descubrí el mundo amplísimo de la atonalidad y de las experimentaciones sonoras, que me marcaron mucho al ver la posibilidad y la amplia gama de sensaciones que pueden provocar texturas sonoras”.

Ritual de muerte y renacimiento

Ouróboros ha sido descrito por la propia Ireri Almonte como un parto y un nacimiento al mismo tiempo. Es un disco en el que la cantautora moreliana se abre de capa por completo después de una experiencia fuerte en su vida personal. “No sabría cómo resumirlo y sintetizarlo”, responde a la pregunta de lo que significa esta grabación para ella en este momento de su vida, “pero es un ritual de muerte y renacimiento”.

Abunda al respecto: “Yo lo llamé un ritual para morir, porque es un cierre hasta este punto de mi vida, sobre todo el cierre de quince años en los que estuve en una relación continua de pareja monógama, porque es cuando empieza la autonomía de una y empieza también a posicionarse en el mundo; yo me reconocí como la mujer proveedora del afecto de un varón y siento que fue romper con una cultura patriarcal que me enseñó que mi lugar en el mundo como mujer era eso, inconscientemente. Es romper con ello para decir: soy una mujer libre e independiente, soy una mujer que tiene su voz propia y soy una mujer completa que rompo con ser la proveedora incondicional del afecto. Es abrirme a la libertad y nacer y renacer como cantautora solista, con mi propia voz y conmigo misma, no en el lugar que me han asignado socialmente la historia y la cultura”.

El ouróboros es una serpiente que se devora a sí misma y que está presente en muchas culturas ancestrales y significa el eterno retorno, los ciclos que no acaban y que vuelven a comenzar como un loop infinito. Bajo esta simbología, Ireri ha conceptualizado su disco debut —incluido el número de canciones, ocho, símbolo del infinito— en el que está presente el proceso de un tipo de amor doloroso y violento, “de cuando una ama como se le ha enseñado culturalmente y donde nos perdemos a nosotras”, asienta. “Este disco para mí representa la gran mudanza de piel”.

En la penúltima canción del disco se escucha la frase: «Hoy me siento tan completa como el mar», como si el duelo hubiera terminado. En ese sentido, ¿qué lección poderosa rescatas después de todo este proceso?

—Esa frase es vital, es la canción que más he escuchado del disco. La canción se llama «Como el mar» y es eso: volviendo a mí me siento completa, completísima. Estoy conmigo y no necesito nada más.

—¿Crees en la capacidad terapéutica de la música?

Claro. Estoy en psicoanálisis desde hace cuatro años, y no lo podría haber entendido de otra manera. Desde mi infancia, cuando entré en la música para mí fue mi manera de habitar el mundo y de no morirme de tristeza en el mundo por la condición de incertidumbre, enfermedad y dolor; después lo dejé y ahora de adulta retomé el ejercicio de hacer canciones porque sentía que me estaba muriendo de dolor. Para mí las canciones fueron la manera en que podía seguir viviendo. Eso me ayudó a estar aquí. Cuando lo entendí todo fue por el psicoanálisis, a la par con el trabajo creativo de hilar todo el disco y de saber qué significaba y qué quería decir. Para mí la música ha sido salvación y sobrevivencia.

—Después de este proceso tan intenso y profundo, ¿quién es Ireri Almonte en estos momentos?

Te voy a contestar como discípula de Derrida: creo que Ireri es una mujer que está haciendo y moviéndose, que está en transformación, que siempre está buscando, encontrando y descubriendo, y creo que así va a ser hasta mi muerte. Después de este renacimiento lo que sí puedo decir con toda seguridad es que soy una mujer libre en medio de una sociedad que nos pone un montón de ataduras e imposiciones; me siento completa porque siento que soy lo que quiero ser y no lo que debo ser. Soy algo que no está definido porque es fluctuante como el río, como el agua, como el mar, y me siento así, completa, libre como el agüita.

—¿Qué tipo de comienzo vislumbras ahora en tu carrera?

Siguenmuchas cosas. Quiero hacer otro disco, pero debo darle su tiempo a éste. No sé hacia dónde me lleve este disco; por lo pronto ha sido muy bonito todo lo que se ha dado desde que se lanzó (agosto). En diciembre voy a España a presentar el disco y el siguiente año quiero presentarlo en Morelia, en la Ciudad de México y en Latinoamérica. Creo que viene mucho seguir tejiendo, que es lo que he hecho con cantoras y cantores latinoamericanos e iberoamericanos; seguir cantando lo que pienso del mundo y así hasta que me muera. Eso: seguir cantando para la vida.


Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.