El punto de partida de cada pintor, escultor y grabador mexicano es desde el primer boceto, el dibujo que emociona y desemboca en otra intersección

Rita Gironès colaboradora de La Voz de Michoacán

Para germinar la siembra de su oficio, el artista practica la escucha. Una cuidada observación del entorno, por supuesto, pero especialmente de la misma obra. El pintor, escultor y grabador mexicano se emociona desde el primer boceto, el dibujo es su punto de partida. Toma un camino y la mayoría de las veces desemboca en otra intersección: no hay un único sendero, “no hay una directriz lineal”. El arte lo ha llevado por muchas veredas, por muchas rondas. Más oyente que hablador, Mizraim no busca forzar nada, permite que el arte vaya tomando su propia forma. La obra es un vector de la emoción: emisión y recepción de la condición humana.

¿Qué querías ser de niño?

Quería ser de todo. Primero quería ser piloto aviador y después arquitecto. Finalmente terminé relacionándome mucho con los amigos y maestros arquitectos y me dediqué a la pintura. Pero mucha de mi formación fue a partir de la relación que se suscitó con ellos. Mis primeros espacios de taller que alquilé, lo hice con arquitectos, Jorge Solórzano o Joaquín Hernández. Hoy soy artista visual, pero en cierta manera con una gran influencia de los arquitectos.

¿Qué quieres ser ahora?

Seguir siendo un artista visual. Aspiro a tener el tiempo y la capacidad de seguir desarrollándome profesionalmente y nutriendo todo mi quehacer artístico.

Principal rasgo de tu carácter.

Introvertido. No soy mucho de estar en actividades sociales, aunque como docente me toca ser un ente social. (Risas) Pero compenso ese ejercicio social con un ejercicio más personal e íntimo trabajando en mi taller.

¿En qué punto convergen para ti el arte y la vida?

En mi caso es algo que se fue desarrollando paulatinamente. Es difícil decir en qué momento el arte se volvió parte de mi vida o a la inversa; o decir cuándo me consideré ya un creador plástico, artístico. Fueron mis experiencias de vida que se convertirían en situaciones emotivas para desarrollar en mi trabajo profesional.

¿En qué crees pueda favorecer el arte en un mundo como el de hoy?

Es innegable la función social que cumple, pero el arte también ha de ser un ente orgánico por sí mismo. Y además de esa función social o la belleza misma, es fundamental el hecho de la creación. Es algo inherente en la humanidad. Lo que sí sabemos es que una sociedad culta y que busca comprender el arte, es una sociedad con una mayor sensibilidad y una visión de futuro. De repente parece que una situación social debe abordarse exclusivamente a partir de un trabajo artístico, pero el arte por sí sólo no podrá rescatar una sociedad, es todo un programa social necesario.

¿Crees que arte cumple una función poética o política?

Yo sí creo que el artista es un ente político. Incluso definirse apolítico y centrarse en una cuestión estética puramente, conlleva un discurso político. El muralismo de los años 30 fue todo un ente cultural y político, ese es un ejemplo de cómo la cultura y la política en conjunto hicieron un cambio en la sociedad.

¿Quiénes han sido tus maestros?

Indiscutiblemente, mi maestro principal fue Alfredo Zalce. Y luego también talleres que tomé con Aceves Navarro o Macotela, por ejemplo, ayudaron en mi formación. Y por supuesto la cercanía con los compañeros que favorece una inercia de aprendizaje extraordinaria. Se aprende mucho entre pares. Esa relación y comunicación con algunos artistas y compañeros, y no sólo de la misma área, la pintura, la música, la literatura, la poesía, esto genera una red importantísima de aprendizaje y crecimiento en común.

¿Con qué personaje te sentarías a platicar y de qué?

Pudiera ser Dante de La Divina Comedia, qué interesante sería tener una conversación con él. O de repente me imagino ver un trabajo de Miguel Ángel y poder tener una conversación con él, aunque quizás sería complicado conociendo el carácter de Miguel Ángel. (Risas). Sería más fácil platicar con Leonardo Da Vinci, o más jocoso con Boticelli. Definitivamente, sería con algún artista, ¿quizás escritor? Albert Camus, durante un tiempo conecté mucho con su pensamiento. O alguna vez en Cdmx vi a Octavio Paz y me hubiera encantado platicar con él...

¿Qué música escuchas cuando trabajas?

Soy muy ecléctico. Puedo escuchar música clásica, contemporánea, rock alternativo o cantautores. Incluso de repente me gusta escuchar el Dark Gothic.

¿Pensaste alguna vez en tirar la toalla y dedicarte a otra cosa?

Creo que no y quizás sea por haber tenido un buen maestro. Yo entré a los 15 años con Alfredo Zalce y lo primero que hizo fue quitarme ese idealismo del artista tocado por Dios, ¡el artista arriba de un tabique! Lo primero que hizo fue quitarme ese tabique y ponerme en la realidad, entender cuál es mi función social como casi un trabajador de oficio, no con esa etiqueta de artista. Eso me ha ayudado mucho, no he tenido pretensiones de ser el artista más influyente o conocido. Simplemente aprendí a desarrollar un oficio y cómo poder vivir de él. El reconocimiento debería venir por ser alguien que desarrolle eso, un buen oficio.

¿De qué te sientes orgulloso?

Para mí, cuando terminas una obra son sentimientos encontrados. Da orgullo y, a la vez, decepción. Firmar una obra puede hacerte sentir orgulloso, pero después viene la sensación que nunca me quedo plenamente satisfecho de una pieza, hay una pequeña insatisfacción para mejorar y seguir trabajando.

¿Qué es para ti la Cultura, Mizraim?

La Cultura es toda esta manifestación humana que busca comunicar y provocar una recepción. Es un ejercicio conjunto de comunicación y escucha en la sociedad. Es una comunicación que busca florecer.


Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.
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