Morelia, Michoacán, 20 de agosto de 2024.- Si a cada uno de nosotros nos pidieran pensar en nuestra casa, con seguridad nos vendrían a la mente una serie de consideraciones por demás diversas, que irían desde la más evidente como sus aspectos constructivos, consideraciones sobre cómo usamos la vivienda y si cumple o no con nuestras necesidades; también habría aspectos relacionados con la seguridad ante inclemencias climáticas, sin olvidar aquellas inherentes al sentido de pertenencia, arraigo, estima, reconocimiento social; en síntesis, la vivienda es por excelencia el escenario de autorrealización.
Por todo lo anterior, es fácil comprender que la vivienda es fiel reflejo de las condiciones geográficas, sociales y culturales. Así lo demostró una investigación desarrollada en la localidad de Ihuatzio, Michoacán, ubicada a sólo 10 kilómetros de Pátzcuaro, en la rivera suroriente del Lago de Pátzcuaro, gracias al financiamiento del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación del Estado de Michoacán (ICTI-PICIR23-072). En esta localidad, como en muchos otros asentamientos rurales, la vivienda se ubica como el escenario de confluencia de al menos tres aspectos:
Las condiciones naturales del entorno. La fundación y emplazamiento de la localidad de Ihuatzio sólo se puede explicar en función del Lago de Pátzcuaro, por lo que históricamente se estableció una relación de dependencia de sus habitantes con este cuerpo de agua, una evidencia clara de esto es la actividad de la pesca por parte de los habitantes de la localidad, no sólo como actividad productiva, sino como parte esencial de su dieta diaria.
La producción artesanal. En el caso de la localidad estudiada, es el tejido de la fibra vegetal del tule o también llamada chuspata, que es una planta herbácea (Thypa spp) perenne con hojas espigadas que emergen por encima de la superficie del agua y que, al secarse, es utilizada para elaborar múltiples objetos y utensilios que van de la cestería tradicional, sopladores, sombreros, canastas, tortilleros e incluso muebles como sillas, mesas, sillones, entre otros.
Bienestar social. La calidad de vida de los individuos depende en gran medida de la calidad de su vivienda, por esta razón, desde 1948 la ONU proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos, documento donde se establece que habitar una vivienda adecuada es un derecho universal.
Se considera que, al tratarse de un entorno rural, los procesos de interrelación entre los aspectos mencionados son por demás evidentes. Así, la mejora a la vivienda en la mayoría de los casos implica la transformación o pérdida de la vivienda tradicional o vernácula, con el consecuente deterioro de la imagen urbana.
La alta dependencia con el entorno natural queda en evidencia ante el deterioro que el Lago de Pátzcuaro ha tenido en los últimos años, y que ha propiciado la escasez de la chuspata, obligando a traerla desde el lago de Zirahuén y Cuitzeo, lagos que también presentan deterioro.
Lamentablemente, en términos de política pública se ignora la interrelación descrita, toda vez que los apoyos para la conservación ambiental se encuentran en la mayoría de los casos desligados de la política social que, busca apoyar la mejora en el bienestar de los individuos, mientras que los apoyos al fomento artesanal no se vinculan con las condiciones de la vivienda, ignorando que además de constituir el hábitat, constituye el espacio productivo.
Más allá de la efectividad alcanzada por todas las acciones tendientes a la recuperación ambiental del Lago de Pátzcuaro y que, solo conoceremos una vez que pase el periodo de lluvias; resulta impostergable la necesidad de una política sobre la mejora de la vivienda, en su más amplio sentido, a fin de fomentar no sólo la mejora material para bienestar social de sus habitantes, sino la producción artesanal como preservación de los aspectos culturales en un entorno de resiliencia ante escenarios climáticos adversos.