Gustavo Ballesteros (Héctor Bonilla) muestra su amplia sonrisa en las fotografías de su boda

Jaime Vázquez colaborador de La Voz de Michoacán

Gustavo Ballesteros (Héctor Bonilla) muestra su amplia sonrisa en las fotografías de su boda. Se ve pleno en las imágenes en blanco y negro del álbum del recuerdo, los testimonios de aquel día feliz en el que se casó con Silvia (Diana Bracho).

Ahí está el grupo, a la salida de la iglesia. Ahí está Gustavo, abrazando a su exjefe y amigo Jorge Maldonado (Jorge Martínez de Hoyos), ambos michoacanos, personajes de una relación laboral y de amistad que comenzó hace algunos años, cuando Gustavo fue dependiente en la próspera sastrería de Jorge; un vínculo que puede ser como el de un padre y su hijo, como lo anhela don Jorge.

En las fotografías está también doña Gloria (Lina Montes), esposa de don Jorge, señora adusta que en la forzada sonrisa de satisfacción que luce en la imagen disfraza su frustración por la maternidad inalcanzada. Gloria se queja de que su marido quiera más a su perro pastor alemán, el “Prieto”, que a ella; de que gaste más en la comida del perro que en la de ellos; que en el automóvil ella viaje en el asiento trasero mientras que el perro ocupa el de adelante, con don Jorge.

Gustavo es deportista, clavadista de alto rendimiento candidateado por los periódicos para encabezar la delegación mexicana en una competencia en Canadá. Tiene una larga lista de pendientes para consolidar su vida de casado. Uno de ellos, el más ansiado, es abrir una escuela de natación. Planea junto con su esposa ofrecer una cena a Jorge y Gloria, para convencerlos de que apoyen económicamente a Gustavo en su plan, un plan perfecto si, según Silvia, lo ejecutan como ella lo ha pensado.

Gustavo mira la fotografía del periódico con orgullo, ahí se da la noticia sobre su postulación para dirigir al equipo nacional; quizá por eso se observa en el espejo con embelesado detenimiento.

En la noche de la cena, las dos parejas conversan. Los maridos beben demasiado, el alcohol abre puertas ocultas entre ellos, algo sucederá que modificará el rumbo de las cuatro vidas.

Esta historia, El cumpleaños del perro (1974), escrita y dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, es el tercer largometraje del cineasta aguascalentense; es posterior a La verdadera vocación de Magdalena (1971) y El Señor de Osanto (1972) y anterior a La pasión según Berenice (1975), capítulos en su filmografía.

Filmada en los Estudios Churubusco y en locaciones en Michoacán, la cinta apunta en la dirección en la que Hermosillo enfocó su búsqueda creativa: el cine intimista, la mirada puntual al universo de las clases medias, la moral en los personajes aparentemente anodinos, la provincia y su lado manifiesto frente a la oscuridad, la visión del mundo y la sexualidad desde el rincón de la conciencia de los personajes, los secretos que salen de las gavetas o del clóset, las miradas que parecen decirlo y ocultarlo todo, las curiosidades malsanas y las grietas en el alma, las pulsiones y las pasiones.

Hermosillo no ofrece explicación alguna para que su personaje, Gustavo, cruce la línea de “la cordura”. Los mismos periódicos que lo celebraban, ahora difunden la noticia de sus actos.

El hecho tiene un impacto en el matrimonio de don Jorge y doña Gloria.

Mientras Jorge busca la manera de ayudar a su joven amigo, doña Gloria se hunde en su mundo de suposiciones, conflictos internos, curiosidades inconfesables y refugios en la moral.

Gustavo maneja su “vochito” por la carretera, cruza la frontera de la Ciudad de México y se dirige a la provincia, a los campos libres y desolados. Al llegar a la cascada de Ichaqueo se interna en la caída del agua, en su elemento, para sentir un baño reparador que, sin embargo, no podrá limpiar sus actos.

Gustavo, finalmente, regresa a la Ciudad y busca a Jorge quien, para auxiliar a su amigo tomará una drástica decisión.

En la mañana, en el desayuno, recuerda: es el cumpleaños del perro, de “Prieto”. El festejo deberá ser en Michoacán, donde también nació el perro. Don Jorge da instrucciones a sus empleados en la sastrería. En el automóvil, el perro va en el asiento trasero y Gustavo, pensativo, está junto a don Jorge. Su destino: “a ningún lado, estamos huyendo”.


Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz.
@vazquezgjaime