Kenya Cuevas, fundadora de la Casa de las Muñecas Tiresia y propulsora de la Ley Paola Buenrostro, compartió su trayectoria como víctima de la persecución policial, la discriminación por ser portadora de VIH y el asesinato de su amiga.
Abril García / La Voz de Michoacán
Morelia, Michoacán. En el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas, la fundadora de la Casa de las Muñecas Tiresia y la propulsora de la Ley Paola Buenrostro, Kenya Cuevas Fuentes, acudió a dar una charla a las instalaciones de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) de Michoacán.
La violencia en su trayectoria
La activista relató que desde su infancia experimentó violencia estructural y sistémica. Con una madre que migró para vivir el sueño americano y un padre que tuvo otra familia, cuando era niña estuvo obligada a escapar de su casa y sostenerse mediante el trabajo sexual. “Sin saber cómo funcionaba el mundo, sin saber ni siquiera en dónde estaba”, contó.
Así, residió durante su infancia y su adolescencia en un hotel que le daba residencia a mujeres transexuales que ejercían el trabajo sexual. Detalló que estas mujeres son orilladas a habitar en estos espacios debido a las limitaciones que atraviesan para rentar otro tipo de vivienda o para solicitar un empleo formal, a causa de los estigmas sociales que existen alrededor de este sector poblacional, considerándolas como “borrachas, drogadictas, promiscuas y prostitutas”, a todas por igual.
La activista narró como durante la década de los ochentas en la Ciudad de México, las mujeres transexuales que ejercían la prostitución eran perseguidas, criminalizadas y violentadas por autoridades de todos los niveles. “A nosotras todavía hace 10 años nos arrestaban por faltas a la moral y nos ponían chapopote en los glúteos, nos cortaban el pelo a rapa y nos sacaban a barrer” como forma de castigo por sus identidades sexuales y sus expresiones de género, expresó.
Según su relato, funcionarios públicos y elementos de seguridad, por un lado, las detenían extrajudicialmente y, por el otro, consumían sus servicios sexuales. Esto es dado que son precisamente los hombres cisgénero y heterosexuales los que suelen buscarlas, a pesar del estigma que existe respecto a sentirse atraídos sexualmente por mujeres transexuales.
Los trabajos sexuales son espacios inseguros en donde se exponen a personas que las agreden en las calles, al cobro de piso por miembros del crimen organizado y, en ocasiones, a clientes que condicionan el pago del servicio al consumo de sustancias estupefacientes, razón por la cual las trabajadoras se ven forzadas a consumir drogas como cocaína y cristal.
En este contexto, la adicción a drogas como "la piedra" llevaron a la activista a una situación de calle, debido a que únicamente laboraba para seguir consumiendo. El encontrarse en contacto con estos espacios la llevó a que, en una ocasión, mientras se encontraba adquiriendo droga en un “picadero”, fuera detenida como parte de un operativo de seguridad y llevada al reclusorio, donde fue sentenciada por venta de drogas. “Fue durante los años de la mentada guerra contra el crimen organizado”, detalló.
Del VIH al activismo
Además de esta detención injusta, otra de las discriminaciones que la conferencista atravesó fue por ser portadora del virus de inmunodeficiencia humana (VIH). “Tanto se criminalizó y se satanizó esta enfermedad que si se sabía te dejaban de hablar y te corrían de los espacios”, recordó. Por esta infección, la activista atravesó distintos diagnósticos desinformados y tratamientos precarios mientras se encontraba en el centro penitenciario, mientras observaba como los otros reclusos fallecían en un “abandono institucional, social y familiar”.
Al percatarse de esta situación, pidió a las autoridades del centro el memorándum de la comisión de cuidado de personas enfermas para apoyar a las personas diagnosticadas en el hospital del reclusorio, tarea que implicó para ella dejar de consumir droga y ayudar a personas con su padecimiento. Según contó, entre sus labores se encontraba “bañarlos con esponja, cambiarles el pañal, curarles las llagas, comprarles un chocolate, una coquita o unas papitas”. De esta manera, acompañó y dignificó la muerte de alrededor de 200 personas durante su estadía en prisión.
En este proceso, se contactó con autoridades del área de la salud de la Clínica Condesa, quienes acudieron a colocar cámaras para filmar un documental sobre el tema. “A mí se me estaban muriendo los compañeros en los brazos, ahuevo que tenía que hablar”, explicó. Así, en colaboración con los médicos se realizó una denuncia pública ante medios de comunicación y se logró la jurisdicción de la atención médica con tratamientos adecuados, pruebas de detección y evitando la estigmatización.
A pesar de su labor altruista y la formación de una familia dentro del centro penitenciario, la activista fue absuelta inesperadamente. Esta liberación resulto “dolorosa” para ella, debido a que dentro de la cárcel tenía gente que se preocupaba por ella cuando estaba enferma o "le llevara un gansito con velitas" en su cumpleaños, en medio de la violencia transfóbica que existe dentro y fuera de estos espacios.
En cuanto sale de la cárcel, vuelve a ejercer el trabajo sexual, pero esta vez “sin consumir sustancias y con expectativas de la vida”. Así, ya que tenía información respecto al VIH, consiguió gestionar programas de diagnóstico, tratamiento y seguimiento para aproximadamente 300 trabajadoras sexuales.
El asesinato de Paola Buenrostro
Sin embargo, el suceso que la consolidó como defensora de los derechos humanos fue la lucha por la recuperación del cuerpo y la detención del asesino de su amiga Paola Buenrostro. Según contó, su amiga fue asesinada a bordo de un vehículo con un cliente, por lo que las demás trabajadoras acudieron con las autoridades policiales.
A pesar de que el trasnfeminicida fuera agarrado en flagrancia, con la víctima muriendo y con el arma en la mano, fue liberado tras una audencia oral. La activista narró una serie de irregularidades y de violencias que atravesaron durante la resolución del caso, el cual, tras años de ejercer presión, concluyó en el encarcelamiento del asesino de la joven. “En ese momento no sabía cómo iba a enfrentar a todo un sistema, a toda una cultura, a todo un país”, agregó.
Este coraje por el asesinato de su amiga y el “llevar arrastrando la violencia estructural”, la llevaron a realizar un acto de protesta simbólico colocando el ataúd en la Glorieta Insurgentes para reclamar dichas injusticias frente a medios de comunicación. “80 granaderos no pudieron con 9 trabajadoras sexuales encabronadas”, contó sobre la presencia desmedida de cuerpos de seguridad que intentaron quitarlas de la vía pública.
Su activismo actual
En 2021 fue nombrada por la revista Forbes como una de Las 100 mujeres más poderosas de México y en 2024 consiguió la tipificación del delito de transfeminicidio en la Ciudad de México con la Ley Paola Buenrostro. Actualmente es asesora de la Sociedad Civil en el gabinete de la alcaldía Cuauhtémoc.
Así mismo, dirige la Casa de las Muñecas Tiresia, una casa-hogar donde se gestionan acciones para garantizar oportunidades laborales y derechos humanos a las mujeres transexuales, así como brindar asesorías legales y atenciones psicológicas a víctimas de violencia. “Rescatar a una mujer trans que (de otra forma) va a una fosa común, es muy satisfactorio”, sostuvo.