Hitler escribió el primer tomo de su libro estando prisionero en la fortaleza de Landsberg por el intento de golpe de Estado del 9 de noviembre de 1923
Berlín, Alemania. Las consecuencias del ascenso del nazismo al poder en 1933 ya se podían prever en “Mein Kampf” (“Mi Lucha”), el panfleto escrito por Adolf Hitler, cuyo primer tomo se publicó el 18 de julio de 1925 y donde exponía sus planes de anexar a Austria y de conquistar “espacio vital” para Alemania en el este de Europa, y donde no escondía su antisemitismo visceral que luego desembocaría en el Holocausto.
Sin embargo, en su momento el libro no fue tomado en serio y no se calibró la amenaza que significaba el ascenso de un personaje como Hitler porque muchos pensaban que no necesariamente los hechos vienen detrás de las palabras como lo afirma la politóloga Barbara Zehnpfennig en un artículo.
Hitler escribió el primer tomo de su libro estando prisionero en la fortaleza de Landsberg por el intento de golpe de Estado del 9 de noviembre de 1923.
Durante mucho tiempo se dijo que Hitler había dictado el libro a Rudolf Hess, quien sería su segundo tras la toma del poder, pero las investigaciones más recientes apuntan a que lo escribió directamente, en una máquina de escribir portátil que le había regalado una admiradora y utilizando resmas de papel que le hacía llegar a la cárcel Winifred Wagner, la nuera del compositor Richard Wagner.
El best seller
Hasta enero de 1933 se vendieron 287 mil ejemplares de “Mi lucha”. A partir de ese momento, con la toma del poder por parte de los nazis, las ventas se dispararon y al terminar la Segunda Guerra Mundial se habían superado los doce millones de ejemplares vendidos.
En 1945 el libro había sido traducido al menos a 17 idiomas entre los que había dos traducciones fragmentarias al español –una en Barcelona en 1935 y otra en Ávila en 1937 sin que se especificase el traductor– y una completa en México, de la editorial Herrerían, en 1941, y en versión de Agustín Aragón Leiva.
Sin embargo, siempre ha estado en el aire la pregunta de, si además de haber sido vendido, el libro también había sido leído.
“Hubo reacciones a ‘Mi lucha’ de contradictores políticos y de periodistas cristianos y de algunos sindicatos, pero la mayoría se limitaba a algunos aspectos parciales o a la parte biográfica del libro”, escribe Zehpfenning.
La politóloga destaca un texto publicado en 1932 por el entonces diputado Theodor Heuss –que después sería el primer presidente alemán tras la guerra– que se titulaba “El camino de Hitler”.
Sin embargo, y aunque Heuss se ocupa en detalle y críticamente del libro, subestimó la dinámica que podía desatar la programática subyacente y, dice Zehnpfennig, “como muchos otros liberales creyó que Hitler podía ser domesticado a través del parlamento”.
Un anuncio del horror
Ian Kerschaw, autor de una de las biografías de referencia de Hitler, dice que “Mi lucha” “es la expresión más clara y completa” de lo que el dictador nazi “pensaba y planeaba hacer”.
Sin duda, el deseo de que Alemania se anexionara Austria y la idea de que debía conquistar Lebensraum (espacio vital) en el este de Europa pueden ser vistos como un anuncio de la política expansionista que caracterizaría al régimen nacional socialista.
En el texto se pueden encontrar también pasajes de lo que se ha llamado “antisemitismo eliminatorio”, que puede verse como un anticipo del Holocausto.
En el segundo tomo habla incluso de que en 1914 se había debido someter a gas venenoso a 12 mil 0 14 mil “hebreos”», lo que –leído desde lo que ocurrió después– puede entenderse como un anticipo de Auschwitz.
El historiador Andreas Wirsching, que impulsó la publicación de una edición crítica desde el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, considera que hay una relación entre la forma en que los contemporáneos subestimaron el libro y la forma de cómo subestimaron al propio Hitler.
Después de la guerra, siguieron apareciendo ediciones pese a que inicialmente hubo una prohibición –que no afectaba al mercado de lengua inglesa– y a que a partir de 1965 el Ministerio de Finanzas bávaro, a quienes los aliados habían cedido los derechos, rechazaba sistemáticamente las peticiones para obtener una licencia de publicación.
El 1 de enero de 2016 los derechos quedaron libres y –de cara a esa fecha– el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich preparó su edición crítica monumental dirigida por Chistian Hartmann.