Todas hemos conocido un término muy importante en la vida de nosotras, el famosísimo ´amor propio´, o el auto cuidado que en cada una cuenta, ya sea para una mejor calidad de vida, atención a nuestro cuerpo, nuestras necesidades, a sabernos escuchar con el poder de la intuición y sabiduría que nos caracteriza. Éstas líneas se escriben para ti, que lees cada párrafo en compañía de tus sentidos, un momento contigo, a solas, en la quietud quizá de tu oficina, tu espera en alguna fila con el celular, o bien con un buen café en las manos frente a tu ventana, jardín o patio, en la diversidad de nuestros mundos y contextos, justo ahí, nos encontramos.
¿Pero, qué es el amor propio?, ¿ Cómo proporcionamos un verdadero cuidado hacia nosotras, y en efecto hacia las demás? , según la definición en general de amor propio, resulta ser la relación positiva que una mujer tiene consigo misma, incluyendo la aceptación, el respeto, y la consideración hacia sí misma. Justamente la aceptación, requiere abrazar nuestros propios sentimientos, pensamientos, el cuerpo físico, que implica aventurarse al camino de conocernos un poco más, de revisarnos rutinariamente, puesto que la cultura misma impone su yugo al fomentar y hacer crecer la vergüenza hacia nosotras mismas, el sometimiento a la culpa y los malos hábitos al decirnos palabras hirientes, rígidas y nulas de plasticidad para adaptarse a tantas formas de habitar.
Ahora bien, considerarnos es una parte crucial para aprender a cuidarnos, priorizarse física, mental y emocionalmente, con actividades de mayor agrado, según las necesidades y contextos de cada una, ubicar también nuestros propios límites, nos acerca cada vez más a la mujer que deseamos mirar todos los días en el espejo, puesto que no seremos la misma de ayer, de hoy o de mañana. El auto descubrimiento de la mujer jamás termina, continúa evolucionando en saltos gigantescos, me atrevo a compararnos con la infinidad y divinidad del universo, nosotras, quienes transformamos realidades, haciendo que lo propio, se convierta en lo más significativo.
¿Cuántas veces no nos hemos topado con esa amiga, quien lleva tanto tiempo sin un momento a solas?, tras el cuidado de los hijos ocurre su descuido hacia ella, tras la vida de cuento que le prometió alguna vez su marido, y al ver cara a cara a la realidad, el golpe sacudió su rostro y una vez más, aseguró ´después me encargaré de mi´, o que te ha contado que la salud no le ha sonreído últimamente, porque resultaba ser pérdida de tiempo asistir al médico con regularidad, o quizá tenía tanto pavor de que le revisaran porque revivía momentos desagradables del pasado. Tal vez en ese instante no encontrábamos las palabras para sostenerle, o el abrazo para hacerla sentir cobijada, cuidada. La relación entre mujeres ha sido permeada por el sistema patriarcal, que nos indica y nos ubica en un estado de competencia, y no de acompañamiento, sanación y colectividad, éste propicia la división y el inevitable bloqueo para abrir los brazos a la mujer que lo necesita, o simplemente por abrazar a esa amiga, la mujer se reconoce en otra mujer, en la salud física y emocional, la presencia de la red de apoyo como respaldo , contribuyen a fortalecer el vínculo que ella esté construyendo consigo misma.
A su vez, también hemos sido censuradas, calladas, mutiladas en la razón, el pensamiento e ideas, así que la comunicación propia, ha resultado desconocida en la mayoría de los casos, es decir, ¿cómo me comunico con mi cuerpo, con mis células, con mi sangre, con todos los sistemas del cuerpo? ¿cómo realizo una conexión auténtica entre cuerpo, mente y corazón, o por algunas personas, también llamada alma. La búsqueda del encuentro requiere tiempo, esfuerzo, valentía, paciencia, vulnerabilidad, que sólo obtiene seguridad, en el manto construido por otras mujeres, el conocimiento de nuestro linaje, saber de dónde venimos, vivencias de mujeres que fueron o son de la propia sangre, la información genética es de las más poderosa, visibilizar el origen para llegar a transformar, lo que ya no sirve para continuar, avanzar.
El título rosa de ésta columna es precisamente para leerse desde la suavidad que a tantas nos ha hecho falta, la plática generosa que probablemente en mucho tiempo otras más no la hayan encontrado, y ésta pudiera ser una caricia esperada.
Hace poco reconocía en mí las distintas maneras en las que invalidaba absolutamente todo lo que pensaba, decía o hacía, las consecuencias fueron irrefutables y repercutieron en mi salud en general, tales como criticarme constantemente, en una atmósfera dura, áspera y asfixiante, la rigidez y tensión muscular más tarde atacaron el cuerpo, las células se sentían débiles y no podían escuchar lo que el cerebro trataba de decirles, la comunicación no estaba sincronizada, y por lo tanto el desequilibrio abundaba en exceso.
Otra característica es que creemos o creímos todo lo que decían sobre nosotras, es decir, midiendo el valor propio ante la aprobación de otras personas, que si resulto ser más inteligente que aquella, si soy fea, si no tengo gracia, si soy floja, si no sirvo para ser una mujer de ´bien´, si sólo yo tengo la culpa. El reconocerlo ya nos coloca en el pedestal del impulso, un paso más hacia otro descubrimiento y en el que muchas más pueden encontrarse.
El peligro más grande, es la resignación, puesto que viene acompañada de viejas creencias y hábitos no sanos, la repetición de los patrones dañinos que nos encierran aún más y nos empapan de frustración, ese peso gigantesco que ocurre en el estancamiento, la vida es movimiento, la mujer es flexibilidad, la fluidez con la naturaleza.
Permitirnos ser cuidadas, es una función altamente importante, puesto que abre los canales donde la rigidez ya había ganado terreno, donde aprendemos a pedir ayuda, a practicar el camino del auto cuidado y amor propio en las otras, a compartir el dolor, la tristeza, la alegría, la ansiedad, las angustias, sentir que entre más se comparte, se dispersa a veces hasta tal punto de desaparecer, o digerirlo rotundamente. En las otras también encontramos respuestas, recetas de plantas para aliviar una que otra cosa, infusiones, el intercambio poderoso de esencias, conocimientos ancestrales.
La sabiduría de las ancestras es el conocimiento tradicional y cultural que se transmite de generación en generación, que incluyen los saberes en la medicina, la agricultura, las artesanías, las lenguas ancestrales, técnicas y manejos de recursos naturales, como en el té que preparaba la abuela, o las especias que aplicaba la madre en algún platillo, o como remedio, en el cuidado de sus ciclos menstruales, en los consejos cuando se está embarazada, en los cantos que por generaciones acurrucaron nuestra cuna, la transmisión del conocimiento a través de narrativas, cuentos y enseñanzas.
Buscar y fomentar el auto cuidado, y cuidado hacia las otras sana significativamente, es un camino a la unión con mis hermanas, es la reconciliación hacia el seno de tu madre, es la calidez del útero encarnado, el círculo de protección anhelado. Por eso conecta, abraza y sacude el mundo de otra mujer, de tu madre, tu tía, tu hermana, no como obligación, sino como símbolo de fortalecimiento en el linaje, con tus amigas, con las mujeres de tu vida.
El amor propio no está lleno de colores, o formas brillantes en la vida, es la incomodidad, la inconformidad, y la rabia de aspirar a mejorar, atravesar el dolor y lo que implica crecer, abandonar viejos hábitos, deconstruir, aprender a desaprender.
Cuando podemos vernos y aceptarnos a nosotras mismas como realmente somos, construimos la base necesaria para el amor propio y el autocuidado, el que aprendamos a amarnos y a cuidarnos a nosotras mismas y a las demás, dependerá de la presencia de un entorno amoroso. El amor propio no puede florecer de forma aislada.
