Más que una historia, te regala una experiencia con una aventura envolvente repleta de sensaciones diferentes
Yazmin Espinoza colaboradora de La Voz de Michoacán
Me encanta cuando mis amigas lectoras me animan a salir de mi zona de confort, y descubro joyas. Este fue el caso de la lectura de Canto yo y la montaña baila de Irene Solà, que en su formato de audio libro me dejó completamente impactada.
Y es que este libro, más que una historia, te regala una experiencia. Con el audio libro yo pude emprender una aventura envolvente repleta de sensaciones que me trasladaron de mi auto, donde normalmente escucho estos textos, hasta la mismísima montaña.
Primero llegan la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Luego, Dolceta, que no puede parar de reír mientras cuenta las historias de las cuatro mujeres a las que colgaron por brujas. Sió, que tiene que criar sola a Mia e Hilari ahí arriba en Matavaques. Y las trompetas de los muertos, que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.
Canto yo y la montaña baila es una novela en la que toman la palabra mujeres y hombres, fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos. Una zona de alta montaña y de frontera que, más allá de la leyenda, conserva la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones guiadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero que encarna también una belleza a la que no le hacen falta muchos adjetivos. Un terreno fértil para liberar la imaginación y el pensamiento, las ganas de hablar y de contar historias. Un lugar, quizás, para empezar de nuevo y encontrar cierta redención
Honestamente, puede ser muy difícil hablar de este libro e intentar explicar a otros de qué se trata. Y es que, con más de una docena de narradores, pasando desde un rayo hasta un corzo o un oso, la autora nos ayuda a construir un escenario rural y montañoso a través de una escritura tan poética como detallista.
“La poesía lo tiene todo. La poesía tiene la belleza, tiene la pureza, tiene la música, tiene las imágenes, tiene la palabra pronunciada, tiene la libertad y tiene la capacidad de conmover, y de dejar entrever el infinito. El más allá. El infinito que no está en la Tierra ni en el Cielo. El infinito de dentro de cada uno. Como una ventana en lo alto de la cabeza que no sabíamos que teníamos, y que la voz del poeta abre un poco, y allí arriba, por esa rendija, asoma el infinito”.
Al principio podría parecer que algunos personajes no van a tener nada que contarte, y luego, así de pronto, te regalan una historia increíble llena de detalles y poesía. Estas historias pequeñas, anécdotas, sensaciones y momentos de los habitantes humanos y no humanos de un pequeño pueblo de Los Pirineos construyen las casi 200 páginas que tiene el libro.
“Soy una jarra llena de agua. De agua sencilla como la de los arroyos y las fuentes. Me inclino y vierto un chorro de versos. Y nunca los pongo en el papel. Para no matarlos. Porque el papel es el agua dulce del río que se pierde en el mar. Es el sitio en el que fracasan todas las cosas”.
El paisaje, entonces, podría ser el rey protagonista que sirve como escenario para contar leyendas y tradiciones, historias de espíritus y de brujas. También de personas, con muertes trágicas y familias destrozadas. También nos hablan sobre amores y desamores, de triunfos y derrotas, oportunidades y condenas. Un relato que refleja eso de que el tiempo pasa, pero a veces no olvida.
“Y siento perdonarte cuando te perdono. Y siento no perdonarte cuando no te perdono. Y siento que a veces no basta con sentirlo, como a veces no basta con quererse”.
Para ser honesta, hubo algunos narradores que no se sintieron con “el mismo nivel” que otros, pero probablemente por la vara tan alta que pusieron algunos capítulos que piden leerse y releerse múltiples veces por el cuidado y belleza con la que están construidos. Mis favoritos personales fueron sin duda El mantel blanco y El corzo, pero todos sin duda ofrecen una experiencia única.
Irene Solà (Malla, Barcelona, 1990), la autora, es una prometedora artista que recibió por esta novela el Premi Anagrama de novel·la en català de 2019 y el Premio de Literatura de la Unión Europea de 2020. Anteriormente había aparecido su libro de poemas Bèstia en 2012 y su primera novela Els dics en 2017, la cual también muestra un coro de voces de humanos y animales superpuestos.