Los conflictos en redes sociales afectan nuestra salud mental, amplificando la ansiedad y el estrés en tiempos de crisis global.
-Las redes sociales amplifican las heridas, incluso sin un solo disparo.
-Ansiedad en tiempos de guerra digital
Vivimos en una época marcada por el enfrentamiento constante. Las guerras, invasiones y crisis humanitarias ya no son fenómenos lejanos que solo se viven en los libros de historia; ahora nos atraviesan a diario desde las pantallas, titulares y redes sociales. El bombardeo de noticias sobre decisiones políticas y actos violentos genera un impacto silencioso pero profundo: el deterioro de nuestra salud mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 280 millones de personas padecen depresión en el mundo. En México, el ha reportado que alrededor de 35 millones han experimentado al menos un episodio depresivo. Esta cifra no es solo un dato frío: representa vidas afectadas, rutinas quebradas, familias lidiando con una realidad invisible para muchos.
En este escenario, los trastornos mentales se ven amplificados por el contexto de violencia que enfrentamos en el país. México no es ajeno al dolor colectivo. A la fecha, más de 128 mil personas permanecen desaparecidas, según la RedLupa, un espacio digital que da seguimiento a la Ley General en materia de desaparición forzada. Este dato es una herida abierta que no solo afecta a los familiares directos, sino que erosiona el tejido social y alimenta el estrés crónico de toda una población.
Las causas de los trastornos mentales son múltiples y complejas. Existen factores biológicos, como los antecedentes genéticos, o los cambios hormonales asociados a distintas etapas de la vida: la menstruación, el embarazo, el posparto y la menopausia en las mujeres; la andropausia en los hombres. Pero también hay causas psicosociales: el estrés laboral, las relaciones de pareja, la presión económica o la falta de redes de apoyo.
Y todo esto se agrava cuando el entorno social no ofrece contención, sino más ansiedad. La Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (2021) reveló que el 19.3 % de los adultos mexicanos presentan síntomas de ansiedad severa, y un 31.3 % experimenta ansiedad en distintos grados. Es decir, la mitad de la población adulta vive con algún nivel de ansiedad.
La salud mental debe dejar de ser un tema secundario. Vivimos en un presente que exige atención urgente a nuestras emociones, pensamientos y vínculos. Los conflictos no solo se libran en los campos de batalla, también se combaten en el interior de quienes intentan seguir adelante mientras todo parece desmoronarse afuera.
Reconocer esto no es una señal de debilidad, sino el primer paso hacia un bienestar colectivo más justo y humano.
Ante la crisis mundial y aumento de conflictos bélicos, donde las guerras ya no solo se libran con armas y en territorios físicos. Hoy, los conflictos se trasladan también a las redes sociales, donde los discursos de odio se propagan con velocidad, dividen a la población y fracturan aún más el tejido social. Lejos de servir como espacios para el diálogo o el entendimiento, muchas plataformas digitales se han convertido en campos de batalla ideológica.
Con la escalada de tensiones internacionales y el fortalecimiento de gobiernos de derecha en países como Estados Unidos, Israel, Rusia, Irán y Ucrania, asistimos no solo a guerras tradicionales por el control de recursos y territorios, sino también a guerras cibernéticas. Se libra una lucha por los cuerpos, por las ideas, por las narrativas. En esta guerra simbólica, el biopoder, concepto desarrollado por pensadores como Foucault, actúa como un mecanismo de control que opera sobre la vida misma: lo que pensamos, consumimos, sentimos y compartimos.
En este contexto, ciertos discursos que alguna vez parecieron relegados han regresado con fuerza. No es que hayan desaparecido, sino que hoy, envalentonados por la legitimidad que les otorgan gobiernos conservadores, grupos con posturas fascistas han retomado presencia con más agresividad. Atacan derechos humanos básicos como la migración o la igualdad de género, y en particular, las luchas feministas. Espacios como la manosfera, donde hombres se agrupan para rechazar avances en derechos de las mujeres, se han fortalecido como reacción directa al movimiento feminista.
Pero no toda la población entra en esta confrontación directa. Muchos eligen, o intentan elegir, no involucrarse, ya sea por miedo, por cansancio, o por proteger su salud mental. Sin embargo, incluso quienes se mantienen al margen no son inmunes al desgaste emocional y psicológico que genera este ambiente de constante tensión, violencia simbólica y polarización.
¿Qué podemos hacer frente a esta sobrecarga emocional y mental?
La exposición continua a noticias sobre conflictos armados, crímenes, discursos de odio o injusticias sociales puede provocar reacciones que van desde la tristeza hasta la ansiedad, el insomnio, la irritabilidad o la desesperanza.
¿Cómo saber si lo que sentimos es una respuesta natural o un síntoma de algo más profundo?
Primero, es clave normalizar nuestras emociones: sentir angustia ante noticias desgarradoras no es una exageración. Algunas personas se verán más afectadas si han tenido contacto directo con víctimas o si viven en contextos de violencia.
Otras pueden experimentar síntomas similares sin contacto alguno, simplemente por la intensidad de los hechos que observan.
La antropóloga feminista Rita Segato explica que los discursos de odio no se inscriben solo en los cuerpos de quienes sufren violencia directamente, sino que dejan huella en el inconsciente colectivo. No es necesario haber vivido un conflicto armado para sentir sus efectos; la violencia simbólica también duele, también agota, también marca.
¿Qué podemos hacer?
- Reconocer los síntomas: ansiedad persistente, dificultad para dormir, pensamientos obsesivos sobre la violencia o sensación constante de amenaza pueden ser señales de alerta.
- Regular el consumo de noticias: no se trata de vivir en la ignorancia, sino de dosificar la exposición. Elegir fuentes confiables y limitar el tiempo frente a contenido violento puede ayudar a reducir el impacto emocional.
- Practicar el autocuidado intencional: incluir actividades que nos conecten con el cuerpo, como el movimiento físico, la meditación o el arte, puede ser una forma de resistir el embate del miedo y la desesperanza.
- Buscar ayuda profesional: si los síntomas persisten o interfieren con tu vida cotidiana, acudir con un profesional de la salud mental es una forma valiente y responsable de cuidarte.
- Hacer comunidad: muchas veces sentimos que lo pudiéramos estar viviendo sea individual, pero no, no estás sola o solo, habemos muchas personas sintiendo lo mismo, las redes sociales también sirven para conectar, organizate con tus contactos y o busca espacios en redes o en tu comunidad que tengan afinidad con tus ideales.
Las guerras no solo destruyen territorios; también invaden nuestras mentes, nuestras emociones y nuestras relaciones. Resistir, en este contexto, no siempre implica alzar la voz o tomar partido, sino también cuidar nuestra salud mental como una forma de defensa y de esperanza.