Hoy la zona se encuentra amenazada seriamente por la política de Donald Trump al declarar narcoterroristas a las embarcaciones que cruzan la zona
Jaime Darío Oseguera Méndez
Los primeros contactos que tuvieron los navegantes procedentes de Europa con el nuevo mundo fueron en el mar Caribe. Es suficientemente conocida la historia de que los navíos del imperio español creyeron que llegaban a otra parte del mundo, las Indias, buscando fortuna y nuevas maravillas. Las encontraron.
Pronto el mar Caribe se constituyó en uno de los principales espacios de navegación para el nuevo mundo y se pobló, desarrollando una recia y profunda diversidad cultural; rica en música, gastronomía, poesía, integrando a los pueblos originarios de toda la región, ya mestizos, con la negritud que llegó para enriquecer las actividades productivas.
No se puede entender el Caribe sin la presencia de los millones de esclavos que, explotados y humillados poblaron la región y le dieron la fuerza de trabajo necesaria para desarrollar el cultivo del algodón, la caña, el café y muchas otras actividades como la pesca, ganadería, entre otras.
El mar Caribe es uno de los más extensos del mundo para la navegación. El comercio y la riqueza de la zona siempre atrajo a piratas y mercenarios. Hasta la fecha.
En el entorno del Caribe se establecieron colonias francesas, inglesas, holandesas y estadunidenses. Por algo será.
Hoy la zona se encuentra amenazada seriamente por la política de Donald Trump al declarar narcoterroristas a las embarcaciones que cruzan la zona presuntamente desde Venezuela con la finalidad de llegar a costas estadunidenses con droga.
Si es cierto, el Caribe ha sido el vehículo de piratas y maleantes. Desde el sureste de México llega hasta Venezuela, pasando por Guatemala y lo que también se conoce como las Antillas. El Caribe tiene importantes enclaves de producción petrolera. Hay quien apuesta que en realidad del interés de Estados Unidos en la zona no es derrocar al régimen venezolano y su tiranillo; tampoco es una lucha por erradicar el tráfico de fentanilo.
En realidad, Maduro termina siendo el pretexto perfecto para acosar al gobierno venezolano en el afán de liberar las extensas reservas petroleras y regresarlas a las grandes corporaciones.
Venezuela tiene la mayor cantidad de reservas probadas de petróleo en el Continente, pero desde 2015 su producción ha caído casi tres cuartas partes debido a las sanciones impuestas al régimen chavista.
La amenaza de los misiles que caen sobre las embarcaciones caribeñas, ha mostrado nuevamente la debilidad de la zona. No existe una fortaleza política ni militar. No hay unidad de los países que se exprese en una repulsión a las maniobras que se realizan con amenazas particulares para todos los países de la región.
¿Quién supervisa que las embarcaciones que hace explotar Estados Unidos con sus misiles sean “terroristas”?
La Asociación de Estados del Caribe siempre ha quedado como un buen propósito. Igual que muchas iniciativas regionales, que resultan sospechosas por la influencia política que ejerce Cuba en la zona como un símbolo de la batalla permanente contra el imperialismo de todo tipo.
Por temporadas se activan las tendencias del péndulo haca la izquierda y las grandes corporaciones se asustan con gobiernos como el de Venezuela, Nicaragua y Colombia por hablar de los actuales, aunque también se ha instalado con fuerza la extrema derecha.
A pesar de eso, aún quedan resabios del imperialismo. Hay posesiones de los grandes imperios y aún ondean en algunas islas y cayos banderas británicas, francesas y estadunidenses.
Es una zona con gran riqueza productiva que también cuenta con algunos de los países más pobres del mundo como Haití y los países de América Central excluyendo de manera notable el desarrollo más igualitario de Costa Rica y Panamá.
Por eso son países más vulnerables. Con bajas tasas de logro educativo, altas de mortalidad y morbilidad, es una de las regiones más desiguales del mundo. Los indicadores de desigualdad tienen un estancamiento constante que va de la mano de la pobreza, la migración y el aumento de la violencia.
Hay un atractivo adicional: el Canal de Panamá. Siendo uno de los principales centros de navegación del continente, el Canal se encuentra en una de las partes más septentrionales del Caribe y sin duda alguna es un poderoso incentivo para los intereses económicos de otros países.
El propio Trump ha declarado su interés de hacerse de nuevo del Canal. Lo seguirá buscando.
¿Hace mal el gobierno de los Estados Unidos en atacar lanchas en el mar Caribe con toda su potencia militar? De entrada, es una violación al derecho internacional, pero se ha convertido en un símbolo de la determinación de Trump por ir a costa de lo que sea. Nadie dice nada.
La historia nos dice que efectivamente a través del Caribe han pasado cientos o tal vez miles de toneladas de drogas cuyo tránsito fue alentado por gobiernos corruptos de la zona. Y, hay que decirlo, tolerado y hasta incentivado por la corrupción en los Estados Unidos donde se reciben esas drogas.
Corrupción es uno de los signos más importantes de los países que se han quedado en el subdesarrollo institucional y fueron escenario de múltiples golpes militares, subversiones, invasiones. Hay decenas de ex presidentes en la cárcel por acusaciones de peculado y hasta delincuencia organizada.
Si Maduro es el motivo para los Estados Unidos, Trump debería ser el pretexto para convocar a una iniciativa regional que impulse el desarrollo de la región del Caribe. Ahí hay una historia fructífera y potencial humano que resiste, como hoy está pasando en Jamaica y hace años en Puerto Rico, todo tipo de huracanes y tempestades.
Hoy estamos tan desorganizados que cualquier pirata puede colgar sus banderas. Narcotraficantes y presidentes; empresarios y políticos. Todos quieren explotar la región y lo hacen a su antojo.