La exposición de Damien Hirst desata de inmediato interrogantes como «¿esto es arte?», mientras te fascina la fragilidad de lo que en vida fuera una bestia natural con capacidades extraordinarias de depredador y que ahora reposa magnánimo e indefenso ante los ojos de espectadores.

José Roberto Morales Ochoa / La Voz de Michoacán

México es un escenario natural para reflexionar sobre la muerte. A través de las celebraciones y la cosmovisión del mexicano, aquí se cuestiona y se festeja la vida y la ausencia de la misma. A propósito de ello, hoy la Ciudad de México es escenario de esta reflexión, pero en esta ocasión, desde los territorios del arte contemporáneo, desde una visión completamente occidental, con valores estéticos cuestionados desde una atmósfera de disrupción y polémica, como genuínamente lo hace el arte contemporáneo y sus exponentes. Y qué suerte hablar de ello desde el punto de vista de uno de los más destacados en la actualidad, abordándolo desde el plano de lo médico, las adicciones, la permanencia de la belleza y los valores éticos y estéticos de la sociedad.

Damien Hirst, nacido en Bristol, Reino Unido en 1965, es reconocido – sin lugar a duda - como un destacado imprescindible del arte contemporáneo a nivel mundial; que ha podido penetrar en la historia del arte, y lo ha hecho también en la historia de la cultura humana, al establecer diversos planteamientos críticos y simbólicos en su obra, en los niveles más altos de polémica y popularidad del mercado del arte.

Desde el 23 de marzo de este año, el Museo Jumex, ha presentado el artista Hirst a través de la exposición: “DAMIEN HIRST: VIVIR PARA SIEMPRE (POR UN MOMENTO)”, exposición que estará vigente hasta este 25 de agosto, misma que podrás visitar de manera gratuita y llevarte con ello un recorrido por las piezas más importantes del artista británico. Con una curaduría Ann Gallagher y del propio Damien; podrás ver de cerca las obras y series más emblemáticas: Dot Paintings, Natural HistorySpin PaintingsMedicine CabinetsCherry Blossoms, Butterflies. Todo aquello que recuerdas -tal vez - por notas periodísticas polémicas, te recibirá desde el primer momento, en la tercera galería (el inicio) te verás abordado por un muro de puntos y vitrinas de diamantes, gabinetes de medicamentos y su icónica obra The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living [La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo], aquella que contiene dentro de una gran pecera un tiburón tigre conservado en formaldehído. Desatando de inmediato nuestras interrogantes -¿esto es arte?, cuestionándolo mientras te fascina la fragilidad de lo que en vida fuera (al menos en el imaginario) una máquina de matar, una bestia natural con capacidades extraordinarias de depredador y que ahora reposa magnánimo e indefenso, flotando, suspendido en medio de un líquido azul, ante los ojos de espectadores a tan solo medio metro de proximidad.

A través de una exposición muy bien dotada de una experiencia de Museo, con una impecable organización, seguridad y recursos didáctico-museográficos, los visitantes tienen la libertad de llevar consigo fotografías y de apreciar con prudente distancia los objetos que deambulan entre la vida y la muerte; por un lado, aquel cubo blanco, limpio conteniendo pequeñas ovejas, una blanca y una negra, muy próximos a la pigmentocracia del bien y el mal; contrastando por un lado, la representación divina y por otro lado el estigma de la superstición. Tiburones seccionados dentro de lo que asemejan peceras, nos desatan emociones de compasión y fascinación, acercándonos a la experiencia de la muerte y de la preservación. Las fichas técnicas en los muros, nos hacen un resumen (en inglés y español) que te dará información general de contexto y descripciones formales, pero que están imposibilitadas para acercarnos a la experiencia de lo sublime y lo terrorífico. – Nadie está preparado para ello, seremos víctimas de nuestra percepción-. Descubrimos los medicamentos y los instrumentos médicos colocados pulcra y ordenadamente en sus vitrinas o como el artista los llama: Gabinetes, y también aquello que nos parece banal y poco elaborado, el artista los destaca como aquellos instrumentos que nos alargan la estancia en la vida ante la inevitabilidad de la muerte.

La sala dos, con instalaciones cinéticas, pinturas giratorias y sonidos, vacas preservadas, reúne a dos elementos empleados: las mariposas y aquellos gabinetes (insectarios) y vitrales que aprisionan la idea de belleza a través de un cubo que contiene aquello que estaba dotado de libertad. Y por otro lado, explota las instalaciones con la acumulación de cigarrillos ilustrando escenarios, explotando el simbolismo de la adicción a la nicotina maloliente a una secuencia de referencias de mortandad, con símiles de las cenizas de un muerto; o un perímetro que asemeja al terreno de sepultura; o en contraste con símbolos de libertad y belleza, una paloma en vuelo aprisionada en formaldehído que nos recuerda en la imaginería cristiana al espíritu santo y nos cautiva ante esa imagen irónicamente instantánea y permanente, que te inspira compasión, ternura y un terror inexplicable e inocente.

En la transición hacia la galería 1 (el final), Damien Hirst nos abraza con un autorretrato que destaca con rayos X cada una de las extremidades óseas del artista en una especie de -meta desnudo-, es decir, refiriendo a aquello que en nuestro más profundo interior se oculta omnipresente, latente, como una pulsión de muerte; nuestro esqueleto que nos recuerda lo efímero de la vida y como aquel vestigio de nuestra existencia, aquello que en nuestra más profunda desnudes se asoma poseedor de la materialización de nuestras enfermedades, lesiones, accidentes y hasta nuestras prótesis. Y justamente, al centro, privilegiado y muy custodiado por un guardia permanentemente, un cráneo fundido en platino con dentadura real, titulado: For the Love of God, Laugh [Por el amor de Dios, ríe], recubierto por diamantes de valor exorbitante; destaca por ser el símbolo de la opulencia y de un mercado internacional próspero y demencial, fue objeto para este cuestionamiento de Demian, quien ha polemizado en cada ocasión y en cada pieza que crea. Sin lugar a dudas, si alguien ha sabido cuestionar, juzgar, criticar el sistema de valores del arte, ha sido Damien Hirst, al posicionarse con gran visión empresarial, entendiendo y aprovechando en cada ocasión desde los inicios de su carrera; hoy con 59 años es uno de los artistas más cotizados en el mercado del arte.

Antes de que se cierre, debes conocer esta exposición porque además de ser una excelente elección para ver en tu visita a la CDMX, quedan muy pocos días, es una exposición única en su tipo, que además es gratuita. Es verdaderamente un fenómeno y un privilegio contar con la muestra de un artista tan relevante en el plano internacional y de la historia del arte. ¿Tú ya lo conocías?