Andrea Noli comparte su infancia en la revolución nicaragüense, donde aprendió a usar armas y desarrolló un carácter resiliente.
Andrea Noli, una destacada actriz, ha compartido detalles íntimos sobre sus raíces, revelando una historia rica en música, cultura y experiencias únicas de su infancia. Aunque nació en París, sus padres, inmersos en un ambiente bohemio, pronto se trasladaron a México.
“No soy francesa, porque para los franceses no basta con que nazcas ahí. Claro. Tienes que ser hijo de padre o madre franceses o vivir cierta cantidad de años, ir a la escuela y tal. Me presentaron con la familia en Rumanía, luego en Uruguay y vinieron a México”, expresó en una entrevista con .
“Mi mamá vivía en Chiapas y mi papá en San Diego. Mi mamá es rumana, mi papá uruguayo. Mamá clarinetista y mi papá pianista”, añadió con emoción.
Rodeada por la música
Desde pequeña, Andrea estuvo rodeada de música: “Toqué el piano seriamente, llegué a dar conciertos en el conservatorio. También toqué guitarra, violín, flauta, batería y canté”, confesó.
Sin embargo, los caminos de sus padres se separaron cuando ella tenía dos años, pero lo hicieron de manera amistosa.
Su padre se estableció en México con una nueva familia: “Él se volvió a casar con una mexicana, que fue su compañera toda la vida hasta que murió. Mis hermanos Leonardo y Sebastián son mis hermanos, no medios hermanos, y también viven en Querétaro”.
Andrea Noli y la revolución en Nicaragua
Andrea y su madre llevaron una vida itinerante, residiendo en países como Nicaragua, Argentina, Brasil, Estados Unidos, España, Grecia, Bélgica y Rumanía.
En Nicaragua, su madre enseñaba en el conservatorio y tocaba en la orquesta sinfónica.
“Ella se casó con Mario, un extraordinario médico, y vivimos ahí unos tres años, una parte hermosa de mi infancia”, compartió.
Esta etapa también estuvo marcada por el contexto político: “Era la época de la revolución en Nicaragua. Preparaban a niños, mujeres y adultos mayores para saber defenderse. Yo sabía manejar fusiles, armarlos con bayoneta. Tenía 8 o 9 años y todavía me acuerdo del himno de los sandinistas”, recordó.
A pesar de las dificultades, Andrea valora estas experiencias como una herencia que le ha dado resiliencia y una perspectiva única sobre la vida, cualidades que ha transmitido a su hija Valentina, fruto de su relación con Jorge Salinas.