“El cuerpo tiene memoria, dice. Una vez me confesó que cuando oye a un bebé llorar, aún siente un hormigueo en los pechos. Leche fantasma” -“Alarido doméstico”, Carolina Jiménez.

Yazmín Espinoza colaboradora de La Voz de Michoacán

Mi hija pequeña está enferma. Nada grave, tiene los síntomas comunes que llegan con el invierno y con la etapa de explorar y meterse todo a la boca. Sin embargo, como resultado de este malestar, la pequeña Sara solo quiere los brazos de su mamá, y mi tiempo comienza a verse mermado. Si le preguntan a mi editora, probablemente esta columna debió de llegar varias horas antes a la redacción, una sincera disculpa.

Con este contexto probablemente no sea coincidencia que el libro del que les vengo a hablar hoy sea “Alarido doméstico”, de la increíblemente talentosa Carolina Jiménez, escritora que visitó Morelia hace apenas unas semanas para presentar esta, su primera recopilación de cuentos, y con quien tuve la oportunidad de coincidir y conversar.

Con una mezcla de fantasía, horror y elementos del absurdo, los cuentos que componen “Alarido doméstico” exploran con imaginación y crudeza la maternidad, las relaciones de pareja y el vínculo entre madres e hijos. Con una mirada penetrante y un lenguaje afilado y sin concesiones, Carolina Jiménez San Pedro se adentra en la extrañeza, la incertidumbre y la complejidad que rodean a las relaciones familiares. No las denuncia: las pone bajo el microscopio del desconcierto para explorarlas. En los temas y abordajes de la autora resuenan las voces de escritoras como Inés Arredondo y Rosario Castellanos, que encontraron en la ficción un recurso crítico, ético y estético para señalar las incongruencias, la doble moral y los dolores heredados que la sociedad aún no se ha podido sacudir.

Cada relato de “Alarido doméstico” nos reta a asomarnos a la maternidad desde ángulos muy distintos a la romantización que se ha hecho de la crianza y el cuidado de otro ser humano. Es un desafío para explorar el hartazgo, la infidelidad, el erotismo y la violencia familiar, temas que siguen pesando en las buenas conciencias. Cada cuento es una explosión a punto de ocurrir. Un tabú que se agota. Un grito que libera.

“Un día me descubrí diciéndole: ‘Te quiero tanto que podría comerte a besos’, como había oído decir a otras madres; a la mía también, quizá. Sentía tanto amor que no encontraba dónde colocarlo y me quedaba insatisfecha. Yo comía todo el día, pero vivía con hambre”.

El día que el libro se presentó en Morelia llegué a casa alrededor de las 10pm y mi bebé aún me esperaba despierta, rogando porque fuera yo quien la acostara. Después de completar la tarea, me acomodé en mi cama y comencé a leer. El sueño me venció a la mitad del libro que terminé en cuanto tuve una nueva oportunidad de abrirlo.

A través de 14 vívidos cuentos, Carolina nos muestra cómo el horror y la oscuridad pueden habitar en lo cotidiano, en ese abrazo que nos da mamá, en esos snacks interminables que preparamos a los críos y, sobre todo, en esos momentos en los que ya no nos reconocemos frente al espejo.

“La verdad es que me identifico más con la bruja que con la reina, quizá porque cuando nació Nati, las dos nos quedamos en una torre muy alta, alejadas del resto del mundo. Porque el mundo (las oficinas, los restaurantes, los cines, las banquetas) no está hecho para los bebés, porque hay trabajo, porque hay ruido…”

Con historias cortas y llenas de emociones, la autora nos regala varios momentos ligados a la maternidad, a los cuidados y al ser hijas, pero también es espejo de mujeres, jóvenes y niñas que viven alrededor de estos roles.

Y, sobre todo, ese deseo de seguir siendo una persona antes de ser mamá, antes de ser cuidadora, y la contradicción emocional que esto representa, pues las culpas son algo de lo que parece no nos podemos librar. Siempre quedamos algo a deber, siempre queremos dar más.

“A veces llora y la abrazo, y entonces sonríe, así como a la fuerza, y me dice, Rafa, mi niño adorado. No me gusta verla así, la quiero, aunque me arranque las plumas. Pero no quiero ser grande y que se me hagan esas arrugas entre las cejas y estar llore y llore. Sólo quiero tener alas”.

El cuento que da título al libro, “Alarido doméstico”, fue especialmente conmovedor, pues la pandemia atravesó a la familia que conocemos a través de sus páginas. Una realidad que vivimos millones alrededor del mundo.

“Sí, elegí ser madre, pero nadie eligió esto. Nadie decidió cambiar su hogar por un búnker, éste simplemente se construyó alrededor nuestro”.

La escritura de Caro, entonces, llega a reafirmar cómo la lectura y la escritura no son necesariamente sinónimos de soledad, y que son actividades que pueden tejer fuertes lazos y crear puentes de diálogo y acompañamiento.

“Sí, podría decirse que ser madre es una batalla constante, pero las trincheras son grietas en la tierra que al menos permiten la entrada de luz. Esto es más oscuro que eso. El encierro huele a sudor y frutas echadas a perder”.

Amé leer a Carolina, amé espejearme en ella y encontrar en cada una de sus historias un poquito de mi, o de mi madre, de mi abuela, de mis tías, incluso de mis hijas. Y para aquellos que dicen que está de moda escribir sobre estos temas, solo tengo que decirles que, si es así, es algo que definitivamente celebro. Y que vengan más, muchos más.


Datos sobre el libro
Autora: Carolina Jiménez
Comma Ediciones
128 páginas
Año 2024

Sobre Yazmin Espinoza
Comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias.
Instagram: @historiasparamama