Recomendaciones pensadas para madres lectoras que quieren volver a los libros sin exigencias, pero con profundidad

Yazmin Espinoza, colaboradora La Voz de Michoacán

“Estoy en casa escribiendo sobre crianza y ambas niñas llegan a mi lado, Naira con unas tijeras para cortarme el pelo, Emilia gatea y me muestra que ya se puede parar. Mientras escribo esto, Naira me jala la cabeza y Emilia se mete entre mis piernas como un cachorro. Y yo pienso en todas las mujeres que han escrito así”.

  • Daniela Rea, “Mientras las niñas duermen”

¿A qué hora lees? La pregunta suena sencilla, casi como una curiosidad casual, pero para muchas mujeres que transitan la maternidad, se convierte en un espejo incómodo. Leer, actividad que alguna vez fue refugio, rutina o deleite, puede volverse un lujo cuando el cuerpo no descansa, la atención se dispersa y el tiempo propio parece haberse disuelto entre llantos, biberones, deberes escolares o noches en vela.

Recuerdo perfectamente que, cuando tuve a mi primera hija, pasé meses sin abrir un libro y, poco antes de dar a luz, mis últimas lecturas estaban dedicadas a aprender cosas técnicas sobre la nueva etapa que iba a enfrentar. Fue la pandemia la que me llevó de nuevo a las historias, para encontrarme en ellas, y sentirme acompañada en la locura, no solo que atravesaba el mundo, sino que parecía invadirme todos los días. Creo fervientemente que la lectura me salvó, y los clubes de lectura virtuales fueron su mejor herramienta.

Así que, esta columna no pretende romantizar la falta de tiempo, sino abrir un pequeño resquicio para recuperarlo. Porque la lectura no tiene que ser una maratón silenciosa, ni una obligación más en la larga lista del día. Puede ser un poema mientras calientas la leche, un fragmento en la sala de espera, un cuento en el parque, una crónica mientras el bebé duerme (si es que duerme). Con el tiempo, la pregunta ya no era “¿a qué hora?”, sino “¿cómo reapropiarme de la lectura desde el lugar que habito hoy?”.

La maternidad es una experiencia rica, compleja y contradictoria. Tiene amor, pero también miedo, soledad, incertidumbre y cansancio. En ese terreno, la lectura puede ofrecer consuelo, compañía, risa o simplemente la sensación de volver a estar con una misma. Leer no es un lujo, es una forma de resistencia.

Y si, leer puede ser también una forma de sostenerse. De encontrar palabras para nombrar lo que vivimos. De sentirnos menos solas.

Hoy les comparto algunas recomendaciones pensadas para madres lectoras que quieren volver a los libros sin exigencias, pero con profundidad. Les he dedicado más de una columna a algunos de estos títulos, y siempre los cito cuando quiero exponer puntos alrededor de esta transformación.

“Mientras las niñas duermen”, de Daniela Rea.

Una colección de crónicas personales sobre la experiencia de criar, escrita con ternura, honestidad y lucidez. Ideal para leer a pausas, entre sueños y vigilias.

“Línea nigra”, de Jazmina Barrera.

Ensayo autobiográfico que cruza la experiencia del embarazo con referencias literarias, históricas y culturales. Una lectura híbrida que se adapta al ritmo de quien lee.

“In vitro”, de Isabel Zapata.

Microensayos que abordan la ciencia, la fertilidad, la decisión de maternar. Perfecto para lecturas rápidas que dejan largo eco.

“Maneras de escribir y ser/no ser madre”, de varias autoras.

Una antología de voces que muestran cómo la maternidad, la escritura y el deseo se entrecruzan de múltiples maneras.

“Cuando las mujeres fueron pájaros”, de Terry Tempest Williams.

Un texto lírico y filosófico sobre la maternidad, el silencio y la herencia femenina. Un libro para volver, cuando se pueda, una y otra vez.

“Germinal”, de Tania Tagle.

Un poemario que funciona como bitácora de gestación. Desde el cuerpo, la transformación y la escritura. Breve, poderoso, íntimo.

Retomar la lectura no implica leer más, sino leer distinto. Cambiar la expectativa de “tener tiempo” por el gesto de “hacer espacio”, aunque sea en huequitos mínimos. Leer puede ser también una forma de regresar a una misma. De nombrar lo que a veces no podemos decir. De acompañarnos, sin juicios, en los días grises y en los luminosos.

Entonces, tal vez la pregunta no sea “¿a qué hora lees?”, sino “¿qué libro te acompaña ahora, aunque solo sea con una página al día?”.

Porque incluso en medio del caos, leer sigue siendo una forma de amar(se).

Yazmin Espinoza, es comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias.

Instagram: @historiasparamama