El sábado anterior, el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla presentó su Tercer Informe de gobierno y lo hizo como le gusta a los gobernantes populistas: intentó -sin lograrlo-, llenar el estadio Morelos en Morelia para recibir loas y aplausos rápidos, de esos que inflaman el ego pero de nada sirven si se quieren recalibrar debidamente las acciones de gobierno.
Y sirven de poco los aplausos y las loas rápidas, porque quien se encuentra embriagado de tanta endorfina y serotonina (hormonas de la felicidad), no logra razonar con equilibrio.
El gobernador de Michoacán así es como decidió gobernar desde que llegó a la posición en 2021. La gubernatura le cayó en un rebote, pero lo tomó muy desprevenido y lo pandeó como aquella tabla que se dobla cuando recibe demasiado peso encima.
Ramírez Bedolla, en realidad nunca ha sido un gobernante brillante, audaz o con visión; nunca fue un estudiante reconocido por sus buenas notas y nunca se le ha percibido como un ser humano dotado de virtudes, tan es así, que se ha hecho público en las redes sociales los conflictos que tiene con su propia familia.
La vida personal en realidad la dejo fuera, pero sí debemos reconocer que un ser humano en equilibrio físico, mental y espiritual, sin duda es capaz de razonar con calma y tino, como un gobernador debería hacerlo para tomar buenas decisiones.
Y mas allá de lo anterior y de lo que presumió en su Tercer Informe de gobierno, la realidad de Michoacán en materia de inseguridad pública está haciendo estragos en la población. Recientemente y de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se evidenció que en el estado la percepción de inseguridad es de 79.6%.
Y otros datos: esta misma encuesta, reveló que son el fraude, la extorsión y las amenazas los tres delitos que con mayor frecuencia se están presentando en la entidad, lo cual está pegando en algo que duele demasiado a las personas: en su patrimonio.
La vida en México no es más barata que en el sexenio anterior -por ponerlo como punto de referencia- y si consideramos que estos tres delitos merman el patrimonio de las personas (además de la salud física y mental), entonces en Michoacán se tiene un coctel explosivo que bien puede cobrar la vida de alguien independientemente de que se quede sin un patrimonio.
Hay más rubros para comentar, pero la delincuencia y las múltiples violencias que se viven en Michoacán demuestran que ni un estadio de futbol con gente “llevada” para gritar loas puede ocultar lo que los ciudadanos están sufriendo en las calles, en sus negocios, en sus empresas o en sus vidas.
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*El autor es consultor y capacitador, tiene estudios de doctorado en Política, de maestría en Comunicación, de maestría en Neuromarketing, de maestría en Ciencia Política y de licenciatura en Derecho.
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